Capítulo 33. Rara vez encontramos profundidad al mirar

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Olivia

Justo al pasar por la puerta, entrego al profesor —que está detrás de la mesa— los tickets que había comprado, y continuamos hasta el gimnasio. La música suena alta a través de los altavoces. Al entrar, Kyros suelta mi mano y lo miro directo a los ojos.

—No.

—Olivia, yo también recibí ese mensaje. No quiero que a ti te afecte.

Sacudo la cabeza.

—No me importa lo que piensen los demás de ti porque me gustas tú y tampoco me importa lo que piensan sobre mí. Eres mi cita —digo, y con estas palabras me atrae a su lado y mi espalda hormiguea ante su toque—. Gracias por venir conmigo. Y... quiero una foto —anuncio.

Desenrollo mi smartwatch y lo levanto. Kyros pone su brazo a mi alrededor y sus mejillas se vuelven sonrosadas, y segundos antes de que le dé al botón, me toma por sorpresa depositando un beso en mi mejilla. Muerdo mi labio y sonrío dándole al click. Y sin separarse de mí, le doy al icono de galería para ver cómo ha salido cuando me percato de una foto de nosotros dos donde salgo durmiendo. Él ríe entre dientes y se encoge de hombros.

—Te veías bonita.

Alzo mis cejas sin dejar de sonreír, le doy un pequeño codazo y niego con la cabeza.

—¿Bonita? Pero si parezco una garrapata agarrada a ti.

—Una garrapata bonita que yo mismo me dejé enganchar —bromea con tanta ternura que se me derrite el corazón—. Quiero bailar contigo —anhela con esa voz ronca que a veces tiene.

—¿Estás seguro? No tienes por qué hacerlo.

—¿Llevas tacones?

Sonrío y levanto el vestido mostrando mis botas negras estilo militar.

—Por supuesto que no. —Río.

Él sonríe.

Dejo que me lleve a la improvisada pista de baile y envuelve mis brazos alrededor de su cuello y luego descansar sus manos en mis caderas. Abarca sus brazos en torno a mi cintura y me levanta, haciéndome girar una vez.

A veces, el silencio entre dos personas puede resultar incómodo, sin embargo, con Kyros estoy llegando al punto en que no lo es para nada. Estar con él me relaja porque, en realidad, puedo pensar en otras cosas que no sean mis notas o en lo que se supone que debo hacer. Preferiría estar con él antes que con cualquier otra persona o en cualquier otro lugar. Es raro, y sé que lo conozco desde hace unos meses, pero hay algo distinto en mí cuando me encuentro a su lado.

Soy mejor.

—¿En qué piensas? —pregunta.

—Dime algo —susurro, liberando los mechones de cabello, dejándolos caer sobre su frente.

—¿Qué?

—No sé —respondo—. Cualquier cosa. Dime algo real. Algo que no sepa.

—Acerca de qué.

—No importa. Algún secreto que ocultes o acerca de ti.

Me suelta la mano y me acaricia la mejilla con el revés de sus dedos, obligándome a volver a poner la atención en él. Mis piernas no responden.

—Te dije que adoraba el fuego y la noche pero si ahora me preguntaras que es lo que más me gusta te daría una respuesta distinta.

—¿Y cuál sería?

Sus ojos poseen esa intensidad que mostraron en la biblioteca.

—Estar contigo.

Me acerco a su boca y atrapo sus labios en una caricia suave.

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora