Capítulo 3

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«UNA BIENVENIDA POCO AMIGABLE PARA RETOMAR MI VIDA EN PROVIDENCE».

La noche transcurre lenta, más lenta de lo que deseo en verdad. No tengo sueño, -no podría dormirme si lo quisiera. No después del shock que fue despertarme y descubrir que volví a Providence. Todavía no comprendo como, ¿fue magia?, ¿fue ciencia?, ¿fue algo que hice?, o sólo tenia que pasar.

Después de la tomografía y los demás estudios, me trajeron de nuevo al cuarto. Las enfermeras cambiaron mi venda, y el doctor Braum comprobó que los puntos de sutura están cicatrizando. Luego pude comer algo, un puré de zapallo insípido, una porción de pollo cocido al vapor, y de postre, una gelatina de frutilla, que no tenia nada de sabor. O quizás, yo perdí las ganas de sentirle el gusto a las cosas.

Lucy me dejó sola después de rogarle que se fuera a casa a descansar. No lo hizo, sin antes asegurarse que la enfermera de turno pasara por mi habitación cada hora. Se fue prometiéndome regresar mañana, a primera hora del día. Ella me dio mucha pena, la noté agotada. No sólo es el cansancio de unos días atípicos, yendo de casa al Hospital, sino que también, es el cansancio de estos últimos meses transcurridos en vela, sin saber nada de mí.

Apenas tuvimos oportunidad de hablar. Pero, ¿qué le iba a contar?, qué les voy a decir, ¿qué papá tenia razón?, qué desaparecí en el tiempo. Qué viajé a un mundo paralelo al nuestro, y que viví en un pueblo casi destruido por las guerras. Que conocí otra realidad, y viví en peligro constante. Que me hice de amigos. Que me enamoré, me enamoré loca y trágicamente de un chico solitario, intrépido, un poco gruñón también, pero igual de perfecto para mi.

Yo, que había jurado nunca enamorarme, nunca desear, y nunca permitir que esos sentimientos entraran en mi vida, y vean ahora en que me convertí por amor. Yo, que estaba segura que no había ni la más mínima posibilidad de que alguien pudiera fijarse en mí. No después de conocer mi pasado, y mi séquito de miedos, fantasmas y depresión.

¡Nina, que tonta fuiste!, -me culpo inútilmente. Te creíste fuerte, te creíste ajena a los sentimientos. Construí un muro frente a mi que parecía impenetrable, pero al simple descuido, ese chico de mirada suspicaz y misterioso, lo derrumbó de un solo golpe.

Después del primer beso que le di a Adam, comprendí que solo había sido un impulso, una mala decisión. ¡Una maldita forma que encontré, para agradecerle todo lo que hacia por mí!. Pero en mi interior sabia que lo que sentía por él, no era amor, sino un cariño válido y genuino. Sí, ya lo sé, soy tan patética pensando de este modo, él no lo merece. Pero es obvio que soy un desastre.

Reconozco que el doc, me protegía, me consolaba, y me entendía, fue como un gran amigo, quizás más que eso. Me sentía querida y cómoda en su compañía, pero al mismo tiempo me odiaba a mi misma por no poder amarlo como se lo merecía. Estoy segura que él también se daba cuenta, y supongo que el tiempo nos iba a demostrar que lo nuestro no podía ser.

Lástima que yo me olvidé precisamente de eso, del tiempo. No me di cuenta que se me acababa, que se me escurría de las manos como granos minúsculos de arena. Estaba encaprichada negando mis verdaderos sentimientos, que perdí horas y días, ¡Noches enteras sin la persona con quien verdaderamente quería estar!

Las luces tenues del pasillo del hospital, se cuelan por debajo de la puerta. Voces susurrantes, pasos y el goteo del suero, se mezclan con los sonidos de afuera que entran por la ventana de mi habitación. Es el ruido típico de una ciudad despierta, que respira y está viva...

Sus vehículos, sus bocinas, sus escaparates, su música urbana, sus olores y sabores, y una vida nocturna que no es clandestina, tan opuesta a la vida en la Colonia. Cierro mis ojos cansados e irritados. Le echo la culpa a las malditas lágrimas que niegan detenerse, cómo si llorar a mares solucionara algo y ahogara todo este tormento que amenaza con consumirme otra vez.

BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora