.*・✯ | Capítulo 5

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Felix

Sigo al Sr. Hwang fuera del salón de clases, mi boca seca y mis manos húmedas. Cuando la puerta se cierra detrás de él, mis entrañas se retuercen bajo el aluvión de mil puños. 

Él es un hombre grande, pero parece gigante en el pasillo vacío, una imponente montaña de repercusión. 

Si mi futuro depende de su primera impresión de mí, he jodido mi vida al infierno. 

Restriega una mano en su rostro, sobre su boca, y me mira por una eternidad.

—Viene a mi clase sin estar preparado y... 

—Aclaré el problema de los libros con la oficina principal. Ellos siempre me dan la primera semana para... 

—No me interrumpa —dice duramente y se inclina, apoyando una mano en la pared junto a mi cabeza. 

Una oleada de sangre calienta mis mejillas debajo del intimidante azul de su mirada. Su boca está tan cerca que puedo oler la persistente esencia de goma de mascar de canela en su aliento, y mi estómago se revuelve con malestar. 

—¿Está deliberadamente tratando de desperdiciar mi tiempo? —Su mandíbula se endurece—. Sin excusas lloronas ni mentiras. Tiene cinco palabras para explicar porque no tienes tus suministros.

¿Cinco palabras? ¿Este tipo habla en serio? Puede comerse una polla, porque solo le voy a dar cuatro. 

—Yo vivo en Penrith. 

—Penrith —repite, sin expresión. 

Odio lo rígido e incómodo que me siento en los confines de su mirada. Quiero que mire para otro lado, porque odio sus ojos, odio las facetas vividas del zafiro y la forma en que las manchas de hielo se afilan bajo la luz fluorescente. Nada podría ser nunca gentil o seguro en esa mirada. 

Su garganta se mueve en la profundidad debajo del nudo de su corbata. 

—¿Por qué? 

—¿Por qué, qué? 

—¿Por qué vive en Penrith? 

Él no solo pregunta. Lo lanza como un látigo. Como un castigo que no me he ganado. 

Estoy solo a centímetros de él, mi espalda contra la pared, y me siento a la defensiva, acorralado, con los pelos de punta con confirmación. 

—Oh, cierto. Olvidé que tiene un gran y elegante título, así que voy a explicárselo. 

—Cuide su jodido tono. 

Es apenas un suspiro, atrapado y soltado en el pequeño espacio entre nosotros, pero lo siento vibrando a través de mí como un rugido estruendoso. 

¿Él dijo sin excusas lloronas ni mentiras? Bien. 

Borro la actitud de mi voz y le doy honestidad cruda y sin pulir.

—Vivo en Penrith porque mi familia no puede pagar una mansión en Sidney, señor Hwang. No puedo pagar por un celular o ninguna clase de teléfono, no puedo pagar zapatos para correr o comida para mi gato. ¿Y esos... esos brazaletes electrónicos que todos mis compañeros de clase usan cuando se ejercitan? No sé lo que hacen, pero no puedo pagar por uno de esos, tampoco. Y justo ahora, no tengo el dinero para los suministros de la escuela. Pero lo haré. Lo tendré para el final de la semana. 

Enderezándose, retrocede y baja la cabeza. ¿Es una jodida sonrisa lo que está escondiendo? Juro por Dios que vislumbré una. ¿Está realmente disfrutando la patética apreciación de mi vida? ¡Que maldita y horrible persona! ¿Este es el profesor que se suponía admire? ¿El que me hará o me romperá? Mis pulmones se mueven y se estrellan. 

Cuando levanta su cabeza, su boca es una línea plana, y la frígida profundidad de sus ojos parece manipular toda su expresión, retorciéndola en un collage de otros rostros que me persiguen cuando duermo. 

—¿Se supone que debo sentirme mal por usted? 

—Nunca —hiervo a través de dientes rechinando—. Nunca quiero eso. 

—¿No? ¿Entonces qué? Parece que quiere que haga excepciones por usted. 

—No. Solo... —Nunca había conocido a un estúpido más insensible e hipócrita—. Solo repórteme o lo que sea que vaya a hacer. 

Sé que algo no está bien cuando mira hacia el final del pasillo y comprueba para asegurarse que estamos solos. Sé que toda esta confrontación es inapropiada cuando él se dobla hacia mí y coloca sus manos en la pared atrapándome. Y sé que no hay una maldita cosa que pueda hacer al respecto cuando susurra a través del pálpito en mis oídos.

—No se preocupe por su castigo. —Su atención cae a mis labios, regresa a mis ojos—. Me ocupare de eso más tarde.

Solo así, mi fuerza, mi valentía, todas las cosas que desearía tener justo ahora me abandonan en los pesados brazos del miedo. He estado en esta posición incontables veces. Esta es la primera con un profesor. Pero él no es diferente de los otros interesados. Podría reportarlo, ¿pero a quien van a creerle? ¿Al chico con reputación de zorra o al antiguo decano de Shreveport? 

Me sorprende cuando levanta su mano para pellizcar mi mentón y poder ver mi labio. 

—Necesita ir a la enfermería y hacer que le pongan algo en esa herida. 

No es hasta que me suelta y desliza sus manos en los bolsillos que me doy cuenta que estoy temblando. Da un paso atrás, codos separados, hombros sueltos. Un fuerte escalofrío pasa por mi cuerpo. 

Me mira con esos ojos azul ártico, y no sé si se supone que debo ir hacia la oficina de la enfermera o esperar a ser despedido. Por alguna razón, eso importa. Como si me estuviera probando. Así que espero. 

Es un idiota voluble y sin corazón, pero también me sorprendió. No forzó su boca contra la mía. No hundió sus dedos entre mis piernas. Él... ¿se hizo a un lado? 

Tal vez aún tengo la oportunidad de probar que no soy solo un chico pobre o un toqueteo de cinco minutos en el pasillo. 

Un recurrente sonido de repiqueteo afilado llena el sonido entre nosotros. Sigo el sonido con mi mirada, Arrastrándose sobre su corbata y chaleco, trazando visualmente a lo largo de su antebrazo expuesto y haciendo una pausa en el reloj mecánico en su muñeca. 

Ruedas moviéndose con dientes como puntos girando adentro del enorme rostro, haciendo tic tac, midiendo el ritmo del tiempo, como un metrónomo. ¿Será cada tic tac que pase con él una irreversible sucesión en el futuro? ¿O me mantendrá aquí, atascada en el presente, en esta vida?

—Joven Lee.

Presto mi atención a su rostro, las líneas angulosas de su mandíbula, las sombras oscuras de sus mejillas donde la barba crecerá, y la curva de los labios que no han sido dañados por la circunstancia. Parece intocable. Tal vez sus puños son tan brutales como su belleza. Tan solo con mirarlo se siente como si estuviera inhalando un incendio. 

Porque es peligroso, y parece saberlo, también, mientras empuja un dedo impaciente en dirección a la oficina de la enfermera, su voz llena de urgencia. 

—Ve. 

Me volteo y me apresuro por el pasillo con el peso de su mirada presionando en mi espalda.

Me volteo y me apresuro por el pasillo con el peso de su mirada presionando en mi espalda

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Notas Oscuras  |  HyunLixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora