—Como el diablo, ¿verdad? ¿Sientes que cuando estás conmigo tienes la tentación de adentrarte en lo prohibido? ¿En lo oscuro? Nena, puedo proporcionarte placeres que solo están permitidos en el mismísimo infierno.
Pasa su lengua por mis clavículas mientras me repito a mí misma que no se le ocurra mirar mis calzoncillos o estaré jodida. ¿Por qué me pone tanto que me llame nena? Su manera de pronunciarlo es arrebatadoramente sensual.
—Juegas sucio, Christian. Sabes que con esas palabras me tienes encendida en menos de cinco segundos.
Finjo molestarme, pero cuando tira fuerte de mi pezón no puedo evitar gemir.
—Alba.— exclama lamiendo mi pezón derecho y yo envuelvo mis dedos en su pelo empujándole más contra mi pecho.— Te gusta que te llame nena, ¿verdad? ¿Eso hace que se te humedezca el coño?— susurra sobre mis labios y pasa su lengua por mi labio inferior.
Se levanta de encima de mí y yo me quedo tumbada observando a ese hombre perfecto. Le sonrío mimosamente mientras veo como coge un cigarrillo de la mesilla y lo enciende. Arrugo el entrecejo preguntándome cuando Christian ha vuelto a fumar. Suelta el aire y yo agarro las manos a la sábana. Ahora mismo parezco una niña buena a punto de acostarse con el chico por el que se muere de amor.
Un bostezo se escapa ligeramente de mis labios y Christian me devuelve una sonrisa.
—¿Mi niña ya tiene sueño? — exclama soltando otra bocanada de humo.—¿Está demasiado cansada para dejar que la folle lentamente?
Asiento con la cabeza tumbándome boca abajo. La historia de Christian me ha dejado exhausta.
Un fuerte cachete en mi nalga derecha hace que suelte un fuerte chillido. Joder. ¿A qué coño ha venido eso? Me escuece el culo del dolor.
—¡¡¡¡CHRISTIAN!!!! — Exclamo furiosa girándome para mirarle.
Él me mira furioso mientras termina de fumarse el cigarro y camina hacia el baño. Escucho el ruido de la cisterna y supongo que habrá tirado el cigarro por el wáter. Cuando vuelve me mira gracioso tocándose la mejilla en la que le había golpeado.
—Así es como me gritaste hace años, como si estuvieras furiosa porque nunca te hacia caso.— exclama sonriéndome.— Ese día estabas tremendamente arrebatadora.— dice pasándose una mano por su pelo alborotándoselo.
—¿Y ahora no lo estoy?— exclamo pasándome las manos por los pechos, como si se trataran de una pluma que me roza. Christian aguanta la respiración y no aparta la mirada de esa zona.—¿Por qué no jugamos a un juego?— exclamo mimosa retorciendo un mechón de pelo entre mis dedos.
Christian se cruza de brazos y yo no puedo apartar la mirada de su gloriosa erección que parece que me gritara para liberarla de ese bóxer.
—Soy todo oídos, preciosa.— dice pasándose una mano imperceptiblemente por la polla.
—¿Por qué no fingimos que yo vuelvo a ser esa niña virginal que tiene ganas de pecar con su fantasía inalcanzable de adolescente?— exclamo mordiéndome el labio inferior mientras bajo mi mano por el vientre, pero me quedo a escasos centímetros de mi zona íntima.
Christian aprieta la mandíbula y me lanza una mirada de esas que me regalaba cuando era joven.
—Alba, para.— exclama apretando los puños a ambos costados.
Eso es. Enfádate. Vuelve a ser el Christian gruñón que hace que me moje tanto.
—¿Por qué? — pregunto curiosa. No entiendo que es lo que le está ocurriendo a Christian.
—No podemos.— sentencia caminando hacia la ventana y contempla el exterior dándome la espalda.— No sabes la de cosas que habría hecho en aquella época para tenerte.— exclama estralándose los nudillos y yo siento como la oscuridad vuelve a su cuerpo.
Se gira furioso y me mira sonriendo fríamente.
— Alba, estoy al borde de perderme, pero eso es lo que deseas.
No reconozco su voz, es como si estuviera poseído por el mal. Quiero que me enseñe como es en realidad.
—Cuando vuelva a entrar por esa puerta será como si volviéramos años atrás. Yo seré ese hombre que tratará de follarse a su niña de dieciséis años y tú... Bueno, tu manera de comportarte cuando estás conmigo no ha cambiado ni un ápice. Sé la Alba Black que tanto me pone.— exclama pasándose una mano por la polla. Me lanza una camiseta y me insta a que me la ponga.— Ponte la camiseta y acuéstate a dormir. Cuando menos te lo esperes empezará el juego.— dice recogiendo unas prendas y sale de la habitación.
Miro durante un rato el lugar por el que se ha ido, y obedezco su orden. Me coloco rápidamente la camiseta y apago las luces de la habitación. Me meto dentro de las sábanas. No sé cuanto tiempo pasa, solo sé que intento resistirme al sueño, pero poco a poco me quedo profundamente dormida.
Una sensual melodía se empieza a repetir en mis oídos y cuando soy consciente de que no se trata de un sueño abro los ojos lentamente parpadeando ligeramente cuando veo la luz de la lamparilla encendida. Habría jurado que la había apagado.
Alzo la mirada al fondo de la habitación y me llevo una mano al pecho asustada y empiezo a respirar agitadamente. Sólo se trata de Christian, me repito internamente. Pero en cuanto mis ojos se adaptan a la luz observo como Christian va vestido. Lleva un pantalón vaquero azul oscuro que se tornea perfectamente a sus musculadas piernas. Lleva una camiseta blanca ajustada y una cazadora de cuero negro a juego con unas converse del mismo color.
Me llevo una mano a la boca sorprendida. Es como si tuviera al Christian adolescente que tan loca me volvía, y que me sigue volviendo, delante de mi.
Una mirada oscura cruza su cara y me mira apretando los puños. Me paso una mano por la cara y es entonces cuando soy consciente. Este es el juego al que yo quería jugar. Volver a ser esa niña que suspiraba por él.
De pronto me pongo muy nerviosa cuando se acerca hasta sentarse en el resquicio de la cama. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Me he acostado con él varias veces. ¿Por qué siento como si en realidad nunca hubiera pasado nada entre nosotros? Tiene razón. Siempre me sentiré como una niña pequeña entre sus brazos.
Abro la boca, pero no sale nada.
—Alba, siento despertarte a estas horas, pero necesito tu ayuda. En menos de dos horas tengo un combate y no encuentro las llaves del coche. ¿Sabes dónde se pueden encontrar?— exclama mirándome dulcemente y yo me enfurruño por dentro.
Joder. El gilipollas si que sabe como meterse en el papel y embaucarme.
Niego con la cabeza, incapaz de decir nada. Christian me devuelve una irónica sonrisa mientras pasea sus dedos por su pierna.
—¿Puedes ayudarme a buscarlas? El combate es muy importante. Si todo sale bien me llevaré cincuenta de los grandes esta noche.
Casi me atraganto con la saliva. ¿Cincuenta mil? ¿Se puede saber cuanto dinero ganó en los combates?
Asiento con la cabeza. Al sentarme en la cama por poco me atraganto con mi propia saliva. Me pongo roja como un tomate.
—¿Estás bien, Alba?— exclama mirándome preocupado.
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Mi Perdición
RomanceCuando lo vi supe que sería mi perdición. Era el hombre que cientos de escritoras describían en sus libros y era mucho mejor de lo que me imaginaba. ¿Sabéis cual es la parte más increíble? Es escritor y acaba de publicar un LIBRO ERÓTICO. ¿Lo peor...