No puedo dormir, no sabiendo que Christian está enfadado por algo. Doy vueltas por la cama intentando olvidar el tema, pero este vuelve al cabo de unos segundos haciendo imposible que concilie el sueño con morfeo. Tampoco ayuda que tenga un creciente fuego en mi coño y que este no decida irse. Puedo masturbarme, pero sin ellos no será lo mismo.
Enciendo la lamparilla de la mesilla dándome por vencida. Me levanto de la cama y cojo un pantalón corto para ponerlo por encima del bodie rosa. Entre toda la lencería es lo más normal que he encontrado para poder dormir cómoda, pero por lo que veo no sucederá.
Salgo de la habitación en dirección a la habitación de los dioses griegos. Me paro en medio del pasillo respirando agitadamente. Puedo hacerlo. Necesito hablar con él de una vez por todas. O puede que para que me folle solo cómo él sabe. Muevo los pies intentando hacer el menor ruido posible, y me apoyo en el resquicio de la puerta.
Christian está jodidamente sensual con sus gafas negras de pasta leyendo algún libro sobre política de eses que siempre devora cuando tiene tiempo. Recuerdo haberle regalado uno hace unos años y se emocionó muchísimo. Era la primera vez que me había dado un beso en la mejilla un chico que me gustaba. Esa noche no pude dormir, y ahora me encontraba en la misma situación; sólo que no sabia como arreglar la causa.
—¿Puedo pasar? —susurro nerviosa.
¿Qué pasa sino quiere verme? No puedo seguir así más tiempo. Se encoge de hombros sin mirarme y sigue leyendo su libro sin prestarme atención. Bueno, por lo menos no me ha largado de su habitación. Entrelazo mis dedos sobre mi regazo sopesando cuales serán las palabras exactas para comenzar ha hablar. Me subo encima de la cama y me arrodillo a su lado, sin tocarle. Noto como el calor me abrasa notando la escasa distancia que hay entre su cuerpo y el mío. Él no parece inmutarse y pasa de página para proseguir con la lectura.
Después de unos momentos, no puedo más. Este silencio me está matando lentamente. Le arrebato el libro de las manos y Christian me mira furioso. No me gusta nada la mirada que me dirige, pero por lo menos sé que se ha dado cuenta de mi presencia.
—Alba, será mejor que me devuelvas el libro ahora.— exclama intentando parecer calmado. Miro nerviosa el libro entre mis dedos y lo oculto detrás de mi espalda. Es ahora o nunca.
—Hablamos, a cambio del libro.— digo intentado que algo de mi alegría se le contagie.
—Azotes, a cambio del libro.— exclama enseñándome su mano.
Me pongo roja como un tomate y niego nerviosamente con la cabeza. ¿Por qué coño eso que me ha dicho me ha puesto tanto? Me borro esa imagen de la cabeza. Por mucho que quiera jugar, necesitamos hablar. Le miro seriamente y dejo el libro a mi lado.
—Sólo quiero saber porqué estás tan enfadado. Esta tarde estabas sonriente y después...— mi voz se desvanece poco a poco sin entender nada de la situación.— ... estabas enfadado, como si alguien te hubiera amargado ese día que tan especial había sido para mí.—digo tristemente jugando con los dedos de nerviosismo.
—¿Ahora te acuerdas de mí?— dice recostándose en la cama mirando el techo. Coloca el brazo derecho detrás de su cabeza, y yo me quedo quieta en la misma posición.
Le miro con el entrecejo arrugado. ¿De qué demonios está hablando?
—Christian, no entiendo que me quieres decir ...— digo pasando un mechón de mi pelo por detrás de la oreja.
Cierra los ojos durante un rato y cuando los abre me asusto. Sus ojos llamean duramente con una rabia contenida que no sabía que se estaba guardando. Espero a que abra la boca y me responda, pero parece estar debatiendo consigo mismo si hablar o no.
ESTÁS LEYENDO
Mi Perdición
RomanceCuando lo vi supe que sería mi perdición. Era el hombre que cientos de escritoras describían en sus libros y era mucho mejor de lo que me imaginaba. ¿Sabéis cual es la parte más increíble? Es escritor y acaba de publicar un LIBRO ERÓTICO. ¿Lo peor...