Capítulo 7 (parte 2)

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El ruido de Londres me recibe en una sorprendente mañana calurosa. Camino con cuidado de no matarme con los taconazos de aguja. Pienso que unos simples tennis negros también hubieran quedado bien con el mono. Ni siquiera sé si esto me queda bien, evité el contacto con todo espejo de la casa de Christian.

En internet había encontrado una peluquería a tan sólo 10 minutos de su casa, y por las reseñas de las personas debía de ser realmente buena.

Cuando casi estoy llegando a la peluquería, veo a un maravilloso chico vestido con unos vaqueros y una camiseta blanca, abrigado por una chaqueta marrón oscuro. Camina de un lado a otro con sus desgastadas converse negras, y en su tercera vuelta tropieza con una hermosa rubia. Los dos se ponen nerviosos y yo sonrío ante tal encuentro inesperado.

Dentro de la peluquería el ruido de secadores y conversaciones llenas de chismorreos llegan a mis oídos. Una despampanante morena me recibe en recepción, atisbo como de mira de arriba abajo, mordiéndose los labios. Toso, para devolverla a la realidad. Qué me mire de esa manera no me incomoda como creo que debería hacerlo.

—Buenos días señorita. ¿Tiene cita?—dice sonriendo amablemente.

—Buenos días. La verdad es que no tengo cita, pero necesito ayuda con este nido de pájaros.

La morena estalla en carcajadas y me indica que la acompañe.

Cruzamos una puerta y nos encontramos en un enorme salón, con muchos puestos donde cada peluquero trabajo frenéticamente.

—Joseph acaba de terminar con una clienta y estoy segura que le encantaría atenderte.

Nos detenemos al fondo del salón y un hombre de alrededor de 40 años nos mira sonriente. Lleva un uniforme negro y su rostro está marcado por un gracioso bigote negro.

—Alba Black, ¡ Qué alegría tenerte aquí!— Me da dos besos y en mi cara tengo una expresión de no entender nada. ¿De qué me conoce este hombre?- Tu madre me ha hablado mucho de mí de ti.

Vale, asunto asunto aclarado. Mi madre tiene que ir dejando de enseñar fotos de mi por ahí.

Me siento en el cómodo sillón y Joe posa sus manos sobre mis hombros. A través del espejo veo como observa con una cara de horror muy poco disimulada mi pelo. Ya sé que es un espanto, pero por lo menos podría fingir que no está tan mal.

—Necesito un cambio.

Y la enorme sonrisa que resplandece en su cara me indica que va a ser una larga mañana en la peluquería. Estoy jodida.

Tres horas y 27 minutos más tarde para ser exactos, Joe acaba con lo que declara su mejor obra maestra. Me han cortado la melena, teñido, maquillado, hecho la manicura y pedicura. En resumidas cuentas, un absoluto infierno para mí. Llevaba casi dos años sin pisar una peluquería y a Joe por poco le da un infarto al ver lo estropeadas que tenia las puntas. Exageración pura y dura, aunque tenia un poquito de razón, pero nunca se lo confesaré.

Aún por encima de estar en el lugar más aburrido del mundo, me había llevado a una sala donde no había ningún espejo, por lo cual en ningún momento había podido ver el proceso. Y para mayor inri me había pedido/ obligado a cerrar los ojos, como consecuencia dormirme fue mi única opción.

Joe me había recogido el pelo en una coleta por lo que al abrir los ojos no pude notar el cambio, sólo que el pelo estaba mucho más corto, por encima de los hombros.

Salimos de la sala y en medio del pasillo aparece Christian. En su rostro aparece una inmediata expresión de asombro. que está. ¿Que me han hecho? En mi mente recreo una horrible imagen del resultado. Sabía que era una locura, pero tampoco tanto.

Joe se va dejándonos solos, plantados en medio del pasillo. Me cruzo de brazos, sin saber qué hacer.

Christian camina lentamente hasta que nuestros zapatos de rozan. Veo como dirige su mano derecha a mi nuca y me desata el pelo. Ante nosotros aparece una preciosa melena por los hombres de color negro. ¿Negro? Vale, esto si que no me lo esperaba. Agarro un mechón y me repito internamente que no es para tanto. Sólo es un color de pelo, nada más.

—Ese color te sienta de maravilla, es realmente asombroso lo bien que te queda con ese conjunto.— Me pilla desprevenida empujándome contra la pared.— Estoy deseando que llegue esta noche para arrancarte ese jodido tanga negro. —Susurra mientras mis mejillas se ponen coloradas por millonésima vez.— ¿Por que lo llevas puesto, verdad? Me sentiría muy decepcionado si no fuera así.

—Si. — susurro tan bajo que no soy consciente de si lo ha podido escuchar.

Giro al cabeza hacía la izquierda y veo mi reflejo a través de un espejo del fono del pasillo. ¿Esa soy yo? Me queda maravillada observando mi nuevo aspecto. Con este corte parezco muchas más madura y elegante, aunque la el conjunto que llevo ayuda mucho. No quedaba tan mal como me imaginaba en mi mente. Y por una vez me gusta lo que veo, lo que siempre había querido ser.

Christian me agarra la cara y hace que le mire a los ojos. En ellos toda diversión ha desaparecido.

—Una vez que bajemos del avión serás toda mía, de nadie más. No puedo prometerte enseñarte París, porque en lo único que pienso es en fundirme en ese coño— Su boca se lanza a mi cuello y empieza a darme ligeros besos hasta el lóbulo.— durante horas, días, semanas. — Su aliento caliente provoca que mis pezones se pongan erectos.

—Sólo quiero ser tuya. Quiero que me folles aquí mismo.— exclamo dejándonos a los dos sorprendidos. — Christian... verás.. yo.... yo... —titubeo, cerrando la boca.

—Alba no tienes porqué avergonzarte.

—Pero yo...

—Calla.

Y su boca busca la mía, desesperado. Giro mi cara, dejándole sorprendido.

—Eso no te lo esperabas, ¿verdad? Eso te pasa por dejarme sola y necesitada en tres ocasiones. Yo de ti me lo pensaría mejor la próxima vez.

Le aparto de un empujón y camino, alejándome de él, y posiblemente dejándolo tan descolocado, como sorprendida estoy yo por lo que acabo de hacer. ¿De dónde ha salido esta Alba? ¿Será el nuevo cambio de look? No lo sé, pero no me gusta esta nueva actitud.

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