«EL MISMO CUMPLEAÑOS, OTRO PASTEL, OTROS REGALOS, UN SOLO DESEO».
El hombre se aclara la voz, me mira y luego observa de reojo a mi madre. Ella no puede evitar ponerse nerviosa. Al parecer, está prohibido en esta casa hablar sobre este tema, y de todo lo que ha pasado en estos últimos meses.
He llegado a la conclusión de que quieren jugar a "borrar y enterrar el hecho vergonzoso, como si nunca hubiera sucedido". Luego de un silencio insufrible. El señor Bergman decide responderme:
—Claro, siéntate que te cuento. Ese día volvía de la Capital después de haber entregado unos pedidos. Venia por la carretera 43, había mucho tráfico para esa hora, así que iba despacio. Recuerdo que hacia calor, por eso llevaba la ventanilla baja. Me asomé un instante para comprobar porque se demoraban tanto en avanzar, cuando te vi–y hace una pausa, para mirarme fijamente—Estabas inconsciente y herida sobre el costado de la carretera. Detuve el vehículo de inmediato. No sabía bien que hacer, así que te cargué y fui directo al sanatorio más cercano.
Ese expectante silencio de nuevo. ¿Ya está, eso fue todo?, esperaba más detalles... ¿Ustedes también notan que está ensayado cada palabra que dijo?. Es evidente que no voy a conseguir más nada de él, pero me niego a darme por vencida.
—Ah..., ¿Y que pasó con mis cosas?–pregunto insistiendo.
El ambiente se pone más tenso, y los presentes se incomodan. El hombre no sabe que contestarme, lo he metido en un apuro.
—Eh, Hmm. No recuerdo si– balbucea buscando la mirada de mi madre, esperando de ella alguna ayuda.
No se lo permito, y satisfecha por haberlo incomodado, me disculpo diciendo:
—Oh, lo siento señor. No fue mi intención ser grosera. Si no fuera por usted, hoy yo no estaría aquí.
Una sonrisa algo forzada, acompaña mis palabras. Siento mis mejillas enrojecidas, pero no es por la bebida que he tomado. Es la rabia por dentro la que me quema. No comprendo cual es el motivo de este maldito complot familiar, y porque insisten en silenciarlo todo.
—¡Llegó la hora de los regalos!–exclama Lucy aprovechando el silencio.
Y se acerca a mí con un paquete impreso con logo de la empresa electrónica Sony.
—Este regalo es de parte de mamá, de Jonas y mío. ¡Vamos, ábrelo!
Tomo el paquete, lo abro, y dentro veo una caja. Es un Discman, el reproductor de música sucesor al Walkman y al cassette.
—¿Te gusta?–pregunta con ansiedad—Es mejor que un walkman. Mira, fíjate, es un modelo de última tecnología. ¿Ves?, tiene alta definición de sonido, bajos, stereo–dice mi hermana leyendo las especificaciones de la caja.
La abro y veo un aparato negro, de un diseño compacto y moderno. Todos están esperando que diga algo.
—Gracias. Es muy lindo, pero..., esto cuesta dinero y no creo que nosotras deberíamos malgastar en una cosa así–no fueron las palabras que esperaban escuchar, pero a veces me gana la sinceridad.
Ellos me observan desconcertados, los he sorprendido. Quizás sea por mi extraña cuota de sensatez, o porque en épocas anteriores, hubiera hecho cualquier cosa por tener lo que está de moda.
Yo misma me asombro de lo poco que me interesa algo tan material como un Discman de última tecnología. Aún recuerdo los pies fríos, descalzos y sucios de los niños de la Colonia, buscando las sobras que dejó el mercado el día anterior. Se me eriza la piel, me parece tan injusto que inocentes paguen por la prepotencia de los que tienen el poder, y de alguna forma, creo que debo compensar esas faltas.
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BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)
RomanceLuego del invierno crudo de 1985 en esta ciudad próspera llamada Providence, el tráfico se intensifica para cumplir con la jornada laboral, llevar a los niños al colegio y continuar con los compromisos. Los panfletos de una nueva elección gubernamen...