Capítulo 12 (parte 2)

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De pronto me siento aún más desnuda que cuando ambos lo estábamos. Me siento y me abrazo a las rodillas. Por lo menos mis zonas íntimas están cubiertas. James me devuelve una sonrisa que no me gusta nada. ¿Qué es lo que está pasando por su cabeza en estos momentos?

—Cuando follamos toda timidez desaparece de tu cuerpo. Te dejas llevar y cumples todo lo que queremos. Pero...— se queda pensativo y me mira de arriba abajo.— en el momento que el sexo termina, la sonrojez vuelve a cubrir tu rostro, y no es debido al calor que te acabamos de proporcionar, sino a la vergüenza de estar desnuda delante de nosotros.— Coloca ambas manos en su cadera y me quedo embobada viendo como sus bíceps se contraen.— Apuesto todo el dinero de mis cuentas bancarias a que ahora mismo sientes vergüenza porque yo estoy vestido,— baja la vista a sus bóxer y sonríe de lado—, bueno, a que mi zona gloriosa no está a la vista, y tú estas completamente desnuda delante mía.

Coloco un mechón de pelo detrás de mi oreja y noto como estas arden. Vale, ahora mismo debo estar rojísima de la vergüenza. ¿Pero a dónde quiere parar con todo esto? Le miro con confusión y escuchamos la voz de fondo de Christian hablando por teléfono. ¿Requerirán su ayuda en el bufete? Al fin y al cabo es uno de los mejores abogados de todo Londres.

—Levántate, Alba.— aparto la mirada de la fornida espalda de Christian y dirijo mis ojos de nuevo a James.

En su tono de voz no detecto ningún tipo de orden, me lo ha pedido amablemente. Me levanto del suelo sorprendida y me pregunto porqué coño me he tenido que volver loca por dos hombres tan jodidamente difíciles de entender.

Intento cubrirme, pero parezco ridícula.

—¿Qué se supone que tengo que hacer?— digo intentando olvidarme del tema de que estoyvdesnuda delante de él. Necesito relajarme. Respirar tranquilamente. Me va a dar algo.

—¿Tú que crees, Alba?— exclama pasándose una mano por su pelo revuelto.

¿Por qué coño tiene que estar tan pecaminosamente bueno? Su cuerpo invita a saltarse los siete pecados capitales.

Le miro con los ojos entrecerrados. ¿Qué podría hacer yo para que fuéramos a visitar la ciudad? Sino es sexo, ¿qué otra cosa puede ser? James se gira y camina lentamente hacia la ventana y se queda observando el exterior. Espera un momento. ¿Quiere qué...? No, eso no tiene ningún sentido. ¡Ay madre! No, no, no, no, no.

Me agarro la cabeza con ambas manos intentando sacar esa absurda idea de la cabeza, pero en realidad tiene todo el sentido del mundo. Mierda, mierda, mierda.

—James..— pronuncio su nombre y gira el rostro hacia un lado esperando lo que sus oídos tanto ansían por escuchar salir de mi boca.— ... tengo que salir desnuda a la terraza, ¿verdad? — La sonrisa de medio lado que se dibuja en su cara confirma todas mis sospechas.

Joder, ¿cómo se supone que debo hacer eso?

—Cuanto antes lo hagas, antes podremos irnos. Y te juro por dios que como no lo hagas te vamos a follar toda la jodida tarde, sin descanso. Créeme, estaremos listos. No sé que coño tienes que hace que estemos con el falo erecto todo el día.

Cierro los ojos saboreando sus palabras en la punta de mi lengua. Ya puedo notar la humedad de nuevo en mi coño. Desde que los conocí estoy caliente con el mas mínimo roce de ellos, con sus voces. Están despertando a la niña mala dentro de mí. Esa a la que no le importa pecar.

Su propuesta suena demasiado tentadora. Sé que podrían regalarme múltiples orgasmos, pero necesito conocer la ciudad. Siempre he querido venir y ahora que por fin estoy no me quiero perder la oportunidad.

Mi PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora