«¿MIS AMIGOS ENTENDERÁN MIS SILENCIOS, PERDONARÁN MIS ERRORES, Y RESPETARÁN MIS SECRETOS?»
Espero a Ivi y a Mike sentada en el sillón del comedor. Mañana viernes, mamá traerá a Jonas a casa. ¿Qué cara pondrá al verme?, ¿qué pensará de mí?. Por más que quiera, no puedo imaginar a ese Jonas que describe mi madre; "mudo, apático y desconectado del mundo".
El sillón está tan cómodo, hace como mil años que no me sentaba en el y me relaja hasta la somnolencia. Para distraerme miro la foto de la familia enmarcada y colgada junto a uno de los título de Doctorado de mi padre. Luego recorro con la mirada las paredes y el mobiliario del comedor. Pareciera que han cambiado algunas cosas de lugar.
Falta algo, hay un espacio vacío, no está el arco y el carcaj de flechas de papá. Y se me viene a la mente la primera vez que vi a Kae y a Estéfano en la reserva. Yo estaba escondida detrás de un árbol, mirándolos pasar. Recuerdo también el miedo que me causaron los dos.
Me levanto para preguntarle a mi madre, cuando suena el timbre de la puerta de calle. Dudo unos momentos, "son ellos", -pienso. Y aunque deseo verlos, también siento ansiedad.
Mejor les abro antes de arrepentirme completamente. Entonces me dirijo a la puerta.
Allí, en el umbral de entrada está ella, "mi amiga". Con su cabello largo, suelto y castaño, que enmarcan sus facciones finas. Sus ojos color café me miran con sorpresa, y sus labios finos intentan esbozar una sonrisa.Lleva la musculosa celeste que pintó con el símbolo de la paz. Y no sería completamente ella, si no llevara su pollera de bambula, larga y colorida, alpargatas, y un sin fin de pulseras y anillos, que al caminar y mover sus manos, tintinean. A su lado está Mike, un joven alto, cuyo cabello rubio, sobresale de su gorra negra con el parche del equipo de baloncesto de que es fanático. Tiene una mirada tozuda, que ni con el color claro de sus ojos, logra endulzar. Su piel blanca contrasta con su camiseta favorita negra, lleva los vaqueros gastados y zapatillas deportivas de la mejor marca.
Viéndolos juntos, ahí parados, sus diferencias son insalvables. Sin embargo, hay algo que los une y complementa con armonía.
—Hola chicos–saludo, sintiéndome un poco incómoda.
—¡Nina!–exclama ella, con brillo en los ojos. Su emoción es de sincera alegría.
—Era hora que volvieras, rara– saluda él, torciendo levemente la boca.Ella lo codea con fuerza, y él pega un brinco que me causa gracia. Transcurren unos minutos de solo mirarnos, y el silencio que reina entre los tres, es realmente incómodo. Ivi es la valiente que decide saltar esa brecha extraña entre nosotros.
—Bueno, ¿vas a darme un abrazo, o tengo que rogarte?
Le sonrío y me acerco. Nos abrazamos, y el simple contacto con ella es cálido.
—¡Hey, chicas no me dejen afuera!–exclama Mike.
Nos estrechamos los tres en un abrazo grupal, y la calidez de ambos, de alguna manera me reconforta.
—¡Cielos Nina, tu aura está negra!–declara Ivi, achinando los ojos, y con la seriedad de quien ha descubierto algo terrible y mortal.
Su comentario me provoca risa. Ellos se miran de reojo, luego sonríen. Lo admito, hace tiempo que no reía de ese modo. Entramos a casa, buscamos algunos refrescos de la heladera, y vamos a mi cueva. Cuando llegamos a la escalera, les hago una seña para que suban.
—No te lo creo, ¿duermes ahí arriba?–pregunta Ivi.
—¿Viste?, mi madre ha sido muy sutil para indicarme mi lugar en esta familia. Sería una idiota si no me diera cuenta que me quiere lejos de su vista, ¿no?–contesto arqueando las cejas.
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BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)
RomanceLuego del invierno crudo de 1985 en esta ciudad próspera llamada Providence, el tráfico se intensifica para cumplir con la jornada laboral, llevar a los niños al colegio y continuar con los compromisos. Los panfletos de una nueva elección gubernamen...