Me aprieta más contra su erección y yo abro mi boca en un gemido estruendoso. Quiero que me abra el jodido bodie y me reviente con su polla.
Asiento ligeramente con la cabeza incapaz de hablar y Christian sonríe socarronamente sabiendo el jodido efecto que tiene sobre mí. Me siento como una marioneta en sus manos. Haría lo que fuera para hacerle feliz aún saliendo que eso me podría hacer inmensamente infeliz a mí.
Christian me pilla desprevenidamente y me tira contra la cama poniéndose encima mía. Agarra mis manos y las aprisiona para que no pueda moverme. Por mi mente pasan miles de imágenes pensando en lo que podría hacerme en estos instantes teniéndome prisionera de sus deseos.
—Christian.— susurro mirándole sensualmente saboreando su nombre en la punta de mi lengua.
Me gusta pronunciar su nombre. Es demasiado adictivo lo que puede llegar a provocar.
—¿Qué quieres, Alba?— susurra besando sensualmente mi cuello.
Joder, quien diría que los besos en el cuello podrían ser algo tan sensacional.
Noto como su mano baja por mi cuerpo recorriéndolo con lentitud hasta que se posa por encima de mi coño. Aprieto los labios reprimiendo un gemido. Sólo con una caricia y ya me tiene al borde del abismo.
Christian ahoga un grito y yo le miro sin entender que es lo que ocurre.
—Preciosa, sabía que estabas caliente, pero no me imaginaba que tendrías un charco entre tus piernas.
Arrugo el entrecejo intentando entender las simples palabras que me dirige y en cuento bajo la mirada soy consciente de la enorme humedad que empapa mi coño. Joder, creo que esto ya no es normal. Me ponen demasiado. Me pone hasta su manera de hablar.
Espero a que introduzca sus dedos dentro de mí, pero no lo hace. Me vuelve a tocar de nuevo por encima del bodie y me muerdo los labios deseosa de que siga. Me dirige una sonrisa lasciva y se levanta de encima mía y vuelve a su posición anterior. Le reprocho con una mirada dejarme en este estado. Es como si estuviera borracha de él. Esta borrachera me durará de por vida. No quiero despertarme nunca de este sueño.
Christian oscurece su mirada y una sonrisa lasciva ilumina su perfecto rostro.
—Cuando el verano llegó a su fin, mi imagen también lo hizo. Cuando me miraba al espejo ya no veía a ese chiquillo delgaducho que era un pardillo. Ya no tenía media melena. Tenía el pelo corto algo alborotado. Había engordado bastantes kilos y todo se había convertido en puro músculo. Las facciones de mi rostro habían dejado de ser infantiles para convertirse en unas masculinas. Había dejado crecer la barba corta. Por primera vez me gustaba lo que veía delante de mí. Estaba deseoso de empezar el nuevo curso de la universidad, quería saber que opinarían los demás sobre mi nuevo aspecto. Y ese día llegó, y como me esperaba todo el mundo me observaba caminando por los pasillos. La gente susurraba entre si y yo sonría para mis adentros. Me senté en clase en el pupitre que utilizaba siempre y los susurros fueron incrementándose hasta que el profesor preguntó por Christian (apellido) y todos se quedaron callados. Nunca había habido tanto silencio en esa habitación hasta ese día. Me giré a lanzarles una sonrisa a todos y capté como la gente me miraba de manera distinta. Estaba tan irreconocible que no parecía el mismo. Delante de ellos ya no tenían a un pardillo, tenían a un hombre que no duraría en lanzar los puños al aire si hiciera falta. A partir de ahí todo cambio por completo, y de eso me encargué yo. Pregunté por los combates ilegales y rápidamente me introdujeron en ese mundo sin ningún problema. Era la comidilla de toda la universidad, por lo tanto también los sería de las apuestas.
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Mi Perdición
RomanceCuando lo vi supe que sería mi perdición. Era el hombre que cientos de escritoras describían en sus libros y era mucho mejor de lo que me imaginaba. ¿Sabéis cual es la parte más increíble? Es escritor y acaba de publicar un LIBRO ERÓTICO. ¿Lo peor...