Capítulo 34. ¡No puedo relajarme!

1 0 0
                                    

Olivia

Todo se vuelve un caos. Los profesores encargados de vigilar el baile nos obligan a salir de ahí mientras retienen a Kyros, y al poco los policías llegan en busca de explicaciones, o más bien, con ganas de acusar. Yo trato de alcanzarlo y entrar de nuevo en el gimnasio, pero me lo impiden. Todos los estudiantes se mueven y apenas se puede andar.

Al poco de llamar a mi madre, Becca me coge y me lleva fuera tratando de tranquilizarme, aunque, sin mucho éxito...

Solo estaré tranquila cuando dejen a Kyros.

¡Dios!

¿Cómo no pueden creerle?

—Él no lo hizo, Becca...

Becca me mira ladeando su boca y pasando su mano por mi espalda para darme una leve caricia.

—No sé que viste en Kyros pero... Mm, —Arruga su nariz—. te creo por ese único motivo. Creo en lo que tú crees, porque... jamás te acercarías a alguien si no vieses un fondo que nadie ve.

Finn al escuchar a mi mejor amiga voltea sus ojos.

—Becca... No sabemos lo que pasó de verdad. Ni tú, Livvy...

Lo miro fusilándolo con la mirada.

—No lo conoces, Finn. Nadie lo conoce... Pero yo sí, y sé que jamás haría algo así.

—¿Cómo lo de matar a sus padres? —pregunta—. ¡Oh, vamos, Livvy! No te creía tan ingenua.

—Finn... —murmulla mi amiga.

Saco la manta que me puso Becca sobre mis hombros para levantarme y enfrentarme a Finn.

—No vuelvas a abrir tu boca cerca de mí si tienes algo malo que decir de él —siseo con la voz entrecortada por las emociones—. ¿Te crees con el derecho de juzgar solo por lo que dice la gente? ¿Quién demonios piensas que eres? —Lo señalo con mi dedo—. Tú y yo, hemos terminado, y espero que los padres de tu novia no te juzguen como juzgas a Kyros.

—¿Estás de coña, no? —dice con deje incrédulo.

—No. Fui ingenua en el momento en que acepté salir contigo —suspiro y Becca me coge del brazo para que me vuelva a sentar.

—Livvy...

Estoy tan enojada que apenas puedo hablar con claridad.

—No, Becca... ¡Estoy harta de ser yo la que deba callarme! —Meneo la cabeza abriendo los ojos como platos—.¡Cuéntales a tus padres la verdad, Finn! ¡Diles aquello que ni tú eres capaz de aceptar! Sales con la hija del adversario de tus padres, pero te atreves a juzgarme a mí.

—Te estás pasando, Livvy... —dice, entrecerrando sus ojos.

—¿Qué me estoy pasando yo? ¿Me tomas el pelo? —Mojo mis labios—. ¿Qué hay de ti y de todos aquellos chicos a los que le hiciste la jodida vida imposible por el simple hecho de sentirte frustrado? ¿Por qué atacas a los que ves más débiles, eh, Finn? ¡¿Por qué debes meterte con Kyros?! ¡¿Eh?! ¡Respóndeme!

—Livvy, relájate... —me pide Becca—. Estás cargando toda tu frustración sobre él.

—¡No puedo relajarme, Becca! —Levanto mis manos—. ¿O es que tú has olvidado por lo que te hizo pasar?

—Deja de chillarme.

—¡Lo haré cuando te des cuenta de que para hablar alguna mierda sobre Kyros, debes lavarte la boca con lejía, amoníaco y nacer treinta veces! Y antes de hacerlo, mírate en el espejo y pregúntate quién eres —le suelto a Finn, para después voltearme e irme en dirección al estacionamiento en el momento en que veo a mi madre aparcar—. Mamá...

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora