Capítulo 35

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«ÉL Y YO.
NADA MÁS
IMPORTA.
SOLO ÉL Y YO».

Amanece y es domingo. La lluvia ha cesado, y un sol taciturno aparece entre las nubes de tonos blanquecinos.

Abro los ojos, y parpadeo. Me siento plena, completa y feliz, sensación que ni siquiera se compara a tocar el cielo con las manos. Él está a mi lado, he dormido en sus brazos, me he entregado al sexo y al deseo, y no tengo más dudas ni miedos, que mi destino era encontrarnos, para estar juntos y amarnos.

Acaricio la piel blanca de su espalda, y juego con un mechón de su cabello. Pienso que se ve tan frágil, así dormido, a pesar de lo hosco que suele parecer-, y conmovedoramente tierno también. Acerco mis labios y beso con suavidad los suyos, él sonríe, abrazándome, lo que me provoca una profunda sensación de felicidad.

-Hola, mi amor. ¿Dejó de llover?-pregunta abriendo sus ojos.

Luego me mira y aparta el cabello de mi rostro con sus dedos, rozando apenas mi cicatriz.

-Vuelve a repetirlo-ruego susurrando.
-¿Segura?-me contesta desafiante.
-Sí. Quiero escucharlo decir de tu boca, y comprobar que no es otra imaginación en mi cabeza.

Él se acerca aún más, toma mi rostro entre sus manos, y con dulzura repite:

-"Mi amor, te amo"-y me besa como él solo sabe hacerlo, y como a mi me fascina.
-Cuanto me amas-pregunto.
-¿Puedes contar las gotas de agua de todos los ríos y los mares de tu mundo y del mío?
-No, sería imposible.
-Exacto. Imposible. Cómo contar cuánto es mi amor por ti.

Una lágrima caen de mis ojos. Él se pone serio y me mira preocupado.

-¿Qué pasa, Vi?

Me la seco con el dorso de la mano, y le contesto:

-Nada. Solo que estás diciéndome que me amas, y me siento realmente feliz, que eso me asusta...
-Cuando dices esas cosas, siento bronca. Porque no estuve contigo cuando te lastimaron tanto.-luego suspira y gira la cabeza mirando hacia la ventana.
-Oye, tu has hecho mucho por mí.
-Pero tu hiciste más.
-¿Que hice por tí?-pregunto con intriga.
-Apareciste en mi vida, y me salvaste de todas las maneras posibles que alguien puede ser salvado.

Sus palabras me desbordan y no pienso en otra cosa que en ser suya otra vez. Él adivina la intención en mi mirada particularmente seductora y comienza a besarme. Cada vez que lo hace, es como si fuera agua que calma una sed arrasadora. Necesito con ansiedad su boca, sus besos, y su piel para sentirme viva.

La sábana se desliza de nuestros cuerpos, y por primera vez me siento avergonzada de mi desnudez e intento cubrirme. Kae alza las cejas con diversión.

-¿Qué pasa, señorita Sommers?, ¿y esa timidez?

Sonrío, y me tapo hasta la cabeza con la sábana.

-No es eso. Es que-no sé como empezar-Ayer estábamos en penumbras, y fue más fácil. Ahora que amaneció, temo que no te guste lo que veas. Tengo cicatrices en mi cuerpo, y...

Ya está, lo dije. Me siento aliviada, pero también muy tonta. Kae se mete debajo de la sábana, y me obliga a mirarlo a los ojos.

-Vides, quiero que me escuches con atención. Eres todo lo que me gusta de una mujer. Amo cada rincón de tu cuerpo, te he deseado desde el primer momento en que te vi. He soñado cada noche con tu cabello, con tus ojos, tus labios, tus manos y con tu piel.

Estira su mano y acaricia suavemente la cicatriz de mi frente, luego sigue hasta la marca que tengo en el costado izquierdo, debajo de la costilla y lo besa.

BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora