Capítulo 6 (parte 6)

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Esto es lo que quiero. Quiero estar con él, con nadie más. Ya me lamentaré a la vuelta de todo lo ocurrido. Por una vez en mi vida quiero pensar en mi misma y en mi felicidad. Y sé que esto me acabará destrozando, que me hundirá. Siempre pongo por delante la felicidad de los demás antes que la mía. Y esta vez quiero ser egoísta. Esto no está bien. ¿Pero por qué se siente tan jodidamente correcto? ¿Por qué siento que será la mejor semana de mi vida? Siempre he soñado estar con él, pero tengo miedo. Tengo miedo de enamorarme perdidamente de un hombre que sólo me quiere follar.

Unas lágrimas se escapan de mis ojos pillándome desprevenida. ¿Qué me está pasando? Me aparto del pecho de Christian y me levanto, escondiendo mi rostro gracias a los pelos que se pegan a mi cara.

Me apoyo en la pared, dejando que la cascada de agua me refresque. Aparto el pelo que cubre mis mejillas y lo echo hacia atrás. Necesito un corte de pelo, es una maraña sin sentido.

—Alba...

—Christian, da igual. —le digo con los ojos cerrados.

Siento sus manos en mis hombros, apretándolos delicadamente. Sus manos empiezan a masajear esa zona, mis músculos de destensan a su paso. Dejo caer la cabeza contra la pared, nunca me había sentido tan relajada. Su boca ataca mi cuello, absorbiendo cual vampiro. De mi boca salen silenciosos suspiros, implorando por más.

—Te follaría toda la noche sin parar, te lo juro. Sólo con verte ahí con los ojos cerrados, esperando a cuando será el momento en el que te folle, me pone mucho. —Su boca sube por mi cuello, lamiendo y mordiendo. —Tu boca entreabierta, esperando la mía. — Su dedo pulgar repasa el contorno de mis labios, y mi boca lo rodea, pasando la lengua a su alrededor.

Su dedo desaparece de mi boca y espero, pero no pasa nada. Abro los ojos y los suyos me miran con diversión. ¿Qué le resulta tan gracioso?

—Tenemos que coger dentro de unas horas un vuelo, nada de follar ahora señorita. — dice mirándome seriamente.

—Estoy muy caliente. ¿Vas a dejar que me valla a dormir así?— Digo abriendo el coño, quiero que vea la humedad que sale de mi.

Se abalanza sobre mi, sujetándome los brazos detrás de la espalda.

—Me haces daño.— susurro.

—Mi polla va a reventar sino te estás quietecita.— susurra en mis labios, mirándome amenazadoramente.

Me suelta las manos, y me masajeo las muñecas. Unas marcas rojas empiezan a aparecer en mi piel. Maldita sensibilidad.

Me tiende un bote de champú y decido dejarme de juegos. Extiendo el champú a lo largo de mi pelo, frotándolo hasta que una fina capa de espuma empieza a verse. Y mientras lo lavo, más ganas tengo de hacerme un cambio de look. Está demasiado largo y a la hora de desenredarlo es una pesadilla.

Con el pelo aclarado, observo como Christian se lava el cuerpo. Sus fuertes manos se pasean por su vientre y descienden hasta su miembro erecto. Me pilla mirándole y aparto la mirada, sonrojada.

Procedo a lavarme el cuerpo, después de dos rondas desenfrenadas de sexo era algo esencial.

Una vez lista salgo de la ducha y Christian ya está fuera con una toalla atada a su cintura. Su erección es más que evidente debajo de esta, por lo que veo el agua fría no le ha ayudado a bajar el calentón.

Me envuelve en una suave toalla, y siento estar en el cielo con el contacto de ésta. Y entre las nubes recuerdo que no tengo nada que ponerme, ni siquiera tengo la maleta preparada.

—Necesito irme a mi casa.— le digo mientras me dirijo a paso rápido a su habitación, intentando divisar algo que ponerme.

—Alba, son las... ¿4 y 37 de la mañana? ¡Joder! — coge una camiseta de una cómoda y me la tira. La cojo al vuelo y le miro sin entender.

—¿Pretendes que me vaya solo con una camiseta?— le digo levantando una ceja.

—Alba vas a quedarte aquí y meterte en...

—Necesito irme a casa. Tengo que preparar la maleta.

Me mira alzando los ojos al aire mientras se pasa una mano por el pelo mojado. Creo que no es consciente de que ese simple gesto lo hace ver aún más sensual de lo que es. Y mi corazón está de acuerdo al acelerarse tan rápido.

—Alba, te he comprado algo para que te pongas mañana. Y no tienes que hacer la maleta, no hagas más preguntas.—No puedo evitar entrecerrar los ojos. Coloca una mano en mi mejilla,acariciándome con el pulgar.— ¿Tan difícil es dejarte llevar? No pienses en nada, sólo en nosotros. Piensa en el placer que te inundará esta semana. Cada noche caerás exhausta en la cama, y te levantarás rogando por más.—Sus labios besan la comisura de los míos. —Nunca estarás saciada, siempre querrás más y más.—Agarra la toalla y la tira al suelo. —¿Es esto lo que quieres?— Se despoja de su toalla y ante mí aparece su miembro, que sigue completamente erecto. Su boca desciende hasta mis pechos, dejando un rostro de saliva. Me agarra del culo y me tiende sobre la cama. Su boca sigue descendiendo por mi vientre. ¿Quieres sentir mi polla dentro?

¿Quieres gritar, preciosa?

Sus manos acarician mis caderas, mientras siento como su boca se aproxima a mi coño. Su lengua recorre toda la extensión de este, y yo me agarro a las sábanas conteniendo un gemido. Su lengua provoca milagros.

Se levanta de encima mía y se dirige hacía la cómoda y saca un pijama. Me tira la camiseta y me insta a que me la ponga. Le miro con cara de no entender nada. Hace un segundo estaba a punto de proporcionarme sexo oral y ahora está tan tranquilo poniéndose el pijama.

Me pongo la camiseta azul cielo, sin rechistar. Me meto debajo de las sábanas y me pregunto porqué se pondrá pijama cuando antes dormía en calzoncillos.

—Buenas noches, Alba.

Y se va, dejándome durmiendo sola.

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