Capítulo 9. Vegas es adorable

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Olivia

—Livvy, habla más despacio, no entiendo nada. ¿Dices que ayer estuviste con el señor raro encerrada en su habitación porque te manchaste de salsa? —pregunta Becca, sosteniendo las bolsas de ropa que ha comprado.

—Sí. ¡Te lo puedes creer! ¡Y encima me caí sobre él! ¿Señor raro? No, Kyros, Becca, Kyros...

—¿Pero no decías que estabas sentada en una silla lejos de donde estaba él?

—Claro. Estaba sentada en la silla, pero después me acerqué.

—¿Por qué?

—¿Cómo que por qué? ¿Pretendías que debatiese a quinientos metros de él y le dijera lo que pienso desde el baño quizás?

—Nooo, pero podrías hacerlo desde la silla.

—Sí, tienes razón aunque, bueno, ¡qué más da desde dónde le hable! ¿Te puedes creer que dice que el amor es una ilusión de nuestra cabeza? ¿Quién no cree en ello?

—Pues gente como él. Raros.

—No es tan raro como todos creéis... Solo que...Solo necesita ser entendido.

—¿Entendido? El que es raro lo es siempre por mucho que entiendas, Livvy. ¿Por qué te acercas a las causas perdidas?

—Tú no eres una causa perdida, Becca, además, nadie lo es.

—¿No? ¿Y qué me dices del vecino que teníamos? Te hiciste su amiga y él tenía ochenta años... Era una causa perdida. Siempre estaba de mala leche, enfadado y con cara de amargado.

—Pues no, no era así. Recuerdo que las tardes que pasaba con él me enseñaba muchas cosas y era amable. Gracias al señor Roberts aprendí todo lo que sé sobre náutica.

—Oh, vamos, Livvy, incluso si la persona menos lista del mundo te enseña lo más mínimo, tú sacarías algo bueno. ¿No te das cuenta? Ellos son una causa perdida y tú alguien que ve todo en nadie —me recuerda con una expresión muy elocuente, a la vez que voltea sus ojos—. ¿No sabes que pasó cuando murió? Les dejó un montón de basura a sus hijos.

—Eso es porque no sabían verle... A mí me regaló su colección de bolas de cristal antes de que le diera el ataque al corazón y eran sus pertenencias más queridas por él. Eran de su esposa que murió hacía varios años y por eso actuaba así.

—¿Era un gruñón por las bolas de cristal? Si no fuera por ti, Roberts hubiera muerto mucho antes.

—No, Becca, lo era porque extrañaba a su mujer, la señora Colton. Si sus hijos le hubieran dado amor en su peor momento, lo más probable es que no hubiese acabado de ese modo —respondo.

—¿Comido por su propia mierda?

—Para él no era mierda, Becca, todo depende de los ojos por los que mires las cosas. Eran sus pertenencias y tenían un valor aunque nadie lo supiera ver. Eso era lo único que tenía.

—No querrás admitirlo, pero la realidad es esta. Buscas a las causas perdidas... —insta Becca—. Eres un imán para ello. En cuanto veías un niño solo a la hora del almuerzo, tú ibas y le hacías compañía aunque no te hablara. Cuando teníamos que hacer trabajos escolares, ahí estabas tú escogiendo al estudiante que más le costaba concentrarse. Defendías a los que los demás insultaban como en el caso de Tessa y si encontrabas algún animalito en peligro, ya ibas allá para rescatarlo y llevártelo a casa, Livvy, y la mitad de animales que tenéis tu familia son los que recogiste de la calle —enumera—. A Vegas le falta un ojo y daba mucho repelús, pero tú te empeñaste en cogerlo. Que adorable —dice imitando mi voz.

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora