Capítulo 29. Seguir viviendo una vida q no tiene vida

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Kyros

Muevo el rostro hacia un lado solo para encontrarme a Olivia dormida, echa un ovillo, apretando su cuerpo en el mío. Sonrío y escucho pequeños ronquidos escapar de sus labios. Sus pestañas abanican sus mejillas y su pequeña boca mullida abierta lo suficiente para dejar ir ligeras respiraciones.

No importaba cuánto peligro corro acercándome a ella, no parece poder mantenerme alejado.

¿Por qué? No lo sé.

Mi cabeza parece trabajar de una forma extraña.

Olivia murmulla algo en sueños y una pequeña sonrisa tira en sus labios. Sin apenas mover mi cuerpo, estiro mi brazo hasta dar con su smartwatch, le doy al botón de cámara y disparo una instantánea de ambos. En cuanto el sonido suena, entreabre sus ojos y gruñe levemente.

—Uhm... ¿Cuánto tiempo he dormido? —pregunta frotando sus ojos.

—Media hora, quizás.

Duh.

Se levanta quedándose sentada para deshacer su coleta y volver a hacerla y está preciosa. Tiene los ojos un poco hinchados y la piel más blanca. Me froto la frente y me incorporo sin darme cuenta de que me acerco demasiado a ella. Olivia fija su mirada en mi boca y me contempla con deseo.

Trago saliva y casi noto como si fuese a estallar.

Es un sentimiento malo, soy consciente de eso, pero no puedo evitarlo de ningún modo, así que cierro los ojos y recuerdo su beso. Sus dulces labios, sus manos urgentes, su suspiro y luego mi nombre saliendo en una exhalación desesperada. ¡Mierda! Quiero volver a repetirlo todo, y esta vez sin interrumpirlo.

Ansío perderme en ella.

Control, Kyros, control.

—¿Cómo llevas la tarea del amorío? —pregunto, levantándome rápido.

Olivia me mira desde mi cama y desciende sus ojos hasta mi parte feliz, lame sus labios y vuelve a posarlos sobre los míos.

—Al parecer bien —dice, dibujando una risa contenida—. De todos modos, deberíamos de ponernos con el trabajo. ¿Me pasas mi mochila? —pregunta, sentándose como un indio. En cuanto la tiene a su lado, saca un cuaderno y un lápiz, lista para trabajar—. Repasemos nuestras impresiones. Entonces... ¿qué opinas del concepto amor entre Fermina y Juvenal?

—No sé. En el fondo me dio pena.

—Odio a Juvenal. Fermina y Florentino merecían ser felices mucho antes, ¿no? —Se para un momento para pensar y levanta sus ojos hacia un lado—. Quiero decir, después de tantos años profesando Florentino su lealtad ideal por Fermina y teniendo que soportar tanto dolor a pesar que entre ellos no hay ningún compromiso...

—Es más fácil seguir viviendo una vida que ya no tiene vida que decir "a la mierda" y marcharse. Quizás lo que hizo era la única respuesta que le quedaba.

—¿A qué te refieres?

—Si se analiza la fidelidad como una voluntad de creer en algo y de expresar tal creencia en la vida práctica tendríamos en su lugar la fidelidad y la infidelidad, pero el concepto fidelidad en la novela y en la vida real es más complejo. Cuando Juvenal le fue desleal a Fermina y a los años fue en su busca, ella se alegra de volver a su casa, pero el sentimiento de sufrimiento amargo resulta recobrar en silencio. Su relación se basó en ignorar la respuesta y la sabiduría les llegó cuando ya no servía de nada —contesto—. Y respecto a Fermina y Florentino, cuando comienzan a verse de nuevo se ven como dos ancianos sin nada en común salvo el recuerdo efímero de dos jóvenes desaparecidos. Los escritos de Florentino fueron un gran apoyo para ella durante su viudez y jamás se había fijado de que siempre estuvo ahí. Ambos comprendieron que el amor era el amor en cualquier tiempo o cualquier parte, aunque, en cuanto la muerte se acerca, ese amor se vuelve más denso.

Ella me mira con el ceño fruncido y la boca algo entreabierta.

—Demonios —murmura.

Reprimo una risa.

—¿Qué?

—Eso fue... muy perspicaz —Sonríe—. Entonces, Juvenal ostentaba un humanismo fatalista.

—Florentino y Juvenal, pese que parecen enemigos, ambos son víctimas de un mismo destino y comparten el azar de una pasión —agrego.

—Eres increíble, Kyros —dice, escribiendo en su cuaderno.

Garabatea al principio de forma furiosa, pero luego se ralentiza con la sonrisa desapareciendo. Olivia pone cada gramo de su atención en sus notas, y me encanta la manera en que se centra tan intensamente en las letras, como si estuviera en su propio mundo y yo solo fuera un observador con suerte. De vez en cuando, se mete el pelo que se le sale de la coleta detrás de la oreja para evitar que se coloque delante de su cara. Mi cosa favorita es verla borrar sus palabras. Cada vez que el borrador se encuentra con el papel, saca su labio superior con los dientes inferiores y lo muerde.

Cojo mi libreta y la abro en una página cualquiera mientras empiezo a deslizar el lápiz, dibujando y contoneando cada parte de su rostro. Analizando hasta los más pequeños detalles pero característicos... como el pequeño lunar en su mandíbula izquierda, el de debajo de su ojo o la diminuta y apenas visible cicatriz en su frente.

Hay un golpe suave en la puerta y se abre sin que tengamos tiempo para reaccionar. Me tenso y Olivia abre sus ojos con sorpresa.

—¿Estás aquí? —dice Jugh, asomándose. Sus ojos caen sobre Olivia y un ceño fruncido aparece en su rostro—. Livvy, ¿nos permites un segundo? Necesito hablar con él.

Ella asiente, dedicándole una sonrisa incómoda y luego sale. En su lugar, Jugh me mira y cierra la puerta.

—No puedes dejar que tus sentimientos se entrometan. ¿Qué tan unidos estáis? —pregunta sin rodeos. Suspira—. ¿Vas a contestarme? Te conozco bien y te comportas de manera inusual. Nunca te has dejado llevar por el corazón. ¿Sabes cómo te sientes?

—No.

—Te vi con ella el fin de semana, y a menos que los ojos me estuvieran jugando una mala pasada, diría que te gusta. ¿Qué hay entre vosotros dos? Y no me digas que nada.

—He intentado pelear contra mi atracción por ella, pero no funcionó... y no solo me gusta, Jugh.

Mi hermano afloja su corbata y gime.

—Sabes que a pesar de que las cosas son muy extrañas, eres mi hermano en primer lugar... Quiero que seas feliz y que todo funcione a tu favor. Haré lo que pueda para ayudarte, y ya veremos si podemos arreglar este desastre. Hasta el momento, no dejes que tu enamoramiento afecte. —Mira su smartwatch—. Son las siete. ¿A qué hora se supone que debe estar en casa?

—No lo sé.

—Bueno, entonces voy a llevarla. Con lo protectores que son sus padres, aún creerán que la has embarazado —asevera, tragando saliva—. Kyros, no lo olvides cuando estés con ella. No debes pasar la línea porque si lo haces, no podremos saber cómo afrontar esto. Es peligroso.

—Si me alejo ahora se preguntará qué ha pasado porque sabe cuánto la necesito, pero si no me alejo... Mierda, sabes cómo acabará esto. Estar con ella es lo más natural del mundo, y juro que es perfecta. No importa cuánto mal me haga, todo se desvanece cuando estoy a su lado. —Paso mis dedos por el pelo—. ¿Qué debería hacer?

Se encoge de hombros.

—Lo correcto.

Suelto un bufido.

—¿Y qué es lo correcto?

No obtengo ninguna respuesta de su parte porque sé que ni él lo sabe. ¿Cómo se supone que se debe de luchar contra algo que nace de lo más profundo?

Para entender lo que no se conoce, hay que abrir bien los sentidos, pero cuando las olas del océano se sacuden frente a ti llenándote de emociones, es imposible pensar de forma clara.

Dos personas distintas.

Dos sueños distintos.

Dos mundos distintos.

Las dos caras de la moneda.

Este es un mundo diferente, apartado de todo. 

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora