Cap 22 - ¿la escritoria dijo primer paso? se confundió, es el premio mayor.

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—¿Dejamos? —preguntó. —Mejor dicho... dejaste.

Stephen sonrió y la tomó de los muslos, para comenzar a besarla.

May no llevaba ropa interior, de hecho, ella cuando usaba su traje no utilizaba y más a esta razón, ya que no tenía ropa ahí, solo usaba la que Stephen le pasaba, pero nunca ropa interior.

La llevó a la orilla de la cama y le abrió las piernas, para pasar sus dedos por encima del traje.

—Estas húmeda. —susurró, acercándose a su oído.

Comenzó acariciarla y ella hizo su cabeza hacia atrás, tomando sus brazos como agarre.

Se miraron fijamente a los ojos y con chasquear los dedos, ninguno de los 2 tenía ropa.

May se dejó caer finalmente en la cama y él se subió, quedando en medio de ella, empezando a besarla nuevamente.

Recorrió toda su mano por la espalda marcada de él, ya no estaba sudando, pero se sentía suave, sintiendo algunas montañas, suponiendo que hacía ejercicio.

¿El hacía ejercicio? Claro que lo hacía.

Por parte de él, le tomó los muslos para apretarlos, haciendo que abriera un poco la boca soltando un jadeo.

May estaba fascinaba con las grandes manos de Stephen, se sentían delicadas, suaves, como si estuvieran hechas para ella.

—Espera. —lo interrumpió, para levantar un poco su espalda.

Lanzó una telaraña a su mochila, pero como estaba abierta, trajo un condón a ella.

—Listo.

—¿Desde cuándo traes eso ahí?

—No lo sé. —dijo sarcásticamente. —Tal vez desde que se inventó la primera ley de Newton.

—¿Segura que quieres usarlo? —preguntó, asegurándose que el condón estuviera bien. —Podría ir a la farmacia en menos de un minuto y comprar otro.

—Strange, el condón es bueno, úsalo.

—La marca no la reconozco.

—¿No tienen trojan en este universo?

—No. —negó con su cabeza abriéndolo. —Esto es... nuevo para mí.

—Ya vi. —dijo, acostándose nuevamente para mirarlo. —Pero son extra finos, créeme.

El no respondió nada, sino sacó el condón de la envoltura y tomó la punta, para colocarlo lentamente, sin despegar la mirada de sus ojos.

May estaba acostada, pero bajó sus ojos para mirar cómo él lo hacía, excitándola de gran manera, que no lo estaba soportando.

—¿Te parece llevar un ritmo, dejarte sorprender o dejarme sorprender?

—¿Cómo te gusta a ti? —le preguntó, mientras tomaba sus piernas para alzarla por encima de él. —Quiero decir... debes tener algo que quieras relucir.

—¿Te parece si nos dejamos llevar? —Stephen alzó sus manos haciendo sus cabellos hacia atrás, despejando su cara. —Veo que estás goteando... por mí.

—¿En serio? —May sonrió, mientras bajaba sus dedos por sus pliegues, notándolo bien lubricado.

Después de acariciarse, metió los dedos en su boca, haciéndolo sonreír.

—¿Cómo sabe? —preguntó.

—Sabe tan bien.

Stephen tomó aire y sacudió su cabeza, no iba a quedarse con la duda, el hecho de verla chuparse los dedos le había hecho volar la imaginación.

—Espera. —interrumpió, otra vez.

—¿Necesitas algo?

—Strange, mis fluidos son... radioactivos. —suspiró. —Mi sangre, mi fluido y todo.

Stephen pareció pensarlo.

Suspiró y comenzó a mover sus manos en el suelo, haciendo que brillara.

—¿Qué haces?

—Un hechizo de protección física que vi hace unos días. —guiñó el ojo. —Servirá para que no me muera al probar tus fluidos... o cuando te corras frente a mí.

Ella comenzó a reírse, hasta que se vio interrumpida por la lengua de Stephen.

Alzó sus piernas, haciendo que quedaran pegadas en la cama, junto a su cabeza, sorprendiéndose por la agilidad que tenía, aunque, ella se movía como una araña cuando trepaba la pared, era obvio que esas grandes piernas soportaban eso y más.

May soltó un gemido y bajó su mano, traspasándola por sus piernas para tomar a Stephen por el cabello y apretarlo. Él sonrió al sentirlo, sabía que le estaba gustando.

Cuando se aprendió los movimientos rítmicos que le gustaban, le quitó la mano del cabello y la apretó, haciéndola gemir.

—Con esto queda confirmado lo bien que sabes. —dijo, dejando de probarla para subirse y rozar su erección en ella. —¿Qué te parece el mío?

No le respondió y reviró sus ojos al sentirlo.

no lo veía como un gusto, sino una necesidad.

—¿Lo quieres? —le preguntó, mientras ella asentía con su cabeza y sonreía. —Pídemelo.

—¿En verdad me harás pedírtelo?

—Sabes que quiero escucharte.

—Entonces...

—May. —interrumpió, mientras introducía la punta. —¿En verdad no lo quieres?

La castaña estaba sudando y no sabía si era por la necesidad de querer sentirlo, el calor que le hacía sentir él o por la posición tan exagerada que ella tenía, aunque la disfrutaba.

—Lo quiero. —murmuró, mirando sus labios. —Por favor.

Él lo dejó ir sin pensarlo, haciendo que ella soltara un gemido que sabía que se había escuchado por todo el santuario.

Ella se tomó de la parte de enfrente de la cama, quien sintió como unas cadenas las tomaban, amarrándola.

—¿Usas magia para tener sexo? —preguntó, entre jadeos. —Dios mío, lo haces tan excitante.

—Es la primera vez que lo intento. —respondió, sin dejar de mirar el techo. —Así que disfrútalo.

Stephen estaba con los ojos cerrados, mejor dicho, May se sentía tan apretada y goteaba frente a él que el hecho de imaginarlo lo estaba excitando demasiado, sintiendo que se vendría enseguida.

Como las piernas le habían quedado sujetas por los codos de May, el bajó sus pulgares para jugar en su clítoris, haciendo que comenzara a maldecir.

Español.

¿Tenía familiares mexicanos o algo similar?

Nunca le había excitado tanto ver a una mujer sudar y gemir frente a él, lo estaba gozando demasiado, justo como ella lo estaba haciendo.

Encorvó su espalda a los pocos minutos y apretó sus labios, reteniendo los gemidos.

Stephen sintió como ella se apretó por dentro y el hecho de sentirla tan apretada hizo que se viniera en el condón, y después de salir, se corrió.

El líquido caliente recorrer sus piernas era espectacular.

Era una imagen que quería guardarse toda la vida.

La vista de May se nubló un poco y él se dio cuenta de eso, haciendo que las cadenas desaparecieran, tomándola entre sus brazos.

—¿May?

—¿Sí? —preguntó, mientras apretaba sus ojos. —¿Qué?

—Veo que... —sonrió, mirando sus labios. —Nunca te habían hecho sentir tan bien.

Chasqueó la boca, estabilizando sus ojos, mientras el no dejaba de mirar su cuerpo desnudo.

—Gracias. —dijo, acercándose para darle un beso en los labios. —Si me permites... iré a checar el condón y que todo esté bien.

Calling || Doctor StrangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora