Capítulo 8 (parte 3)

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Al ver que no reacciono la vuelve a acercar a su cuerpo. Intento decir lago, pero las palabras no salen de mi boca. La sorpresa mezclada con el horror se proyectan en mi cara. Camino hacia atrás y choco contra el balcón. El frío de este hace que un escalofrío me recorra el cuerpo.

—James.—pronuncio despacio, temerosa. Las palabras gracias el escalofrío vuelven de nuevo a mi. Veo como este se acerca a mi aunque alejado unos pasos. Deja las copas encima del balcón, y yo siento como el aire abandona mis pulmones. Acerca su mano derecha a mi mejilla y me alejo unos pasos de él, no quiero que me toque.

—¿Qué se supone que haces aquí?—digo enfrentando a esos ojos azul grisáceo realmente furiosa. En mi mente se recrean miles de respuestas, pero las rechazo todas, ninguna tiene el más mínimo sentido.

—Es muy obvio, ¿no crees?—dice de manera chulesca.

—No entiendo nada.—digo mientras me agarro la cabeza desesperadamente dando una vuelta alrededor de mi misma.

—Joder, Alba. ¿Es tan difícil de entender?—exclama mientras alza los brazos en mi dirección.

—Si.—chillo. Sé que estoy exagerando con mi reacción, pero no me esperaba esto. Tenía planeado en mi mente todo lo que iba a pasar esta semana.

—¿A qué vienen esos chillidos?- exclama Christian acercándose a nosotros.

Me cruzo de brazos y le miro directamente a esos ojos marrón chocolate que unos minutos atrás tan encandilada me tenían. Ni James ni yo le respondemos. Joder. Estoy hasta de no enterarme de nada.

—Será mejor que entremos dentro. No quiero que los vecinos se inmiscuyan en la conversación.—dice mientras nos mira a James y a mi, en sus ojos puedo ver que está enfadado. Aún por encima tiene la cara de enfadarse. Son tal para cual.

Me alejo de ellos enfadada. Tengo ganas de romper algo. Me siento en el sofá donde había dejado el bolso y cojo mi móvil. Abro Safari y busco vuelos a Londres que salgan a ser posible esta noche. Escucho sus pasos, pero yo sigo a lo mio. Procuro no mirarles porque sino sé como acabará esto. El iPhone desaparece de mis manos y le lanzo mi mirada más furiosa a James. Intento quitárselo, pero veo como se lo guarda en el bolsillo delantero del pantalón. Me reta con la mirada o que se lo quite, pero en vez de eso me cruzo de brazos en el sofá, ignorándoles.

Debería largarme de aquí ahora mismo, dormir en un hotel y coger un avión a primera hora de la mañana. Pero en el fondo quiero saber que está ocurriendo. Jodida curiosidad de mierda.

—Alba deja que te lo expliquemos.

—¿Qué coño hace él aquí? — chillo señalando a James, sin importarme una mierda que ese gesto sea de mala educación y que mi voz se eleve unas décimas por encima de lo normal.

Los dos se encuentran sentados en el sofá de enfrente sin perder detalle de mi. No dicen nada, creo que esperan a que me calme. Pues van buenos.

—Hace unos días no te importaba tenerme cerca.— dice James guiñándome un ojo.

Yo me pongo muchísimo más furiosa y más roja provocado por la vergüenza de lo que acaba de decir.

—Eres un gilipollas.—digo y salgo corriendo del salón todo lo que me permiten los tacones.

Sin saber a donde ir, subo las escaleras hasta el segundo piso. Entre las distintas puertas veo una que tiene la puerta abierta. Las cortinas están abiertas y la luz proveniente del exterior alumbra la estancia. Un banco en la ventana al igual que uno de mi casa llama mi atención y me siento en el. Observo la majestuosidad de la Torre Eiffel mientras respiro hondo, tratando de no agobiarme. No entender nada me está volviendo loca.

Mi PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora