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Como prometió, JooYeon volvió cada noche por HyeongJun. Aquello que inició como el anhelo de volver a encontrarse, se convirtió en el desesperado deseo de ya no querer separarse.
Para JooYeon se había vuelto un chiste tener que burlar la seguridad del lugar, pasando por alto a todos los guardias de la casa, y teniendo cuidado de no ser descubierto por alguien del personal que no lo conocía. Sabía que con ello ponía en riesgo su estadía ahí, e inclusive su trabajo, pero había llegado a ese punto gracias a la desesperación de no poder estar en los brazos de su Joven Amo. Cada noche, antes de que las luces de la mansión fueran apagadas y los guardias estuvieran cenando al igual que el resto de la familia, él escalaba esas columnas con profesionalismo, habiendo estudiado el lugar a detalle. Una vez dentro, aquellos brazos cálidos lo esperaban para ya no soltarlo hasta el amanecer. Se convirtió en un peligroso pasatiempo para ambos. HyeongJun elegía cada noche cenar en su habitación, la adrenalina recorriendo su sistema al ser la primera vez que desafiaba en algo a su madre y hacía las cosas a escondidas. Para él resultaba todo un delito y, aunque solo habían pasado dos noches en la compañía de su amado, los nervios no permitían que dejara de imaginar cómo sería cada encuentro secreto. Su permiso para salir de la casa estaba firme aún; no podía hacerlo sin la compañía de algún guardia de su madre o ella misma. Pero, durante la noche, cuando el pelilargo atravesaba el umbral de su balcón, podía sentir como era liberado de miles de cadenas que lo aprisionaban, dejando atrás el estrés que llevaba de la oficina y de su obligación de ser el hijo perfecto. Entre charlas, películas, canciones, risas, besos y confesiones, lograba comprender porque estaba enamorado de JooYeon y de su forma tan única de ser.
Sentía que con él podía vencer el mundo y ser quien realmente deseaba.
Había algo maravilloso en HyeongJun, algo que JooYeon resaltaba en cada encuentro. Esa forma en la que con solo su sonrisa podía transformar los colores deprimentes de una oscura habitación, en el lugar más brillante del planeta. Su manera de demostrarle cuanto lo amaba y que no hubiera espacios para dudar. Con él, JooYeon se olvidaba de todo lo que en el pasado atormentó su vida: la muerte de su madre, el abandono de su padre, la sobreprotección de su amada tía, el cierre de la florería, el saber que en algún punto SeungMin lo odió. Estando a su lado podía dejar atrás todo eso que lo destruyó.
Esa noche, ambos desearon que no fuese diferente.
HyeongJun había llegado más tarde de lo habitual, y conllevó a que, cuando JooYeon tuviera intenciones de visitarlo, los guardias ya hubiesen cenado. Debía ser extremadamente cuidadoso. Desde que Madame Areum llegó, el personal de seguridad se había triplicado sin razón aparente. Para él resultaba un verdadero peligro escabullirse entre las columnas de la mansión cuando los hombres daban sus continuas vueltas nocturnas. A pesar de que había encontrado un punto ciego de cámaras y seguridad, su cuerpo temblaba cada vez que tenía que trepar esa pared. La habitación de HyeongJun continuaba a oscuras y solo cuando fuese encendida era su señal para entrar, por lo que tuvo que permanecer escondido entre los arbustos junto a la casa, conteniendo la respiración cuando alguien pasaba cerca del lugar. Entonces vio el lugar iluminarse, y eso bastó para que comenzara a subir.