Capítulo 40. No

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Kyros

Verla dormir entre mis sábanas es el mayor placer que la vida puede darme, pero no es justo.

No para ella.

Ya es casi amanece y he pasado la mayoría del tiempo observándolo sentado en el suelo...

¿Qué es lo que tiene Olivia que me engancha?

No puedo sentir por ella... No puedo, y jamás debí de decirle que la deseo.

Te deseo —suelto, sin siquiera poder controlarme—. Te deseo tanto, Olivia, que hasta me duele y no puedo dejar que nada malo te suceda. Pase lo que pase. Siempre.

Pero todo es tan difícil cuando la tengo cerca... Mi pulso se acelera a cada instante, pierdo el control y siento que la quiero.

¡Mierda!

¿Para qué hago promesas si sé que cerca de mí lo único que hace es acercarla al peligro? ¿He perdido la cabeza?

Hacer esto con Olivia es egoísta.

Injusto.

Y las probabilidades están en mi contra, en nuestra contra, y al igual que sé que todo se va a desmoronar en el momento más inoportuno, sé que ella acabará herida.

Pero, como ya he dicho, soy egoísta.

No puedo alejarme de Olivia. He tratado de ignorar lo que sentía por ella. Había intentado dejarla el día que la traje aquí, a la Universidad, como me habían ordenado, y no fui capaz de hacerlo. No sería capaz de hacerlo. Solo esperaba que ella no acabara pagando con creces por ello.

Mi smartwatch suena, así que tratando de no despertarla, salgo del apartamento.

—¿Qué es lo que quieres? —me adelanto antes de que pueda llegar a hablar.

—Debemos vernos. Ahora.

—No puedo.

—Kyros, no tengo ni tiempo ni ganas de discutir —dice con un tono de voz harto—. Si quieres que todo siga en pie, ven a las siete en el Leif Ericson Park, frente al instituto de telecomunicación, artes y tecnología. Es algo que te relaciona e importante para ti.

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora