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SeungMin llegó aquella mañana al gimnasio universitario con una sonrisa, saludando a cada persona que pasaba a su lado y, por fin, recibiendo saludos de vuelta.
Habían pasado algunos meses de clases y las cosas habían cambiado de a poco. Aún habían personas que preferían ignorarlo o pasarlo por alto, en ocasiones siendo crueles. Pero, en definitiva, no era como al inicio. Muchas personas lo saludaban, otros lo encontraban en los recesos o cafeteria y se sentaban a hablar con él, algunos se mostraban interesados en su vida y hasta podía decir que había creado un grupo de amigos más extenso. El hecho de ser quien ayudaba a varios a organizar y estudiar hacia que tuvieran la oportunidad de conocer la clase de persona que era.
Porque SeungMin no era malo, en absoluto.
Él solo era alguien que disfrutaba de socializar, siempre con una sonrisa en el rostro, con esa energía que lograba contagiar a cualquiera que estuviera cerca de él. Algo así lo hacía especial.
Y sin embargo, nuevamente, intentaba contagiar aquella alegría a la única persona que siempre lo miraba con seriedad.
Se mantuvo firme frente a Goo Gunil, quien estaba trabajando tren inferior sin mirar al frente, con sus audífonos puestos y su nariz levemente arrugada. Aquella expresión, por algún motivo, le resultó tierna y peligrosa a la vez.
La verdad era que ni siquiera él mismo podía entender cuál era el motivo por el que disfrutaba tanto abrumar un poco la existencia del contrario. Solo podía admitir que le encantaba ver como este rodaba sus ojos cada que sus miradas se encontraban, o la forma en la que resoplaba cruzándose de brazos cuando no tenía más opción que responderle. A veces solo bastaba con encontrarse en el campus para que el imponente Goo Gunil girara en sus talones y se apartara lo más rápido posible de donde estaba él, como si estuviese huyendo. SeungMin no tomaba esto como algo malo, al contrario, sentía que era parte del dinamismo de esa extraña amistad que habían formado, si es que se podía llamarla así.
Porque en la mente del pelirrosa, jamás se cruzó la idea de que él pudiera desagradarle a Gunil.
Por eso, en cuanto sus miradas se cruzaron en aquel momento, el mayor busco desviarse en otra dirección, sin embargo, ya era tarde. SeungMin había aprovechado la pequeña interacción y se había inclinado, haciendo una reverencia que claramente lograba poner nervioso al destinatario.
Gunil no podía pasar simplemente por alto aquello cuando llevaba poco más de dos semanas haciendo la misma reverencia cada que se topaban. Aún no entendía que era lo que había detrás de aquella acción que lograba ponerle los pelos de punta. SeungMin tampoco ignoraba la forma en la que el mayor volvía sus manos puños apretados, queriendo mostrar su mayor expresión de desagrado pero, por lo contrario, solo virando los ojos en todas las direcciones posibles.
Entonces se acercó.
Para él, la mejor idea, era pararse frente suyo y volver a inclinarse, mostrando esa sonrisa sarcástica que sabía a la perfección lograba enfurecer al contrario. Pero simplemente quedó en eso: una idea. Porque un hombre imponente más alto que él lo detuvo al colocar su mano en su hombro, haciéndolo retroceder casi al instante. El pelirrosa solo pudo desviar su mirada a quien esperaba acercarse, confundido por lo que sucedía, el suspiro por parte de Gunil solo logrando preocuparlo.