Capítulo 12

9 2 0
                                    

«CUANDO ESTUDIAR SE CONVIERTE EN UN CAMPO DE BATALLA CONTRA LOS RECUERDOS».

Abro la puerta de mi cuarto y un aroma a vainilla y coco se siente por todos los rincones. Es el humo danzarín de los sahumerios que mi amiga sostiene entre sus manos. La veo caminar contorneando su cuerpo al ritmo de la música del cantante Jamaiquino que tanto le gusta.

—Perdón, Nina, puse mi cassette. Sabes que adoro a Marley.

Cierro los ojos y los acordes inevitablemente me transportan hacia la Reserva. El sonido de las ramas de los árboles chocando con el viento, las aves, el río corriendo, las chicharras. El zumbido de las flechas surcando el aire, su voz, su presencia... una lágrima irrespetuosa resbala por mi mejilla. Abro los ojos e intento secarla con el dorso de la mano, pero es inútil, mi amiga se da cuenta.

—¿Tú no querías volver, no es así?

Mi silencio le responde. Ahora es el recurso más poderoso que tengo para no explicar mi verdad, la única verdad.

—Creo que–y hace una pausa—Tú quieres regresar allí, ¿cierto?

Su revelación me hace un nudo en la garganta. Me observa unos instantes sin decir nada, luego se acerca y me abraza. Su calidez envuelve mi alma desvalida y nos quedamos unos minutos así, en silencio y abrazadas.

La tarde transcurrió entre apuntes, cálculos matemáticos, refrescos y música. Mientras yo estudiaba, mi amiga me arregló la mochila y me bordó con hilo rojo en una esquina del bolsillo la primera letra de su nombre. Intenté hablarle de él, de contarle algo, pero me arrepentí.

En cambio hablamos de muchas otras cosas. Del colegio, de los profesores, de la vuelta de mi hermano, del calor, de las vacaciones que se vienen, de todo y de nada en particular.

De vez en cuando la descubría observándome con detenimiento, y me hacia alguna pregunta con respecto a esa "K" bordada, pero luego ella misma me decía: "Ya sé, no me lo vas a contar". Pero a esta altura y sabiendo el don que tiene para intuir las cosas, creo que mi amiga tiene un panorama bastante claro de lo que me pasa.

Después de acompañarla hasta la puerta y despedirla con otro cálido abrazo, me preparé un baño. El agua fría calma la piel acalorada y también mi mente cansada. No imaginé que me costara tanto volver a estudiar, ¡maldición!, parece que la pérdida de memoria también se llevó lo que aprendí este año en el colegio. No cuento con mucho tiempo, así que después del baño, volví a los apuntes y a los resúmenes.

Habrá pasado como una hora cuando Lucy me llama. Bajo sin ganas, justo había logrado concentrarme en la segunda guerra mundial sin que se me cruce Kae por las páginas escritas, llevando medicinas a la frontera.

La cena transcurre igual de aburrida e incómoda que el almuerzo y el desayuno. Sólo la tevé emite sonidos que ninguno le presta demasiada atención. Observo a Jonas de reojo, su mano pequeña manipula el cubierto, separando el pollo de las papas en mitades exactamente iguales. Es curioso verlo comer y comportarse con tanta obsesión meticulosa.

La propaganda de un desfile de moda, me recuerda que descubrí mi mochila en el closet del cuarto de mamá. Si le pregunto ahora, voy a empeorar las cosas, pero tampoco puedo quedarme sin hacer nada. En definitiva, son mis pertenencias y no entiendo porqué me las esconden.

—¿Mamá, sabes que pasó con mi chaqueta y mi mochila? pregunté a una empleada del hospital y allí no están. Quiero recuperar mis cosas.

Ella y Lucy se miran, tan sólo fue un instante, pero lo suficiente para darme cuenta que va a mentirme. Si no la hubiera descubierto yo misma, habría creído realmente en sus palabras.

BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora