Capítulo 31

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«EL REFUGIADO DE OTRO MUNDO».

—Hola señora Bárbara. ¿Está Ivi?. Si, espero. Gracias.

Asomo mi cabeza por el pasillo hecha un manojo de nervios. No quiero que mamá sepa de esta llamada. Solo espero que mi amiga, -si puedo seguir llamándola así-, conteste pronto. Pasaron tres días desde el incendio del Centro Comunitario, y no sé nada de Kae.

Apenas pude dormir anoche. No podía conciliar el sueño, y cuando lo hacía, me despertaba sobresaltada por horribles pesadillas. Bajé dos veces al cuarto de baño, tentada por buscar un calmante, pero me arrepentí a último momento. No puedo caer otra vez en la dependencia de esas malditas pastillas.

Me mojo los labios con la lengua, mientras juego con el cable del tubo telefónico aguardando escuchar la voz de Ivi del otro lado. Durante estos días no pude acercarme a ella en el colegio. Megan pareciera que vigila cada paso que hago, no quiere que me vea Ivi o Mike, y no entiendo aún el porqué de su comportamiento.

Ivi tarda en recibirme, más de lo que deseo, e intuyo que no quiere atenderme. Si es así, puedo comprenderla. Fui una pésima amiga y quizás ya no pueda recuperar su confianza y amistad. Desilusionada, estoy a punto de colgar, cuando su voz, cortante y monosilábica, me dice:

—Qué quieres, Nina.
—Hola, Ivi. Perdón si te molesto, pero...
—Dime que quieres de una vez, porque debo irme. Me están esperando.
—Oh, bueno. Quería preguntarte si sabes algo de Kae. Cómo está él, ¿duerme en el refugio o?
—Tendrías que preguntárselo tú misma, ¿no lo crees?
—Tienes razón, debería pregúntaselo a él, pero no sé donde está. ¿Vos, podrías darme alguna dirección donde ir a verlo?

La duda la mantiene en silencio. Ivi es una persona bondadosa, pero también tiene su orgullo. No es fácil de persuadir.

—Escucha, Ivi. Necesito hablar con él. Sé que me porté mal. Cometí un error, pero no me castigues así. Por favor te lo pido, necesito encontrarlo– ruego tratando de convencerla.

Otro minuto más de escuchar solo el silencio. Luego me responde:

—Está bien, pero no te aseguro que siga allí todavía. Anota la dirección.

Busco un lápiz, papel, y escribo con apuro lo que me dicta ella.

—¡Gracias, Ivi!, me gustaría también que nosotras podamos
—Nina, ahora tú hazme un favor. No le hagas daño y no me llames más.

Luego cuelga dejándome realmente dolida por sus palabras.

Respiro hondo, más tarde me torturaré por la amistad perdida con Ivi, ahora leo la dirección que escribí con apuro en una hoja de carpeta. Creo reconocer el lugar, -al menos ubico el nombre de la calle. Con sigilo regreso a mi cuarto por el blazer del colegio, la mochila y vuelvo a bajar.

Es muy temprano, aprovecho que aún no se ha despertado nadie y decido ir a verlo antes del horario de entrada a clases. Se me ocurre también llevarle un par de cosas cómo prueba de redención. Así que tomo una bolsa y meto en ella frutas, pan de salvado, un paquete de galletas dulces, dos refrescos y unos dulces de la caramelera.

Guardo todo con prisa en la mochila, luego busco mis llaves. Estoy por salir cuando veo la billetera de mi madre sobre la mesada. Dudo unos minutos, después me acerco y me fijo cuanto dinero hay dentro.

Tomo todo el cambio y lo meto en el bolsillo de la mochila. Dejo la billetera donde estaba y me dirijo a la puerta de casa. Pero me sorprendo cuando veo a Jonas descalzo, parado frente a mí, y con el cachorro en sus brazos.

Me mira desconcertado, y temo que malinterprete las cosas. Entonces me acerco, y me inclino hasta llegar a su altura.

—Hola, Jonas. Necesito pedirte un favor–le susurro, mientras saco una hoja del anotador y escribo con letra que sea entendible, un mensaje—Entrégale esto a mamá cuando despierte.

BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora