Capítulo 7

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«DE VUELTA A LA JUNGLA DEL COLEGIO».

Las calles de asfalto absorben los rayos de sol que son demasiado cálidos a esta hora de la mañana. Hay tantos vehículos, ruidos, estímulos y distracciones. Tanto caos, que me siento embobada. Y sí, no puedo negarlo, también estoy nerviosa. Volver al colegio y transitar por los pasillos de esa jungla, me provoca unas terribles ganas de salir corriendo en la dirección contraria.

El tráfico está cargado porque la Av. Principal se encuentra interrumpida. Esto nos demora, y la mayoría de los conductores se exasperan más de la cuenta. Todo me parece caótico, violento y tedioso. Las bocinas de los coches, el humo de los vehículos, las personas indiferentes que caminan apresuradas sin prestar atención, el griterío y el murmullo constante, propio de una cuidad.

Luego de unos veinte minutos, llegamos al Centro comercial de Providence, el epicentro de esta ciudad. El edificio de dos pisos abarca una conjunción de negocios, servicios, restaurantes, salas de cine, plaza de juegos para los niños, y aparcamiento propio. Admito que el lugar es extremadamente llamativo. Todos los jóvenes de Providence vienen acá y está de moda. Yo no encajaría aquí, donde debes seguir a las bandas de música que son la novedad del momento y vestirte como Cindy Lauper o Madonna.

Mamá aparca el Chrysler blanco frente a la entrada principal, que siempre está frecuentada por toda clase de tribus urbanas. Están los skaters, los Rockers, los hippies, los top, y los zombies que intentan pertenecer a alguno de ellos, -puedo incluirme en esta categoría.

—Suerte, Nina–me alienta Lucy del otro lado de la ventanilla, y entra al edificio.

Luego de recorrer tres cuadras, doblamos a la derecha y estacionamos el auto frente al "Instituto Cavendish". No es uno de los colegios de mayor excelencia en Providence, pero tiene cierto prestigio. Antes de bajar del auto mi madre se digna a hablarme:

—Si el director pregunta algo, deja que conteste yo. No quiero que perdamos esta oportunidad.
—Si–respondo.

El pulso se me acelera un poco. Siento que estoy muy cerca de un episodio de ansiedad y no quiero volver a caer.
"Piensa en él, Nina", piensa en él, -repito en mi mente y respiro hondo.

—Ah, y ponte el barbijo y no te lo quites durante todo el tiempo que estemos dentro del colegio.
—¿Eh?, ¡Pero mamá, no quiero!. Me da calor y además voy a parecer rara llevándolo.
—Ponte el barbijo, Nina. No me contradigas. No te conviene.

Maldigo en mi mente. La rabia me provoca ganas de llorar, pero me la aguanto. Busco el estúpido barbijo del bolsillo del vaquero y me lo coloco con bronca antes de bajar.

Al abrir la puerta del auto, el calor es agobiante y el aire caliente traspasa la tela de la mascarilla. Miro mi reflejo en el vidrio del auto, y me siento ridícula. Camino detrás de mi madre y caigo en la cuenta que estamos llegando a los primeros días de diciembre. Las clases van terminando y los que asisten son los que deben materias, los que se preparan para dar los exámenes finales, o los que vienen a vaciar sus casilleros. Recordar esto me quita un poco el estrés y los nervios por volver aquí.

Estamos en la entrada principal, un arco con el nombre, y la insignia del colegio, "Un sol amarillo flameante, sobre un fondo verde". Apenas lo cruzamos y  nos sumergimos en un mundo completamente diferente, con sus propias reglas, con sus propios códigos, sus espacios, y particular gente.

Llegamos al Lobby y nos acercamos a la mesa de entrada, nos atiende la secretaria de turno, una mujer de cabello castaño recogido en un rodete, que lleva una camisa de manga corta blanca, con la insignia del colegio grabada en la misma. Sus anteojos, de marco grande para su rostro redondo, se le caen al sonreírnos con exagerada amabilidad.

BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora