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Bajé las escaleras con un libro a mano, porque iba a estar mas de una hora en la sala de espera. Vi como todas bajaban emocionadas por ver a su familia, cosa que era lógico, no los veían hace tres meses.

Me senté en el sillón de siempre y abrí el libro para comenzar, era un libro sobre una chica que creía que tenía un monstruo en su interior y que no sabía cómo controlar desde que salió por primera vez, cuando alguien intentó aprovecharse de ella.

— No te preocupes Minjeong, tu padres llegarán —escuché decir a una de nuestras profesoras y por curiosidad aparte la vista de mi libro.

Minjeong estaba sentada en unos sillones lejanos con los pies arriba, me hubiera enojado si no fuera por que me di cuenta de que estaba llorando descontroladamente, aunque de igual manera no hablaba ni nada, sólo lloraba mientras negaba con la cabeza.

Sentí algo de pena por ella, sus padres no tenían excusas para no haber venido, menos en su primera visita donde su hija podría estar sola, pasándola mal o alguna otra cosa.
Mis padres vinieron disfrazados para darme ánimos, yo igual lloré ya que era pequeña y creía que me habían abandonado.

Suspiré y volví a leer mi libro.

NingNing tenía razón, Minjeong no fue criada como nosotras, ella no tenía el peso de la corona en sus hombros, seguramente ni se esforzaron en criarla cuando era pequeña.
Hay una gran posibilidad de que la hayan botado en el internado para arreglar lo que ellos no pudieron hacer.

Pero eso no era un problema mío, la gente mala está en todos lados, mi deber es evitarla pero ahora no podía hacer nada, era una ciudadana más. Minjeong estaba en buenas manos en este lugar, tenía techo y comida así que no era un lugar malo para ser abandonado.

Ya pasado el tiempo de espera salí de la sala y camine a mi habitación sin ánimos de hablar con alguien, siempre quedaba de mal humor luego de un día de visitas. Las chicas lo sabían.

Me tiré a mi cama algo enojada y seguí leyendo el libro que había empezado hoy, aún me faltaba un poco y no me gustaba dejar cosas a medias pero la imagen de Minjeong llorando no me daba concentrarme.

— Te odio, NingNing —susurre y me levante para caminar a la habitación de Minjeong, sabía lo doloroso que era estar encerrada en la habitación mientras todo el resto estan felices con su familia — Perdón... —susurré al chocar con alguien, dejé un silencio para que me dijera su nombre, por simple educación, no me interesaba.

— Uchinaga Aeri —contestó.

— Lo siento, Uchinaga Aeri —hice una reverencia y ella luego de responderla siguió caminando.

Camine hacia los del año de Minjeong y busqué su nombre por la puerta, tuve la suerte de que solo fuera la 4ta habitación que revisé. Toqué la puerta y al no recibir respuesta entre por preocupación, las puertas de las habitaciones no tenían cerradura.

— ¿Qué haces? —pregunté al entrar a la habitación de Minjeong, ella me miró nerviosa y asustada.

Minjeong estaba en su cama pero con unas cuerdas en su cuerpo, tenía amarradas sus dos pies y una mano. Estaba con su pijama de naranjas, su favorito. Al verme del susto se intentó tapara pero sólo logró caerse de la cama.

— Puedo explicarlo —gritó desde el piso.

Cerré la puerta y me senté en su escritorio mientras esperaba que se desatará, no se demoro mucho, parecía tener experiencia en ello. La miré asombrada en cada momento ¿porque lo hacía?

Ya más tranquila y desatada se sento en la cama para luego soltar un gran suspiro. Me explicó lo que hacía con mucha timidez, nunca antes la había visto así de insegura. Escuché cada palabra que dijo, me dijo lo que era el BDSM sin apartar la vista de sus manos inquietas.

— Por favor no se lo digas a nadie —susurró con lágrimas en los ojos, sentí mi corazón romperse al verla así tan cerca — Si alguien se entera se burlaran de mí, me podrían hacer daño y aprovecharse, no quiero que la gente tenga esa imagen de mí.

— Tranquila —me senté a su lado para acariciar su espalda — No se lo diré a nadie, yo esconderé tu secreto así que no tienes que preocuparte.

— Pero tú me odias —se limpió sus lágrimas.

— No lo voy a negar, pero mis padres me enseñaron a ser amable, no importa quien sea —intente mostrarle una sonrisa para que se calmara.

— Pero no fuiste amable cuando me conociste ni después —esta niña ya me esta haciendo enojar de nuevo — No pareces una persona confiable así que empezaré a cavar mi propia tumba, con su permiso —se levantó pero yo le agarré por el brazo.

Yo era la princesa, debería ser la persona más confiable del mundo, nadie debía sudar en mi presencia aunque no me conociera, debería hacer que solo mi aura creará protección y paz a la otra persona, como lo hacían mis padres con el pueblo, nunca nadie ha desconfiado de ellos luego de demostrar que no eran como mis abuelos.

No podía hacer nada con los padres de Minjeong pero si podía arreglar mi imagen, y debería empezar con ella, tengo que, ella estaba sola y luego, cuando se sienta mal y me vea en la televisión o en el diario, recuerde que yo estoy ahí para el pueblo.

— Haré que confies en mí —susurré y al segundo me arrepentí de haberlo dicho.

— Nah —se soltó de mi agarre, la odiosa Minjeong había vuelto.

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