Capítulo 32

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«ESA PREGUNTA DESEADA,VIENE DE LA PERSONA QUE NO IMAGINABA».

—Dí algo Vides, o pensaré que enmudeciste. ¿Te asusté con lo que conté?, ¿me tienes miedo?
—No, no es eso–murmuro conmovida.

En realidad, sí. Siento miedo por lo que me acaba de contar. Pero no tengo pena por la muerte del Procurador, el hombre se lo tenía merecido. Las consecuencias de su acción es lo que me preocupa y lo que me hace sentir miedo.

Si Demetrio murió, Devan ocupa el cargo de nuevo Procurador. Y el solo recordar a ese tipo me genera escalofríos. Él es verdaderamente cruel e inescrupuloso,-pienso.

—¿Qué fue lo que hiciste exactamente?–pregunto luego de terminar de cambiar las vendas.

Él mira sus manos y con asombro me dice:

—Eres buena para estas cosas. —Gracias. Aprendí mucho de Adam. Todas las noches me enseñaba algo. Un día, yo salí de bañarme, me resbalé y–me callo bajando la vista al suelo sucio y polvoriento.

Me siento incómoda contándole lo que hacía con Adam. Creo que también él se siente extraño, porque su mirada se ensombrece y su actitud cambia de inmediato. Instantes después se levanta y se aleja de mi lado.

—Oh, perdón, es que...
—¿Por qué pides perdón?, ¿acaso hiciste algo malo?–me contesta con cierto reproche en la voz.

En silencio me incorporo y empiezo a guardar las cosas en mi mochila. Tiene razón, fue una estupidez pedir perdón.

—Bueno, cuéntame qué le hiciste a Demetrio.

Kae camina alrededor del salón. Sus pasos levantan pequeñas partículas de polvo, que se pegan a sus botas negras. La luz del sol, -ahora más clara-, le ilumina el rostro, un rostro austero, soberbio, un rostro que infinidad de veces he querido volver a ver. Me alcanzan los dedos de mis manos para contar cuántos pasos nos separan. Son nueve, exactamente son nueve pasos hasta alcanzar su espalda y tocarla.

—Descubrí que el Procurador tomaba unos medicamentos para el corazón. Entré al Ayuntamiento sin que me descubrieran y cambié su medicina por unas golosinas que conseguí en la Urbe. Después dejé instrucciones para que reciba un regalo por el aniversario del nombramiento de su cargo.
—¿Pero, cuál fue tu regalo?
—Puse dentro de una caja el corazón palpitante de un animal atravesado por una bala idéntica, a la que usó para matar a mi madre. Junto al corazón habia una tarjeta que decía: «Amanda». Mandé a que la recibiera en un momento determinado. La hora en que yo estaría viajando a tu mundo. Ya te conté lo suficiente, no voy a darte más detalles. No quiero que te afecte.
—Ya no soy aquella chica asustada que conociste. Deja de subestimarme y sigue contando.

Él arquea las cejas y sonríe, luego continua:

—Supuse que cuando él abriera el regalo, no toleraría semejante impresión. Entonces iría en busca de su medicina, pero no le servirían de nada, ¿me entiendes?
—Demonios, Kae. Eso fue muy osado..., ¿Y cómo sabes que tu plan resultó si estás aquí?
—Porque antes de atravesar el quiebre magnético, el puente entre mi mundo y el tuyo, escuché como sonaba la sirena del toque de queda.
—La sirena toca siempre a la misma hora, no te entiendo.
—Sí, pero nunca lo hace a las diez y treinta de la mañana. Justo treinta minutos después de haber recibido mi regalo.
—Ya veo. Admiro la capacidad que tienes, de que todo te salga como lo tenías planeado.

Cómo envidio su audacia, inteligencia y valentía. ¿Será acaso por ser un humano con una mutación genética mejorada?

—No todo–murmura.

Hago de cuenta que
no lo oí. Es demasiada información para un solo día, y mucho que procesar luego.

El timbre de mi biper me sobresalta. Chequeo el mensaje y es de Megan. Me pregunta porque ya no estoy en el colegio. ¡Maldición, llego tarde al colegio!.

BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora