Se columpió con fuerza por las calles de New York, aunque tenía que admitir que tenía demasiado frío.
La dejaba pensando el hecho de que sabía que las otras personas habían regresado a su universo, por una extraña razón no recordaba sus nombres, sus caras, ni siquiera algo mencionado a ellos, más que haber peleado a su lado.
No podía olvidar a Miles, ese moreno alto enamorado de una joven llamada igual como su mejor amiga, sucesor de... no lo recordaba.
Tenía una tranquilidad en el cuerpo de saber todos estaban en sus universos, pero le daba carrilla saber que faltaba ella y lo más seguro Eddi Brock, quien no vio ni por un minuto en la batalla, después de la muerte de una mujer en un hotel, que tampoco recordaba muy bien.
—May... —susurró.
Se columpió con una velocidad que no había visto, no sabía si era la adrenalina de saber que Stephen la estaba maldiciendo y el hecho de salir a buscarla lo iba a molestar más.
No quería justificarlo, pero estaba estresado, cansado y realmente había quedado mucho tiempo colgado del gran cañón... pero él estaba en su universo, tenía que estar más tranquilo con ella.
Su sentido arácnido se alertó, mientras paraba arriba de un pequeño motel, directo a un callejón por las calles.
Aunque era un New York más moderno, sabía que igual tenía un lado salvaje, pegado a Queens... o mejor dicho a las afueras, justo en la pequeña frontera.
Iba a quitarse la máscara, cuando escuchó el grito de una mujer en el callejón y por el tipo de grito, sabía que no se trataba de alguna mujer que pudiera correr, sino una persona de la tercera edad.
Esperó a que pasara la típica historia, donde le quitaban la bolsa y la obligaban a salir del callejón, dándole la oportunidad de irse, mientras sacaban su dinero.
No había mucha luz cerca de ahí, de hecho, en el callejón era poca la que había, entonces espero a que la anciana saliera.
Después de mirar que eran 2 y posiblemente estaban armados, suspiró, tomando con seguridad la mochila en su espalda.
—¿Todo bien, caballero? —preguntó, deslizándose por su telaraña, en medio de ellos.
—¿Qué caraj...?
El pandillero que llevaba la bolsa de la mujer ni siquiera pudo terminar de hablar, sino recibió una patada justo en la cara, dejándolo inconsciente.
Mientras el otro apuntaba con la pistola, logró esquivar la primera bala y le tomó la mano para doblarla, haciendo que diera un grito.
Le quitó el arma y la metió al bote de basura, para después tomarlos a ambos, metiéndolos igual, sin antes revisarlos, encontrando algo que no pensó encontrar.
—¿Marihuana en pleno 2023? —preguntó a ella misma, guardándolo en su mochila. —La guardaré para la evidencia del caso.
Ella no tomaba ninguna sustancia que no fuera agua o té, ni tampoco fumaba o se drogaba, pero le causó curiosidad guardarla, ya que estaba forjada.
Tomó la bolsa y con mucho cuidado, comenzó a caminar a la calle principal.
La persona vio que su héroe llevaba un traje muy peculiar, que tapaba todo su cuerpo, incluso su cabeza.
—¿Hombre araña? —preguntó con una sonrisa.
—Mujer araña. —corrigió.
—Lo siento... es que la máscara no me permite verte bien.
—No se preocupe, solo que más cuidado. —sonrió, tomándole el hombro. —No olvide que los hombres aún son... hombres.
Lanzó una telaraña a un poste de luz y se fue, columpiándose entre todos aquellos edificios altos e iluminados que había en toda su ciudad.
La señora de la tercera edad sacudió su mano despidiéndose, para caminar más rápido a su hogar, mientras ella se columpiaba, hasta que un portal volvió a formarse enfrente y no le dio tiempo de reaccionar.
—¡Tiene que ser una pinche broma! —gritó, antes de caer en el suelo.
Cayó en el suelo, mientras apretaba sus puños y comenzaba a levantarse, quedando arrodillada.
—Veo que no aprendes. —habló. —Por suerte tenía uno de tus cabellos.
Se dio la vuelta para quedar enfrente, mirando sus ojos azules, aunque empezaba a sospechar si eran grises en ese momento.
Lo miró de pie hasta su frente, empezando a negar con su cabeza.
—¿Qué? —preguntó, mirando como ella trataba de contener la risa.
—No me sorprende que seas un enfermo... también guardas mi cabello, solo falta que me guardes en una de tus vitrinas sucias.
—Para tu información. —alzó la voz, sin dejar de mirarla. —No es mi problema que tengas problemas de estrés y tu cabello lo sufra, sufres de caída por lo mismo, en el sofá cama donde te curé dejaste algunos, por eso lo tomé.
—Oh... buen doctor. —dijo, haciendo su voz más suave y arqueando sus cejas sin dejar de mirarlo. —En resumen, guardas mi cabello y ya.
—¿Te quedarás arrodillada siempre? —le preguntó.
—¿Tienes algún problema con eso? —May le sonrió de lado, sin dejar de mirarlo. —Doctor... Strange.
Stephen sintió un leve escalofrío, acercándose, para que ella alzara más su cabeza a él. Se deleitó con la vista. May era atractiva para él y no podía negar que estaba robando su atención.
Pero igual estaba acabando su paciencia.
—Busca una habitación, instálate y báñate. —ordenó, mientras daba la vuelta, empezando a subir las escaleras. —Buscaré algunas respuestas a tu problema.
—Tu eres mi maldito problema.
No le respondió, sino desapareció por las escaleras dejándola arrodillada.
May ni siquiera sabía de dónde sacaba tanto valor para coquetear, aunque no iba por el mundo coqueteando con todos, ella tenía gustos muy exigentes.
Stephen, por ejemplo.
Tenía que admitir que el hechicero se le hizo admirable, tenía un físico deseable por encima del traje, no podía imaginar por debajo.
—Maldigo el día en que se me ocurrió salir de ese autobús.
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Calling || Doctor Strange
FanficDespués de la batalla final, Stephen Strange pensaba en un maravilloso y tranquilo plan de retiro. Eso hasta que un problema multiversal se presentó, dándose cuenta que esa teoría era cierta y no estaban completamente solos. ¿Qué tendría que hacer u...