Capítulo 30

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«¿TAN DISTINTA SOY AHORA, DE AQUELLA CHICA QUE CONOCIÓ?»

Llego donde está él. Lo encuentro de espalda mirando el suelo de un césped verde, brillante, y bien cuidado.

Tiene puesta la remera de Domino's Pizza, su buzo negro a la cintura, vaqueros, zapatillas, los auriculares colgados al cuello y su mochila a cuestas. Podría ser un típico chico de la ciudad, nadie creería que viene de un mundo fracturado, peligroso y muy diferente al nuestro.

El viento me trae el aroma de diferentes flores. No hay nubes opacando el cielo, y el sol se muestra con soberbia. Pero, lo que tiene más presencia en el lugar, es el silencio. Un silencio que incómoda.

Me acerco lentamente a su lado, y contemplo lo que está viendo. Es extraño, -y perturbador también-, ver mi propio apellido grabado en una lápida marmolea. Exhalo profundo recordando que en el pasado me quedaba horas enteras acurrucada al lado de esa piedra, rozando con mis dedos fríos y temblorosos, su nombre.

Muchas veces estallaba en llanto, y arrancaba con furia la hierba. La violencia que descargaba en ese entonces con todo a mi alrededor, me consolaba. Sacudo brevemente mi cabeza, tratando de hacer desaparecer esas imágenes dolorosas del pasado. No quiero recordarlo de esa forma, solo quiero tener en mi mente sus sonrisas y sus abrazos.

Kae levanta la vista, y mirando lo que nos rodea, me pregunta:

—¿Crees que a Sara y a mi madre les hubiera gustado recordarlas en un lugar como este?

Alzo los hombros, sin saber si mi respuesta le puede aliviar un poco el dolor que marca su mirada.

—Supongo que ellas están en paz, siempre que las recuerdes con cariño. No importa el lugar donde sea.

Él se queda pensando en mis palabras.

—Sí, creo que tienes razón–y su voz triste me provoca angustia.

Siento unas terribles ansias de rodearlo con mis brazos. Pero temo ser rechazada. Lo admito, es un pensamiento estúpido y cobarde.

—¿Cómo sabías donde está enterrado mi padre?, ¿Ivi te lo dijo?
—No, ella no me lo dijo nada. Lo averigüé por mi cuenta. Esta no es la primera vez que vengo aquí.

Su contestación me toma por sorpresa.

—¿Ah, no?
—No. Ya te lo había dicho, te busqué por todos lados. Pensé que venias seguido a verlo. Estuviste perdida en mi mundo mucho tiempo, y sé lo doloroso que fue para ti haberte olvidado de él.

Ese recuerdo trae a mi memoria todos esos días de angustia en la Colonia.

—Memoricé su nombre, y recordé que habías dicho que estaba sepultado. Entonces cuando llegué a Providence, conseguí la dirección del Cementerio. Tardé días en recorrer todo el lugar, hasta encontrarlo. Una vez que lo hallé, me quedé esperándote, pero nunca apareciste.

Si espera que sienta culpa o remordimientos, no lo va a lograr. Yo tuve mis razones para no volver. Y no le voy a dar explicaciones a él.

—Regresaba todas las semanas, y nada. Luego lo hacía cada tanto, pero el resultado fue igual.

—¿Te crees que fue fácil mi vuelta, Kae?. Tú no te imaginas como...–me justifico inútilmente.

La angustia me aprisiona el pecho. Me sostengo con fuerza de la correa de la mochila, temiendo caer, mientras los recuerdos rasguñan mi mente, corriendo el velo que los tenían aprisionados.

Me alejo con prisa tratando de sobreponerme, y antes de que él me alcance, busco con la mirada a donde ir. Hay una pequeña senda que conduce a una capilla. Sin pensarlo demasiado, me encamino hacia allí.

BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora