Capítulo 2

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Esta mañana me había levantado con una sonrisa estúpida en mi cara. Afuera hacia sol y había planeado llevar de paseo a mi sobrino Alexander. Ayer a las ocho, Mark, puntual como siempre, me había traído a su bebé como había prometido. Después de darle el biberón al pequeño, se quedó dormido entre mis brazos. Decidí ir a la habitación de al lado y traer la cuna al mío; no soportaba que durmiera en otra habitación, por si se despertaba en medio de la noche llorando y yo no lo escuchaba. Durmió toda la noche del tirón, lo cual le agradecí porque estaba inmensamente cansada. 


Después de bañar al bebé y vestirlo, lo volví meter dentro de la cuna para que jugara con su osito Teddy. Al acabar de ducharme me sentía más relajada y ahora me encontraba enfrente de mi vestidor decidiendo que ponerme. Otro día cualquiera me hubiera puesto unos jeans con una camiseta y mis inseparables converse, pero por una extraña razón hoy quería vestir distinta. Mi abuela todas las semanas llegaba con prendas de ropa nueva, de diseñadores que nunca había escuchado, creo que con la intención de que algún día decidiera probarme algo.

Mi padre se había jubilado unas semanas atrás, más que nada porque se lo había pedido mi madre. Él solo consiguió con esfuerzo crear unos de los bufetes de abogados más importantes, Johnson Law, que contaba con más de 80 oficinas en varios países alrededor de todo el mundo. Le había pedido a Mark que se hiciera cargo de su bufete en Londres, pero este no quería convertirse en presidente de la empresa, por lo que mi abuelo estaba buscando a alguien que lo sustituyera. Sabía que no le daría ese puesto a cualquiera, le había costado mucho hasta conseguir tener uno de los bufetes más reputados.

Ganaba tanto dinero que estaba segura que bastaría para que algunas de nuestras próximas generaciones no trabajasen.

Pero esto era algo que a mí no me gustaba, odiaba gastarme dinero que no era mío. Compraba la ropa que me hacía falta, por eso mi madre se encargaba de llenarme los vestidores de prendas que ella sabía que yo no quería. Pero no había quien la parara.

Casi me da un ataque al ver los desorbitados precios que ponían las etiquetas. ¿Cómo, una simple camiseta blanca podía costar 300 libras? Al final me decanté por una falda con una blusa y unas botas kilómetricas marrones de Tom Ford. Al fondo del vestidor me llamó la atención una manta-poncho de la firma Burberry. Preferí arrancar la etiqueta sin mirar el precio, estaba claro que no estaba acostumbrada a este nivel de vida, y nunca lo estaría.

Me miro en el espejo y me gusta lo que veo reflejado. Me puse un poco de rímel en las pestañas y gloss en los labios. Me pellizqué las mejillas para que tuvieran un tono rojo y me dejé mi media melena castaña suelta. Bueno, estaba más decente que en otras ocasiones. A través del espejo vi un bolso negro que me llamo la atención y decidí cogerlo.

Fui hasta el escritorio y metí todas mis cosas dentro de él. Me acerqué hasta Alexander y le mecí entre mis brazos.

—¿Estás listo para dar un paseo, pequeñín? —Digo dándole un besito en su naricita.

Nos encontrábamos en mi librería favorita Black Widow. Siempre que entraba cerraba los ojos e inspiraba el olor a libros. Era el único lugar en el mundo donde sentía una paz absoluta. Solía venir una vez por semana a comprar libros; tenía tantos que no sabía si sería capaz de leerlos algún día.

Soy una de esas pocas personas a las que les hace ilusión que le regalen un libro, sobre todo si es erótico. Al principio me daba muchísima vergüenza leer estos libros, pero con el paso del tiempo me acostumbré a ello. Me gustaría poder ser como Emily y Lydia para hablar del sexo abiertamente; pero asumámoslo, seguiré siendo tímida hasta el día de mi muerte. No pude evitar acordarme de la agradable tarde de ayer con la loca de Emily e inmediatamente una carcajada se escapó del fondo de mi garganta. Seguramente hoy recibiría un mensaje de ella contándome lo bien que se lo había pasado con Christian anoche, practicando la escena de mi libro.

Por un momento sentí envidia. A mí también me gustaría encontrar a alguien a quien le gustara hacer realidad las escenas de mis libros eróticos y que no le pareciera una loca porque me gustaran ese tipo de cosas. Chicos como él había pocos y ella tenía la tremenda suerte de tenerlo a su lado. Yo había encontrado a uno y para mi mala suerte era el novio de mi mejor amiga Lydia. Ojalá pudiera ser tan feliz como ellas.

Esta mañana el establecimiento se encontraba bastante lleno por lo que caminar con el carrito y las botas de tacón, era todo un desafió. Cuando logré llegar a la zona de sección erótica, no puede evitar sonrojarme. Miré a mí alrededor por si alguien me estaba observando, pero cada persona seguía a lo suyo. Soy bastante paranoica. Tengo la sensación que cada vez que estoy en esta parte de la librería la gente me juzga. Me siento observada, como si estuviera ardiendo en llamas y todo el mundo a mi alrededor me mirara, pero como siempre, cada vez que miraba alrededor, nadie me miraba.

Saqué la lista de libros que tenía que comprar para leer este mes. ¿10 libros? Este mes no tenía muchos para leer. Con suerte me durarían 2 semanas. Era una devoradora de libros. No tardé mucho en encontrarlos y cuando estaba a punto de ir a pagar, recordé el libro de James. Recorrí con la mirada todos los libros, y después de 10 minutos de búsqueda no encontré ninguno con el nombre de James Hudson en la portada. Resoplé frustrada. A lo mejor sólo lo había dicho para reírse de mí y me sentí realmente estúpida. 


—¿Buscas algo en especial? — susurra una voz detrás de mí que reconozco al instante.

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Siempre respondo 🖤

Mi PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora