Capítulo Sesenta y siete.

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Mi cuerpo se mantuvo tenso por unos instantes, hasta que decidí acercarme para dejar las hojas sobre el escritorio de Matt y dar la vuelta con dirección a la salida de la oficina. Evité por completo el contacto visual con ellos, aunque sentía sus miradas puestas en mí.

- Lauren. - Ignoré la voz de Matt - ¿Lauren, podrías sentarte? Creo que hay mucho de qué hablar.
Me detuve meditando mis posibilidades.

- Elizabeth, es tiempo de explicaciones.

Un escalofrío recorrió por completo mi cuerpo, haciendo que mi piel se erizara y las náuseas invadieran de nuevo mi estómago.

Crucé mis brazos sobre mi pecho, empujé la puerta de la oficina y me arregosté a la pared. La mujer de cabello negro se volteó quedando de frente a mí. Un vacío se formó en mí. Enarqué mi ceja hacia ella, esperando que comenzara a hablar.

Los segundos se me hicieron eternos, el segundero del reloj que se encontraba detrás de Matt marcaba el paso del tiempo, logrando que me estresara más.

Me incorporé de nuevo con la intención de irme, tomé la perrilla de la puerta para abrirla.

- Siéntate, hija.

Mi mandíbula se tensó de nuevo, bueno, se podría decir que todos y cada uno de mis músculos se tensaron. Me volteé haciendo que mi mirada diera contra la suya.

- No me llames así. - dije dejándome caer sobre el sillón de la oficina.

La escuché decir algo por lo bajo, aunque no alcancé a comprenderlo.

- Comprendo que estés de malas... - la interrumpí.

- ¿De malas? - Reí irónica - No, de malas estuve hace quince jodidos años. En este momento está a punto de llevarme el diablo.
Los ojos de ambos se abrieron de par en par.

- ¡Cuida tu vocabulario, niña! - me reprendió ella. Una carcajada sarcástica se escapó de mis labios.

- Quizás si hubieras estado conmigo todos estos años no tendría un vocabulario tan desagradable para ti. - dije entre dientes, ganándome una mala mirada de parte de Matt.

- Tengo mis razones, Elizabeth.

Asentí incrédula.

- Me gustaría saberlas.

Ella dio un respiro pesado, acomodó un mechón de su cabello tras su oreja.

- ¿Recuerdas todo? - preguntó en un tono muy bajo.

- ¿Cuándo te fuiste y no volviste? Sí, lo recuerdo. ¿Cuándo me dejaron en la casa de alguien más? Sí, también está en mi memoria. ¿Cuándo los policías nos informaron que tus restos no se habían encontrado, pero que lo más probable era que habías muerto? Sí, recuerdo el día.

Sentí mi sangre hervir, mis manos formar puños y mi respiración acelerarse.

- No te dejé por voluntad propia. - Rodé mis ojos - un año después de que Clarissa naciera comencé a tener jaquecas intensas y de la nada apareció una voz en mi cabeza. - Abrí mis ojos sorprendida - pensé que me estaba volviendo loca, no es normal esa situación. Luego de un par de meses me enteré de quién era el dueño de esa voz.

Ella volteó su cabeza hacía Matt. Él asintió en mi dirección.

- Nunca supe la razón para poder tener esa comunicación.

Estuvimos hablando por bastante tiempo. Tu padre tendía a ser un gran tipo, pero tenía un gran problema de ira. Por lo que Matt era la persona con la que podía hablar sin que nadie se enterara. - tomó aire.

En tu mente. [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora