Capítulo 28

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«TANTO TIEMPO SOÑÉ OIR SU VOZ, ESCUCHAR SUS PALABRAS, TENERLO A MI LADO...»

—¡Vides, espérame!–me llama Kae.

Estoy parada en la esquina de la Avenida Principal y la calle Conrad. No se adonde voy, sólo sé que quiero alejarme cuanto antes de aquí.

—Hey, ¡te estoy hablando, Vi!– insiste.
—¡Deja de llamarme así, que ese no es mi nombre!. No estás en la Colonia. Estás.
—Es verdad. No estoy en la Colonia–me interrumpe—Estoy aquí, a tu lado, intentando conversar contigo.

Me sorprenden sus palabras en mi oído, y cierro los ojos automáticamente. Son demasiado reales y ciertas para ser un producto de la imaginación. Ahora me siento una idiota comportándome de este modo infantil.

—Si, es verdad, estás aquí–susurro, buscando contener la emoción—Perdóname, es que.
—Olvídalo–contesta tratando de minimizar mi comportamiento—¿Podemos hablar ahora?
—¿Quieres ir a mi casa?. No queda lejos. Te presentaré a mi familia, y
—No.–responde interrumpiéndome—Conozco otro lugar. Sígueme.

Luego se pone los auriculares al oído y se aleja cruzando la calle.

Lo sigo sin saber a donde nos dirigimos, ni tampoco me interesa demasiado. Estoy más preocupada por lo que tenemos para decirnos. Tantas veces conversé con esa foto recortada, ¡y ahora lo tengo a mi lado!, estoy casi sin palabras.
¡Maldición!, ¿A esto le llaman Karma?

El rumor diario de las calles se ve interrumpido sólo por nuestros pasos acompasados, y por los alocados latidos de mi corazón. Entre las preguntas y las incógnitas, se me cruzan los recuerdos. Las imágenes de Adam, de Celina, de los Cavanellas, de Perkins..., Quizás todos aparecen de nuevo para torturarme por deshacerme de ellos.

Luego de alejarnos del centro de Providence y caminar unas cuadras en silencio absoluto, llegamos a una propiedad que está cercada por un portón y un alambrado. Donde cuelgan carteles de identificación que anuncian próximamente una remodelación del edificio. Apenas alcanzo a ver su fachada. Es una fábrica antigua de calzados que quebró hace cuatro años.
Recuerdo que mi madre compraba aquí los zapatos de papá.

Kae pasa su mano por un hueco que hay al costado del portón enrejado, y con un poco de esfuerzo, logra correr el pasante. La puerta cruje un poco y luego se abre. Momentos después, él desaparece dentro, pero yo me quedo parada, indecisa y desconfiada frente a la entrada.
Él se quita los auriculares y me hace una seña con la mano.

—Vamos, que esperas.
—¿Estás loco? Es una propiedad privada. Ya te lo dije, no estás en tú Colonia. Aquí las cosas tienen dueño, no puedes entrar a dónde quieras. ¿Y si alguien llama a la seguridad? ¡Nos pueden demorar en la comisaría por esto!

Él baja la cabeza, y esconde una sonrisa. Luego me dice:

—Tranquila, no hay nadie. La persona que cuida el lugar viene al atardecer. ¿Qué pasa, te volviste cobarde?

Su aspecto ha cambiado bastante, pero la actitud desafiante que lo caracteriza no ha desaparecido ni una pizca. Dudo unos instantes más, miro a ambos lados de la calle, luego entro.

—Ten cuidado con esos tablones. Y cuida de no golpearte la cabeza con el marco de la puerta. No pises esos vidrios rotos, y.
—¿No era más fácil ir a la plaza?, además, no soy ciega, puedo ver–le reprocho mientras voy sorteando tablones, ladrillos, maquinaria de construcción y los vidrios rotos de los ventanales.
—Ya sé que no eres ciega. Pero admite que eres la señorita torpeza. Y si te caes, seguro me echarás la culpa.

Su comentario me disgusta. Pero confieso que tiene mucha razón y estoy segura que ustedes creen lo mismo.

Luego de atravesar la primera galería del edificio, llegamos hasta el lobby de lo que era la fábrica. Aún veo en los rincones cajas de zapatos en desorden, carcomidas por la humedad, el paso del tiempo y sin dudas, roídas por las ratas también. Camino detrás de Kae. Estiro mi mano para rozar con mis dedos su espalda, pero me arrepiento de inmediato. Mis manos sudan de nervios.

BÚSCAME EN PROVIDENCE. (2°libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora