Stephen estaba en su recámara, aunque podría decir que ya era su oficina. Había una increíble cantidad de libros regados por toda su habitación.
Realmente estaba buscando la manera de mandarla a su universo, aunque dentro de él tenía la intriga de conocerla más.
Tenía la habilidad de entrar a su mente, de poder ver lo que ella vio, vivió, pero algo la estaba protegiendo.
No podía acceder y aunque pudiera, quería conocerlo por sí mismo.
Sabía que no se trataba por parte de May, había algo más que lo estaba bloqueando, pero no quería alarmarse y hacer el problema más grande de lo que ya era.
Se enfocó en un libro, era de protección física, aunque no era lo que estaba buscando, vio hoja por hoja, hasta que vio como algo colgaba de su techo.
—¡Coño, May! —gritó.
Se dejó caer arriba de la mesa, con una sonrisa en su rostro.
—¿Desde qué hora estás allá arriba?
—Acabo de entrar.
Stephen chasqueó la boca y miró como ella estaba sentándose encima del escritorio donde tenía el libro.
—¿Sabes que el libro donde te estás sentando es sagrado? —le preguntó, mientras el aconchaba su espalda en la paleta trasera de la silla y colocaba su brazo en el descansabrazo.
—Ah. —ella movió su cuerpo un poco, quitando el libro, aventándole en el suelo.
Stephen cerró los ojos al escuchar el ruido del libro e iba a levantarse, pero May lo detuvo con su pie, colocándolo en el pecho.
—¿Estresado?
Ella recorrió su pie por todo su cuerpo, hasta llegar a su cuello.
Le gustaba sentirse así y sus respiraciones estaban acelerándose.
—Yo puedo arreglarlo. —murmuró, acercándose a su rostro. —Yo puedo... arreglarlo, Strange.
Sintió como un escalofrío le recorrió en sus brazos, pero se levantó, tomándola del cuello para levantarla junto a él.
—Deja de jugar conmigo. —sonrió, mostrando sus dientes. —O no te va a gustar.
—¿Por qué tan seguro?
La soltó y la dejó de pie, mientras alzaba su mano ordenando toda la habitación.
Incluso los libros que estaban en el suelo se ordenaron en orden alfabético.
—¿Tienes hambre?
—No. —escupió, dando la vuelta para salir, pero el volvió a tomarla para acercarla.
—¿Entonces qué necesitas?
"A ti" pensó.
—Solo distraerme, estoy aburriéndome.
May comenzó a mirar toda su habitación, mientras el miraba todo su cuerpo.
Tenía la manía de tener su traje puesto y le quedaba perfecto, las curvas en su cintura resaltaban más de lo que podía pensar, dejando ver sus caderas un poco más grandes.
Notaba sus cuádriceps, no había hablado mucho con ella, pero podía jurar que esta mujer aparte de ser la mujer araña, se la vivía en el gimnasio.
—¿Quieres que te ayude a leer?
No iba a dejarla tocar los libros de hechicería.
—Eres una mujer adulta e ingeniero —sonrió. —¿No has leído suficiente en la escuela?
May pareció pensarlo, así que miró sus labios y se acercó a ellos.
—Sí, he leído suficiente... pero nunca me han leído. —murmuró. —¿Tú no quieres leer algo para mí?
Stephen estaba a punto de orinarse en los pantalones.
Más de 46 años y nunca lo había puesto tan nervioso una mujer, menos de otro universo. Pensaba que era eso, la adrenalina de saber que esta mujer tarde o temprano le traería problemas.
Le estaban empezando a fascinar los problemas y los coqueteos de May.
¿El hechicero supremo... con la araña que no es de su universo? Podría ser una locura.
Un multiverso de locura.
—¿Puedes dormir? —preguntó, alejándose de ella. —¿Tú cama es cómoda?
—No tanto como la de mi hogar. —respondió, mirando como se alejaba.
Él tenía un pants. Ella odiaba los pants.
Le hacía juego un suéter muy pegado a su cuerpo, remarcando su torso.
Un hechicero que estaba alterándole todas las hormonas.
—Háblame... de tu universo.
—No tenemos superhéroes. —dijo, sentándose de nuevo en el escritorio, viéndolo caminar por la habitación. —Aunque... Richards es muy inteligente, ha ayudado al gobierno a combatir ataques terroristas u amenazas.
—¿Cómo se llama tu amigo, el... simbionte?
—Eddie.
May dio un suspiro después de eso y miró el suelo.
Quería buscarlo.
—¿Tú no puedes encontrarlo?
Ahora era Stephen quien estaba mirándola.
Jugaba con sus pies colgados del escritorio, mientras sus manos agarraban el escritorio.
—Mejor ve a la cocina... compré algo en la mañana para que puedas comer.
—Pues ya qué. —respondió, bajando de un brinco.
Abrió la puerta y dio un paso, sin antes mirarlo.
—¿Estás mirando mi culo? —preguntó.
—¿Qué? —Stephen alzó su mirada, negando con su cabeza. —Claro que no.
Azotó la puerta y ambos comenzaron a reírse, sin que se dieran cuenta.
May no tenía intenciones de bajar las escaleras, sino dio un brincó hasta llegar al primer piso.
Iba a la cocina, pero giró su cabeza al ver el laborarlo entreabierto.
—¿Strange? —alzó la voz, mirando la puerta de la habitación donde estaba, pero al ver que no respondía, entró.
No había nada interesante en realidad, todo lo había visto y utilizado en el transcurso de su carrera.
Hasta que la computadora que Stephen le había enseñado días anteriores, estaba en una esquina.
Se acercó para abrirla, no era de él.
Decía "Stark" y tenía una foto con una peli negra, era la misma que había visto en el monumento aquel día, frente a la torre que tenía una gran "A" encima.
En la computadora llegó un correo donde personas le confirmaban una fiesta.
Y ella iba a ir, por el simple hecho de que la fiesta se llamaba "Spider-Party"
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Calling || Doctor Strange
FanfictionDespués de la batalla final, Stephen Strange pensaba en un maravilloso y tranquilo plan de retiro. Eso hasta que un problema multiversal se presentó, dándose cuenta que esa teoría era cierta y no estaban completamente solos. ¿Qué tendría que hacer u...