Capítulo 11

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«CUANDO LO DISTINTO ES VISTO COMO ALGO MALO».

La tarde pasa lenta, demasiado lenta para mi gusto. Mi madre, acompañada por la psicóloga, fue a buscar a Jonas. Lucy está encerrada en su estudio terminando el proyecto, y yo no hago otra cosa que morderme las uñas y caminar de un lado a otro. Estoy ansiosa, quiero hacer las cosas bien, pero siempre que lo intento, me sale todo mal. Además, no puedo salir de casa, estoy encerrada, confinada, castigada, -como quieran llamarlo.

Ivi vendrá mañana, me traerá el resto de los apuntes y quizás pueda hablar con ella. No poder contarle a nadie lo que viví, me está consumiendo.

Escucho estacionar el Chrysler en la puerta de casa y me asomo por la ventana llamando a mi hermana, ella también está emocionada. Deseó este encuentro, tanto o más que yo. Por fin estaremos todos juntos, -bueno, solo cuatro integrantes de la familia, claro.

Luego de unos minutos la puerta se abre. Entra mi madre primero, luego una señora delgada, cuya camisa clara con hombreras, -que, aparentemente, está muy de moda-, y pantalón de vestir negro, la hacen ver más alta, es sin dudas la psicóloga. Tras ella, una personita rubia y de ojos azules se asoma.

Reconozco su remera blanca, su short azul, y sus zapatillas Nike deportivas. Jonas, mi hermano menor, está ahí, parado en el umbral de la puerta, con la mirada sería y una bandita elástica entre sus dedos pequeños, que manipula ágilmente creando figuras. No puedo comprender como mi hermano de siete años, se volvió distante, callado y solitario.

Sin pensarlo, doy unos pasos hacia adelante y voy a su encuentro. Pero mi madre me detiene del brazo, negándome con la cabeza para que no me acerque más. Ella aceptó traerlo sin el consentimiento de su doctora y solo con la condición que yo haría lo que ella me pida. Según esa mujer desabrida, correr a abrazarlo no es exactamente lo más recomendable en estos momentos. La doctora me mira como si estuviera frente a un fenómeno al que tanto tiempo esperó conocer.

«Jonas no tolera el contacto físico con otras personas», terminó contándome mi madre anoche después de pedirle, rogarle en realidad, que me diga cuál es el verdadero problema que tiene mi hermano. Ahora él está aquí y camina atravesando la puerta casi sin voluntad propia. Apenas mira de reojo a mamá y a Lucy, luego se va por el pasillo hacia su cuarto, abre la puerta y entra.

¡Ni siquiera notó mi presencia!, me duele verlo tan indiferente, tan apagado, tan parecido a mí... Lucy suspira y saluda a la profesional. Luego se me acerca, me toma de la mano dándome unas palmaditas de ánimo, comprendiendo quizás mi desilusión y vuelve a su estudio.

—Nina, la doctora Leiva desea hablar contigo unas palabras—dice mi madre.

Resignada, me acerco a la mujer y la saludo intentando ser amable.

—Ven Nina, sentémonos aquí, y conversemos unos minutos tú y yo a solas. ¿Te parece bien?

Miro de reojo a mamá, que asiente con la cabeza, y luego se dirige a la cocina. Presiento que esta conversación tiene que ver más conmigo, que con Jonas. Sin ánimo de fingir interés, me siento al lado de ella y bajo la mirada. No quiero cruzarme con esos ojos inquisidores.

—¿Cómo estás?–pregunta observándome con detalle cada movimiento que hace mi rostro y mi postura corporal.
—Bien.
—Tu madre me contó que estás preparando las materias para rendir.
—Si.
—Ha sido difícil todo este tiempo, ¿no?

No contesto.

—¿Quieres contarme algo?, quizás si...,
—No.
—De acuerdo. ¿Sigues teniendo pesadillas?, tu madre me habló de ellas. ¿Aún tienes problemas para conciliar el sueño?–pregunta como si en verdad estuviera preocupada.

BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora