Capítulo 47. Sola y loca

2 0 0
                                    

Olivia

Unas pisadas cercanas resuenan en mis oídos y me obligan a abrir los párpados intentando enfocar lo que me rodea. El techo es desconocido. Satinado blanco con vigas. Muevo mis ojos de un lado a otro, casi por instinto, pasando de una bombilla en el techo a una cámara dispuesta frente a mí. Mi cabeza bombea con fuerza como si en cualquier momento fuera a estallar. Asustada, intento mover todo a la vez solo para descubrir que mis movimientos son lentos e ineficaces. Y escucho voces. Cuatro para ser exactos, hablando entre ellos en un idioma muy extraño. ¿Medio Oriente quizás?

Qué importa.

Y luego, silencio; como si se hubiesen evaporado.

Me retuerzo violentamente sin poder mover mis manos, que están atadas tras mi espalda.

Más silencio. El chirrío de la puerta. Pasos. Mi corazón martilleando.

—¿Sabes cuánto tiempo he estado esperando esto? —pregunta—. Me he alimentado de la sed de venganza para mantenerme cuerdo... bueno, lo de cuerdo es discutible. —Sus dedos pasa por mi pelo, pero yo doy un tirón para que la aleje—. Ni siquiera sabes por qué, ¿verdad? —Abro mi boca, aunque no tengo aire. Ni palabras—. No quiero matarte, y no voy a alargarlo durante años, porque pronto, me llamarás y cuando todo tu mundo esté destruido, yo te lanzaré al abismo, hasta entonces, serás mi energía. —Hace un gesto hacia el hombre con la mano y este se acerca a mí con una aguja. Le doy una patada, sin embargo, mi pie rebota sin efecto, y el miedo aprieta mi pecho.

Inhalo aire y me balanceo alejándome de él, pero entonces, me estrello contra el costado con la fuerza suficiente como para romperme todos mis huesos.

—¿Quién eres? —pregunto sin aliento.

La mujer con la cara tapada, me mira desde lo alto y empiezo a notar un calor intenso arremolinándose como un mini tornado en mi interior, drenándome y doliendo.

Grito.

La mujer se tira hacia atrás y me mira con los ojos bien abiertos.

—¿Quién eres? —digo de nuevo, pero no obtengo respuesta alguna.

—Hazlo ahora... ¡Corre! —le ordena al hombre. Este se acerca a mí, y clava la aguja en mi espalda haciendo que me arquee de dolor.

Siento como si cada partícula de mi ser se estuviese incendiando.

Quemando.

Ambos se alejan de mí, saliendo de ahí, y las lágrimas descienden por mis mejillas nublando mi vista. Caigo hacia adelante, golpeando el suelo con mis rodillas y la quemadura se convierte en un dolor pulsante volviendo el zumbido a mis oídos, quedándome congelada, sin poder moverme. Y un humo extraño invade todo a mi alrededor. El aire se atasca en mis pulmones y dejo de ver.

No sé cuánto tiempo pasa, pero mis ojos quedan secos y apenas puedo distinguir nada, cuando un ruido resuena. Pisadas retumban todo y un hombre aparece frente a mí.

—Estás a salvo... —murmulla—. ¿Puedes levantarte?

Trago saliva y asiento. El chico posa sus manos en mis brazos ayudándome a recomponerme, mientras, otro acerca a mí una botella de agua. Una bizna de malestar se asiente en mis entrañas, me sacan la cuerda que sujeta mis muñecas, y mis manos, como un impulso, van directas a mi bolsillo para agarrar la pulsera de cuero.

Pestañeo varias veces aturdida.

Antes de que pueda despegar los labios para preguntar cualquier cosa, veo a mi madre y corre hasta llegar a mi lado.

—Livvy... —musita, estrechándome entre sus brazos y acariciando mi cabello—. La policía quiere hablar contigo... Has estado desaparecida durante cuatro días... ¿Qué ha pasado, mi vida?

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora