Capítulo 16

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«DE CUENTOS Y OTRAS HISTORIAS».

Es domingo por la tarde, otro día caluroso y húmedo. Hoy mi tía se va, debe volver a la estancia. Me encantaría irme con ella unos días, pero debo prepararme para rendir el resto de las materias que me han quedado. Ahora ella y mamá han salido de compras, pero conociendo a mi madre, no tardarán volver. Lucy espera a su amiga para ver una película en el comedor de casa.

Recorro mi cuarto con ansiedad, estoy aburrida, hastiada, malhumorada e inútil. Siento que no puedo adaptarme otra vez a esta vida. Al menos en la Colonia tenía dos trabajos, uno oficial, en la Campiña del señor Cavanellas, y otro clandestino, como mensajera. Ahora estoy convencida que mi esencia, mi verdadero yo, se quedó allá, en esa realidad cruel y peligrosa.

Llamé a Ivi a su casa para conversar un poco, pero se fue a pasar el fin de semana con su papá. Sus padres se separaron durante el primer año de preparatoria, y ahora debe cumplir con las visitas acordadas. Mike tampoco está disponible, tenía entradas para el partido de básquet. Me invitó, pero ir a ver un encuentro deportivo no me entusiasmaba para nada.

Bajo y busco que leer en la biblioteca, pero ningún libro me llama la atención. Desganada camino por el pasillo y llego hasta el cuarto de Jonas. La puerta está abierta, lo encuentro dibujando círculos con lápiz negro en una hoja, uno al lado del otro. Me pregunto que significarán para él. Extraños sus dibujos de aviones garabateados y llenos de trazos coloridos. Me quedo unos instantes en el umbral de su puerta sin entrar. Él parece haberme visto, pero sigue en lo suyo.

Decido aprovechar la ausencia inquisidora de mi madre y me acerco. Me siento en el suelo, de espaldas a la ventana. Trato de no mirarlo fijamente mientras él sigue dibujando. Bueno, creo que mi presencia no le molesta, -pienso.

Me pregunto si será eso, o es el hecho de que ni siquiera le importe si estoy o no presente.
De pronto, y como si fuera una tonta confesión, le digo:

—Jonas, me recuerdas a un muchacho que conocí. Tan solitario y callado como tú. Bueno, callado hasta que se enoja. ¿Te confieso algo?–le susurro—¡Él tiene un carácter endemoniado!, pero creo que es sólo una máscara. En el fondo es sensible y leal hasta las lágrimas. ¿Quieres saber su nombre?, se llama Kae, nombre extraño, ¿no te parece?

Suspiro y me quedo callada por unos instantes, quizás esperando alguna respuesta de mi hermano. Pero es en vano.

—Sí, yo también lo pensé la primera vez que el Doc, me lo dijo.

Y casi como una revelación, me descubro contándole a Jonas lo que a otros no puedo.

Se siente bien, liberador, y en cierta forma, es un desahogo. Además, ¿a quien se lo va decir, él?. Mejor aún, parece gustarle lo que le cuento, porque dejó de dibujar afanosamente la hoja de lunares negros para prestarme más atención. Entonces me entusiasmo y sigo contándole:

—Kae, es alto y de cuerpo atlético. Y no es que haga algún deporte, solo que debe mantenerse en forma para correr, saltar y esquivar cercos eléctricos, barricadas y balas de láser de los Spinner. Tiene el cabello castaño claro, y algunas mechas desparejas, casi tan rubias como tú pelo, le caen por la cara. A veces me quedaba mirándolo fijamente, porque me gustaba su expresión seria. ¿Sabes qué?, esto no lo vas a creer. El color de sus ojos cambia de tonalidades cuando está enojado, o preocupado, o alegre. Al principio me asusté de él, y por un tiempo le tuve miedo, pero conocerlo fue una de las cosas que jamás olvidaré. Como..., cuando papá construyó ese instrumento que medía la electricidad y fuimos a Forrest Green a probarlo, ¿te acuerdas de ese día?, Mamá nos había preparado unos sandwiches, que terminaron siendo devorados por ese perro que nos había seguido desde la carretera.

BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora