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―¿Qué supone que estoy haciendo? ―JunHan acomodaba los corrales de la nueva mochila que cargaba en su hombro, tomando su celular del bolsillo de su pantalón para revisar la hora. 7:30 am. Un profundo suspiro salió de sí sin intenciones, volviendo su cuerpo más liviano mientras cerraba sus ojos un momento para descansar.
El sol todavía no había hecho presencia completa, aún quedaban rastros del amanecer, dando anuncio de que los días comenzaban a atrasarse. El suéter blanco de lana gruesa que llevaba por esa fría mañana advertía que aún el otoño no llegaba, pero que lo haría de forma cruel. Sus manos eran cubiertas por aquella larga prenda que duplicaba su talla, una bufanda color mostaza haciendo juego con la misma para resaltar.
Llevaba diez minutos esperando en la puerta principal de su casa, frente a la fuente que a esas horas permanecía apagada.
Quería entender y comprender que la situación no era tan complicada como su cabeza se la estaba poniendo. Si, habían pasado dos años desde la última vez que puso un pie en algún instituto y, aunque realizó infinidad de cursos, la realidad era que estos no contaban con la cantidad de estudiantes que tendría aquel lugar. Sabía, gracias a sus amigos, que esa universidad recibía a personas de todas partes del mundo, pertenecientes a la alta sociedad y con mucho dinero detrás.
Tenía miedo, y mucho. Nuevamente se tendría que ver involucrado en un ambiente social, siendo participe de clases que con esfuerzo iba entender, sabiendo que no tendría a ninguno de sus dos amigos junto a él para explicarle o al menos para hacer que las clases avancen rápido. Se conocía, y solo vería los minutos pasar en algún reloj de pared que tuviera su aula, con sus audífonos que ya cargaba consigo.
Inconscientemente dió un paso atrás, dudando de si realmente valía la pena ir a ese lugar que tanto admiraban. Él no quería estar ahí. Las cosas no serían fáciles, sería reconocido por ser el hijo de la famosa Choi Areum. Muchas personas pronto se acercarían y comenzarían a asfixiarlo entre preguntas y con el intento de llegar a ser cercanos, como había sucedido en otros lugares los cuales pisó.
Un segundo paso fue dado hacia atrás, está vez más largo y con seguridad. Estaba decidido, no iría.
O eso pensó.
Porque como si de una advertencia se tratase, un Lamborghini color amarillo derrapó con tosquedad en las afueras de su casa, dónde las rejas fueron abiertas sin dudarlo un segundo, y con velocidad aquel vehículo de alta gama frenó toscamente frente a él, causando inevitablemente una sonrisa.
―¿Qué hacen aquí?
―¿Qué crees? ― El castaño que iba en la parte del copiloto bajó, saltando a los brazos del más alto, quien no correspondió, más solo sonrió en respuesta―. Tus papis vienen por tí para llevarte a la escuela ―bromeó.
―¡Qué no somos sus padres! ―se quejó el conductor que ocultaba su rostro detrás de unas gafas de sol oscuras, dando un golpe en el volante―. Kwak JiSeok, si sigues diciendo que somos los padres de JunHan todos creerán que tú y yo somos pareja. Deja de hacer eso ―advirtió.