«BIENVENIDA, ¿ME EXTRAÑASTE?, ME PREGUNTA EL MIEDO, BURLÁNDOSE DE MÍ».
El domingo me pasé masticando bronca e injusticia. La noche fue todavía peor. Viejos y nuevos temores se apoderan de mí, y mi angustia crece sin saber nada de él. Me faltan sus labios, sus abrazos, su piel, me falta la vida, y siento que lo pierdo. Que se aleja de mí con cada minuto que muere en el reloj.
Amanece y me asomo a la ventana esperándolo ver, pero no aparece. Todo se ha vuelto de un tono monocromático, y la línea que mantenía a raya mi depresión se desborda sutilmente. Aún tengo el plato de comida apoyado en la silla, sin tocar. Anoche Lucy me lo subió, pero yo perdí el apetito, y aunque tuviera hambre, el orgullo no me habría dejado tocar ni un bocado.
Ella apenas intentó persuadirme, sabe que habría sido capaz de arrojarle la cena al suelo, pero me controlé. La miré de reojo en silencio, y entendió que no lograría nada con sus palabras. Solo estuvo unos minutos, dejó la bandeja y se fue, mejor para mí. Sé que mi hermana no tiene la culpa, pero como están las cosas, ya no puedo confiar tampoco en ella.
El nuevo día promete ser esperanzador. Durante gran parte de la noche, traté de idear un plan para verlo. Necesito hacerlo, o si no enloqueceré. Y por más que le de vueltas al asunto, si mi madre piensa todo eso de Kae, no habrá nada que la haga cambiar de parecer. Ni mis palabras, ni las de él. Sólo desistiría de su postura Hitleriana, si le demostrara que Kae no es la persona que piensa que es, pero eso se demostraría aceptándolo, cosa que ahora me parece imposible.
Siendo sincera, tengo todo en contra.
Me cambio poniéndome el uniforme del colegio, busco mi mochila, y voy a bajar, cuando mi imagen en el espejo me llama la atención. Aquella chica que me mira, ya no es una niña, es una mujer. Una mujer que está decidida a pelear por lo que ama, por lo único que la mantiene viva. Tomo aire y me prometo ser valiente. A partir de ahora tengo que actuar con inteligencia, y no dejarme llevar por impulsos descontrolados.
Jonas desayuna en el comedor, y junto a él, está Parche. Mamá se sirve una taza de té mientras mira el pronóstico del tiempo en la televisión. Apenas percibe mi presencia, y dice:
—Desayuna, que en diez minutos, salimos.
Claro que no espera mi respuesta. Me siento ante la taza que humea tibiamente, y tomo el café. Tan insípido es su sabor, que lo dejo a medio terminar. Mi madre ni se molesta en mirarme, lava su taza, y se va por el pasillo hacia su cuarto. Aprovecho la oportunidad para acercarme a su cartera que está apoyada sobre la mesa.
Sé que está mal involucrar a Jonas, de alguna manera, en mis artimañas, pero no tengo opción. Reviso dentro y tomo mi bíper, que casi se me resbala de las manos. Sabía que lo llevaría con ella, esperando, quizás, que Kae se comunique conmigo. Si supiera que él apenas entiende para que sirve.
Busco con prisa el número de Ivi, y escribo el mensaje vigilando constantemente el pasillo.Temiendo que aparezcan mi madre, o Lucy, y arruinen mi plan. Ruego que la señal sea buena y mande mi pedido desesperado antes de que tenga que borrarlo. ¡Vamos, envíate!, -le animo. Son segundos de incertidumbre hasta que veo el ícono de que el mensaje ha sido enviado.
Luego lo borro y guardo el aparato donde estaba. Pero antes busco su billetera y saco algo de dinero. Las manos me transpiran de los nervios y al abrirla se me cae una de las tarjetas del señor Bergman. La recojo del suelo y me la guardo en el bolsillo del cardigan, quizás en algún momento me sirva. Luego saco el cambio, y meto el dinero en la mochila.
Minutos después, aparece ella. Jonas me mira, le sonrío y le guiño el ojo, esperando que entienda «nuestra complicidad». Al fin y al cabo, los dos estamos decididos a no hablarle a mamá. Pero él hace algo más que eso, me entrega tímidamente, una hoja doblada a la mitad. Yo la tomo con curiosidad y la abro por debajo de la mesa.
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BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)
RomanceLuego del invierno crudo de 1985 en esta ciudad próspera llamada Providence, el tráfico se intensifica para cumplir con la jornada laboral, llevar a los niños al colegio y continuar con los compromisos. Los panfletos de una nueva elección gubernamen...