Capítulo 18. Increíblemente ingenua

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Olivia

Se queda en silencio y mi corazón se contrae; después se hincha rebosante de emoción. Este chico sigue sorprendiéndome... Es mejor persona que yo, mejor de lo que él piensa que es, y si bien no estaba segura de esto antes, ahora tengo la certeza.

Estiro mi mano y la coloco sobre la suya. Él mantiene sus ojos en sus pies y parece estar al borde del llanto.

Supongo que todos en algún momento tenemos que liberar las emociones. No se pueden reprimir para siempre.

Kyros deja escapar un suspiro tembloroso y se seca las lágrimas de la mejilla y yo también las mías. Me río un poco y toco mi nariz.

—Vaya dos llorones estamos hechos —digo—. Tú eres como Rapunzel encerrado en una torre a la espera de que llegue la persona dispuesta a rescatarte y te robe el corazón. Y, para tu desgracia, quizás, yo soy esa.

—¿Pretendes robar mi corazón, Olivia?

—¿Debería? —pregunto, arqueando una ceja. Suelto una pequeña risa y sacudo mi cabeza—. Por ahora quiero asegurarme que asistes al examen.

—Supuestamente ahora estoy recuperándome de una inesperada gripe —dice.

—¿Una gripe? Esa es excusa pasada. Si no asistes al examen, suspenderás.

—No sirve de nada que asista a un puto examen. No voy a ir a la Universidad.

—¿Por qué no?

—Era mi... —Cierra sus ojos y pasa la mano por su pelo. Yo ladeo la cabeza—. Simplemente no quiero ir.

Kyros es víctima de sus secretos.

—Deberías reconectar con tus sentimientos. Diviértete más... Y si te sirve, escribe un diario.

Querido diario, hoy Olivia ha venido a consolarme y está preciosa.

—Tú búrlate pero te iría bien.

—Ese es el cliché más propio de un loquero que he escuchado jamás.

—¿Por qué crees eso? No escribas lo que se supone que debes escribir. Escribe lo que realmente te haga feliz —digo. Lamo mi labio inferior—. ¿Hacemos un trato? Si asistes a la prueba, prometo que te concederé un deseo y pasaremos todo un día juntos.

—¿Un deseo? ¿Ahora eres el hada madrina? —Sonríe con ironía.

—Lo digo en serio, pero si quieres seré tu hada madrina particular y podrás pedirme cualquier cosa.

—¿Cualquier cosa, eh?

Sus ojos descienden hacia mis labios y mi piel hormiguea.

—Cualquier cosa.

—Apúntate a clases de violín y yo iré al examen.

Se acerca más, y puedo sentir su aliento en mi boca mientras mira a mis labios. Sé el momento en que se decide, y levanto mi boca para encontrarlo, pero no llega a besarme y me observa como si se estuviese conteniendo.

—Trato hecho.

—Trato hecho

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Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora