Capítulo 10 (parte 2)

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Llevaba meses teniendo sueños con un hombre. Hace que tiemble, que le necesite. Suspiro frustrada. Entrecierro los ojos intentando recordar su rostro. Nada. No logro ver su cara con nitidez, está borrosa. Sólo sé que tiene una barba de tres días. Mandíbula fuerte. Es el hombre de mis sueños, literalmente.

En esos sueños tienen lugar depravaciones que nunca había hecho ni tenia pensado hacer. Sé que la chica soy yo pero no me reconozco. Estoy desatada, no tengo límites.

Respiro hondo. Me hago un ovillo y me abrazo a mi misma. Me duermo, pensando en él. Señor X, así le llamo.







Unas suaves caricias recorren mi brazo provocándome cosquillas a su paso. Una carcajada se escapa de entre mis labios.

—Bésame.—susurro entre risas.

Mis ojos es como si no se pudieran abrir, como si estuvieran vendados y estuviera sumergida en una inmensa profundidad. Sus labios rozan los míos delicadamente, pero se alejan sin dejarme probarlos de la manera que más anhelo. Los besos bajan lentamente por mi garganta, acompañados de su lengua. Esa lengua traviesa que se dirige lentamente hacia mi pezón izquierdo. Me agarro con fuerza a las sábanas esperando por ese delicioso contacto.

Una luz cegadora provoca que me siente sobresaltada en la cama. Entrecierro los ojos intentando adaptarme a la luz que sale de la ventana. Christian se encuentra resplandeciente vestido simplemente con un pantalón de chándal gris. Su sonrisa traviesa se agranda aún más cuando baja la vista a mi cuerpo.

—¡Joder!— exclamo tapándome los pechos con la sábana. Me había olvidado por completo que anoche me fui a dormir completamente desnuda. Eso no es algo usual en mi.

—¿Ahora tienes vergüenza?—dice sentándose en el otro extremo de la cama con el cuerpo inclinado mirándome. — ¿Qué estabas soñando?—dice con ojos oscuros.

—Nada.— contesto mirando hacia otro lado, su pregunta me ha pillado desprevenida. ¿Qué sabe él sobre mis sueños con el hombre desconocido? ¿He pronunciado su nombre el voz alta?

—¿Nada? Te he acariciado el brazo y de tu pequeña boca delicada empezaron a salir gemidos. ¿Tú ha eso lo llamas nada? Te ponga cachonda incluso dormida, tu cuerpo me reconoce, me anhela, me echa de menos.

Mis mejillas se encienden por la vergüenza causada de sus palabras. No me puedo creer que hasta en sueños con una caricia consigan ponerme cachonda de tal manera.

Suspiro tranquila. No sabe nada del Señor X. Ni siquiera sé si ese hombre es real o solo producto de mi imaginación, pero algo me dice que le conozco. Decido olvidarme sobre ello por el momento.

Dirijo mi mirada hacia sus labios y dejo que la sábana resbale hasta mi cintura, dejando mis pechos libres. Se muerde el labio inferior y convierte su mano derecha en un puño.

—¿Por qué no vienes aquí y continuamos con el sueño tan placentero que estaba teniendo? Quizás necesites una venda. En el sueño estaba a tu completa merced. — susurro de manera lasciva provocándole. Me he levantado muy cachonda y necesito liberarme.

—¿Estabas atada? — exclama con una mirada oscura que no había visto anteriormente.

—No.— digo sin pensármelo dos veces. ¿A qué ha venido esa pregunta?

El humor de Christian cambia de repente, como si le hubiera molestado mi respuesta. Su expresión no tiene ninguna pizca de humor ni de pasión.

—Te he traído algo para que te lo pongas mientras no traen tu ropa.—dice señalando la pequeña mesa de cristal donde se encuentran una camiseta gris y algo que parecen ser unos calzoncillos.— Por cierto, se me olvidaba.— Se dirige al bolsillo delantero del chándal y quita un móvil plateado.

Mi móvil. Lo tira sobre las sábanas y acerco mi mano hasta cogerlo. Enciendo la pantalla y en esta aparecen marcadas las 8:15 de la mañana. Miro la pantalla como si acabase de ver a la niña de la curva. Me vuelvo a tumbar en la cama, anoche nos acostamos demasiado tarde. Aún estoy cansada.

—¿Qué haces?— exclama Christian.

Cierro los ojos y me preparo para dormirme. Si me quedo callada seguro que se irá y me dejará dormir aunque sea solo una hora más. No estoy acostumbrada a dormir solo cuatro malditas horas.

—Tienes que hacer ejercicio. Levántate ya.— ruge.

Abro los ojos enfurruñada y le lanzo una mirada furiosa.

—Tienes que estar loco si piensas que a estas horas voy a hacer ejercicio. Me voy a levantar, pero para comer. De pronto me han entrada unas inmensas ganas de comerme bacon. Este cuerpo reclama una buena follada y como no la va a recibir, pues me tendré que conformar con comer. ¿Por qué no vais vosotros a ejercitar esos cuerpos de dioses griegos?

—Alba, con que no te levantes ya te voy a dar una buena follada contra esa ventana para que nos vean los vecinos.— exclama con los puños cerrados a su costado.

—Sé que no lo harías.— digo divertida.

Sus manos empiezan a bajar el pantalón del chándal y levanto las manos rindiéndome.

—Vale, me rindo. Haré ejercicio. Pero a cambio quiero bacon.— digo señalándole amenazadoramente con un dedo.

—¿No prefieres comernos la polla? — exclama agarrándose el bulto que ya empieza ha hacerse notar a través del pantalón. Mis ojos se abren como platos y me quedo callada sin saber que decir. Joder, siempre me pilla con la guardia bajada.

—Tienes 5 minutos. Estaremos en la habitación del fondo del pasillo.— dice saliendo por la puerta y dejándome boquiabierta.

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