Capítulo 12. 80's

3 0 0
                                    

Olivia

Kyros se mantiene en silencio hasta llegar al bar que está apenas a diez minutos andando de la exposición. No sé que le debió de decir esa chica, Tammy, pero sin duda lo ha dejado trastocado.

Entramos y la tranquilidad me sacude al instante. Podría contar el número de personas con ambas manos, y el espacio solo cuenta con dos grandes ventanales situados en la parte principal.

Kyros se abre camino entre las mesas hasta llegar al fondo y tomar la más alejada y solitaria. Saca la silla y me indica que me siente. Un chico con la tez de la piel caramelo, el camarero, nos observa desde la barra y se acerca a nosotros. Le echa una mirada breve a Kyros, para después centrarse en mí con perplejidad.

—¿Qué van a tomar?

Su acento es latino.

—Waffles y scones —respondo al instante— de clotted cream y una cola.

Asiente.

—¿Y usted? —pregunta sin mirar a Kyros.

—Sándwich de mantequilla de maní y jalea.

Se da la vuelta y se aleja en dirección a la cocina, y después de un rato, vuelve con nuestra comida y bebida. Le doy un trago a la cola.

—¿Siempre eres así de callado? —pregunto, dándole un mordisco a uno de los scones.

Él levanta sus ojos y los posa sobre mí.

¡Le han vuelto a cambiar! Ahora están oscuros.

Demonios, sus ojos me atraen tanto como me asustan.

—No tengo mucho que contar. No soy demasiado interesante.

Me encojo de hombros.

—Todos siempre tenemos algo que decir, por muy insignificante que sea —aseguro—. Fíjate, las confesiones de tus pinturas están sacadas de personas que no se atreven a alzar su voz... Pero, está bien, hablaré si quieres por ti. —Sonrío al ver su reacción, o simplemente por él—. Mi incontinencia verbal me impide estar callada... ¿Te lo puedes creer? Con lo especial y único que puede llegar a ser el silencio.

Kyros pasa su mano por aquella maraña de pelo tan sexy y finge concentrarse en observar la mesa.

—¿Qué te hizo sentir mi pintura? —suelta a bocajarro, engruyéndose como un niño pequeño temeroso.

—No sé... Es como... Como la cara interna de cada persona que queda cuando la máscara desaparece. Y es que a veces, por más que se intente algo y por más esfuerzo y lucha, las cosas no son como deseamos o no salen. La vida puede y es muy injusta —opino. Kyros me mira atento a mis palabras y la sonrisa que esboza tras escucharme dulcifica las facciones tan duras que perfilan su rostro. Así es él, áspero y dulce al mismo tiempo—. Sin embargo... eso no quiere decir que otras cosas vengan. —Muerdo mi labio y bajo mis ojos hasta mis pies—. ¿En qué te inspiraste?

—En mi madre.

—¿Carrie?

—No. Mi madre biológica. Así es como la recuerdo.

—¿Qué edad tenías?

Él entrecierra sus ojos y se remueve incómodo.

—No me gusta hablar de ello. —Frunce su ceño con tristeza.

Sonrío.

—Está bien. ¿Quieres bailar? —Me pongo de pie y volteo mi mano mostrando mi palma. Él sacude su cabeza—. Vamos, está sonando Forever Young de Alphaville —niega de nuevo—. Bueno, tú te lo pierdes. —Alzo mis hombros sonriendo y me acerco hacia un viejito que se halla solo comiendo—. ¿Quiere bailar conmigo? Es que los jóvenes de hoy en día no saben apreciar la buena música de los ochenta.

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora