Hass

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— ¿Qué hace ella acá? —pregunté al ver a Minjeong sentada al lado de Ryujin.

— Es nueva y no tiene amigos —dijo Yeji y ella confirmó con las mejillas llenas de comida.

Asentí con la cabeza y seguí comiendo. La menor no dejaba de mirarme y eso me ponía nerviosa ¿tendré algo en la cara? Su presencia me molestaba y si seguía así podría sacarla del colegio sin problema.

Pero las chicas la amaban, así que estaba en todo momento con nosotras.
Agradecía que fuera de un curso menor ya que no soportaría tenerla en clases, si era ruidosa en la hora de comer no me podría imaginar como sería en clases, me siento mal por sus profesoras.

Yeji me contó que su madre la matriculó en este internado por ser una chica muy desordenada e irresponsable, entendía su razón ya que lo había visto en el primer día que la conocí y también podría decir que esa chica no tiene remedio.

Pasaba más tiempo castigada que en su habitación, haciendo que Ryujin se preocupara ya que apenas tenía tiempo para estudiar ¿esa chica pensara en estudiar? Estoy segura que aunque tuviera todo el tiempo del mundo, no lo haría.

Y así pasaron los días y las semanas donde cada vez odiaba a esa pequeña demonio que no dejaba de mirarme con una sonrisa. En sólo verla me enojaba y me daban ganas de sacarla de mi vista o hacer que alguien le dé una lección y que se comporte.

Pero NingNing, mi mejor amiga, no me dejaba.

Ella dice que tiene sus razones, Minjeong no fue criada como nosotras donde teníamos el peso del futuro del país, que si hacíamos algo mal podríamos provocar futuras guerras y caos como lo hicieron mis abuelos.

— Creo que exageras, Jimin —dijo Yizhuo mientras se colocaba su pijama — Minjeong no es tan mala.

— No usa el uniforme como debería, apenas llega peinada, siempre está gritando y corriendo por ahí, siempre está comiendo naranjas y ni siquiera tira las cáscaras en el basurero —grité lo último y mi amiga solo rió.

— Te falta conocer más gente —susurró y yo bufé enojada mientras me acostaba en mi cama.

— Es que no soporto su comportamiento.

— Porque la conoces, además de ser como todo lo que describiste también es una chica cariñosa, torpe y tierna —se sentó en mi cama y me miró a los ojos — No juzgues a un libro por su portada y dale una oportunidad ¿okay? —me sonrió y yo aparte la vista.

— ¿Por qué debería darle una oportunidad?

— Porque eres la heredera, no debes tratar nunca a un ciudadano así, tus padres se enojarían si ven este comportamiento tuyo —la miré y ella se fue a acostar a su cama que estaba al lado del mío, sólo nos separaba un velador.

— Que tu padre sea el consejero de mis padres no significa que seas la mía —me acomodé en mi cama para así dormir.

— No es mi culpa que seas tan malcriada —dijo entre risas.

— No insultes a tu reina —ambas reímos hasta que quedarnos dormidas.

Bueno, ella.

Yo me quedé pensando en lo que dijo ¿Por qué y cómo debería darle una oportunidad? Era una chica maleducada que ya no tenía arreglo, tiene 14 años y yo a esa edad ya podía caminar con los libros en mi cabeza sin ningún problema, ella era un completo torbellino.

Durante toda la noche me calenté la cabeza pensando en cuanto la odiaba y que cosas me molestaban de ella, llegando a la conclusión que era todo, lo que me molestaba era Kim Minjeong.

Llevamos dos meses de conocidas y nuestra relación no ha mejorado en nada, no usa formalidades ni es respetuosa, todos los profesoras la odian como yo, así que no estaba exagerando como decía Yizhuo. Ella realmente era una chica sin remedio.

— Te ves horrible —susurró Ryujin al verme en la hora de desayuno.

— Sigue viéndose linda —miré a Minjeong con odio.

— Estas ojeras son tu culpa, así que cállate —le alce la voz y ella bajo su mirada, asustada.

— Jimin estuvo toda la noche rabiando por Minjeong —les explico Yizhuo y yo seguí comiendo mi desayuno con odio.

El resto del día las chicas se dedicaron a molestarme y yo apenas podía concentrarme a la clase por el sueño que tenía. Mi padre siempre me dijo que no importa cuanta tarea o deberes tenía, nunca debería dormir menos, ahora entiendo porque me lo decía, es el mismísimo infierno.

Cuando la clases terminaron fui rápidamente a mi habitación y dormí hasta el día siguiente, el día de visitas donde nuestros padres vienen a vernos o traernos regalos.

Un día en el que veía como todos se ponían felices menos yo, que no podía ver a mis padres porque si lo hacía iban a saber que yo era la heredera y eso nos traería problemas. Sólo me quedaba en la sala de espera esperando que nadie viniera.

Odio los días de visita.

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