En tu mente. [Editando]

Capítulo Treinta y tres.

16 de noviembre, 2014.

Mantener el paso se me estaba dificultando bastante. Una vez que acabé mi trago me dispuse a salir del bar. Recordé que había llegado acá por mis medios, así que me aproximé a la orilla de la acera y esperé a que un taxi apareciera. Logré que uno se detuviera, subí y di la dirección.

Tomé la botella de whisky que había logrado quitarle al chico de la barra y le di un trago, bajando el líquido por mi garganta. Por un momento me dieron nauseas, aunque traté de no vomitar.

El taxi se estacionó, saqué un el dinero de la bolsa de mi pantalón y bajé con mucho esfuerzo. Una vez que mis pies tocaron el suelo, me balanceé buscando equilibrio y comencé a caminar, pasando un pie al frente del otro, tratando de no caer y abriendo mis brazos como las alas de un avión para así mantener el equilibrio.

Llegué al pórtico y toqué la puerta. Nadie contestó. Le di otro trago al whisky.

Toqué de nuevo, esta vez un poco más insistente. Esperé unos segundos y escuché los pasos acercándose. Le di otro sorbo a mi botella. La puerta se abrió, miré de arriba a abajo al chico al frente de mí. Parecía sorprendido.

¡Se veía jodidamente caliente!

- ¿Qué diablos estás haciendo aquí? - di un paso al frente, entrando a la casa, me tropecé con mi pie, pero no caí. - Lauren, estás muy ebria. - cerré la puerta detrás de mí, dejé la botella ya vacía sobre la mesa al lado de la puerta. Me acerqué con movimientos seductores, aunque estoy tan ebria que supongo, no funcionaban muy bien. Rodeé su cuello con mis brazos. - Lau... - pegué mi boca a la suya, poniéndome de puntillas, dejando mis manos sobre su pecho desnudo. Demoró unos segundos antes de corresponder al beso. Pasó sus manos alrededor de mi cintura, acercándome aún más a él.

El beso se hizo más profundo. Lo empujé un poco, haciendo que retrocediera, tropezó con el brazo del sillón, provocando que cayera de espalda contra la suavidad del sillón.

Supongo que estaba listo para dormir, puesto que solo traía un pantalón de pijama algo holgado, colgando de sus caderas. Los brazos llenos de tatuajes, pude observar otros que no había visto. Me incliné y comencé a acercarme de nuevo, lo besé una vez más antes de alejarme.

Quité el botón de mi pantalón, deslizando el mismo fuera de mis piernas, miré su reacción: aún parecía confundido. Tiré el pantalón a unos metros y volví a acercarme, quedando sentada a horcajadas sobre su cadera.

Dejé mis manos en su abdomen y volví a besar con desespero sus labios, él siguió el beso. Mi blusa era algo larga, por lo que cubría un poco los muslos y la mitad de mi trasero.

Él se mantenía sostenido por sus brazos. Mis manos se dirigieron al doblecillo de mi blusa, para comenzar a sacarla de mi cuerpo, quedando en un sensual sostén de encaje negro. Bajé mis manos hasta el elástico del pantalón de dormir, con la intención de deshacerme de él. Aunque unas manos tomaron las mías y el beso se detuvo.

Lo miré con el ceño fruncido y algo molesta.