«LLEGAR A TI ES MI META, NO IMPORTA EL CAMINO».
Todavía me duele el cuerpo, la caída fue dura y arriesgada, podría haberme roto un hueso, o la cabeza. Creo que está vez tuve mucha suerte. Pero era esto o tener que acompañar a Staler, y eso significaba mi muerte, y despedirme para siempre de ella.
Mis oídos zumban, estoy mareado, apenas puedo mantener los ojos abiertos y respiro con agitación. El aire aquí es más ligero y caliente. Los sonidos son confusos, mi cuerpo se siente pesado, y aun tengo los grilletes puestos.
Me incorporo de a poco, tambaleando. Me acosan un remolino de pensamientos, de sensaciones en el cuerpo, y sobre todo, de preguntas. Intento aclarar mi mente, respirar lento e ir despacio. Pero me es imposible, siento el corazón latir con frenesí, y la cabeza creo que me va a estallar.
Mi primer pensamiento racional es comprobar que tenga la mochila. Allí guardé la brújula antes de agarrar a Staler y caer con él del barranco. Suspiro con alivio, al ver que mi bolso cayó cerca de mi.
Apoyo unos minutos mi espalda contra el tronco de un árbol. Ahora que mi visión es más clara, observo lo que tengo a mi alrededor. Sobre todo los árboles que me rodean, porque tienen sus hojas coloridas de tonos verdes, vivos y jóvenes.
Un sol, tenuemente cálido y luminoso, se asoma entre sus copas irritándome la vista. Jamás había visto un sol tan brillante. En mi mundo siempre se ve opacado por esa capa de contaminación que permanece inalterable en el cielo.
Bajo la vista y miro la hierba verde y fresca, me dan ganas de quitarme las botas y caminar descalzo sobre ella unos momentos.
Alzo la mirada y contemplo el barranco por donde caímos. Agradezco que estoy despierto, no cómo el Capitán Staler, que yace inconsciente y boca abajo a unos metros de donde caí.
Cierro los ojos por unos instantes. Debo pensar que hacer, mi situación cambió, esto no estaba planeado. No había contado con tener una compañía en mi viaje. Menos aún, si es un maldito tipo como Staler.
¿Qué hago?, ¡que demonios hago! Además, todavía no me aseguré si estoy en el lugar y en el tiempo correcto. Puede que me haya equivocado con las fechas, o con la hora. No, ¡no quiero ni pensar en esa posibilidad!.
Evidentemente, sí crucé el puente magnético, -de eso no tengo dudas-, pero antes de buscar las respuestas a esos interrogantes, primero debo solucionar el tema de los grilletes.
Tengo que deshacerme de ellos, y luego buscar la manera de librarme de Staler, -si es que sigue vivo, claro. Desde que terminó la caída, el hombre ni se ha movido, por un instante, pienso si habrá muerto...
Decido acercarme a él. Camino con torpeza porque sigo mareado. Las piernas me duelen como nunca, siento algunos cortes en mi rostro, y en la boca gusto a sangre. Arrastrando los pies, llego donde está el Capitán, rodeo su cuerpo y me arrodillo junto a él. Lo doy vuelta, y lo observo.
Tiene un corte importante en la frente, raspones en las manos y el tobillo del pie derecho se le está inflamando. Apoyo mis manos en su pecho y acerco el oído a su nariz y boca. Compruebo que respira, pero lo hace suavemente, y con dificultad.
Suspiro aliviado, el hecho de haberme vengado de Demetrio, no me convierte en un asesino serial, -o eso espero.
Decido desarmarlo antes que despierte, pero miro mis manos, así no podré hacer nada, -pienso. Entonces busco algo que me sirva de palanca para abrir, aunque sea, un eslabón de la cadena y soltar las esposas. Pero no hay nada, sólo hierba y árboles.
Me siento un momento en suelo a pensar en una solución, "vamos Kae, piensa",-me animo,-y al instante recuerdo que tengo mi bolso. Gotas de sudor se me forman en mi frente, mi garganta está seca, y los rayos del sol, me nublan la vista. Entonces me levanto y voy a buscarlo.
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BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)
RomanceLuego del invierno crudo de 1985 en esta ciudad próspera llamada Providence, el tráfico se intensifica para cumplir con la jornada laboral, llevar a los niños al colegio y continuar con los compromisos. Los panfletos de una nueva elección gubernamen...