Capítulo 2

280 24 27
                                    

El vidrio que se desvaneció

✦•···················•✦•···················•✦

Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los Dursley se despertaron y encontraron a su sobrina en la puerta de entrada, pero Privet Drive no había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquél donde el señor Dursley había oído las ominosas noticias sobre las lechuzas, una noche de hacía diez años.

Sólo las fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado. Diez años antes, había una gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de diferentes colores, pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño, y en aquel momento las fotos mostraban a un chico grande y rubio montando su primera bicicleta, en un carrusel en la feria, jugando con su padre en el ordenador, besado y abrazado por su madre... La habitación no ofrecía señales de que allí viviera otro niño, una niña.

Sin embargo, Harriet Potter estaba todavía allí, durmiendo en aquel momento, aunque no por mucho tiempo. Tía Petunia se había despertado y su voz chillona era el primer ruido del día.

—¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!

Harriet se despertó con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la puerta.

—¡Arriba! —chilló de nuevo.

Harriet oyó sus pasos en dirección a la cocina, y después el roce de la sartén contra el fogón. La chica se dio la vuelta y trató de recordar el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una moto que volaba. Tenía la curiosa sensación de que había soñado lo mismo anteriormente.

Su tía volvió a la puerta.

—¿Ya estás despierta? —quiso saber.

—Casi —respondió Harriet.

—Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.

Harriet se quejó.

—¿Qué has dicho? —gritó con ira desde el otro lado de la puerta.

—Nada, nada... Ya voy...

El cumpleaños de Dudley... ¿cómo había podido olvidarlo? Harriet se levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Los encontró dentro de sus zapatos y, después de sacar una araña de uno, se los puso.

Harriet estaba acostumbrada a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas, y ahí era donde dormía.

Se puso un vestido que antes era de tía Petunia. Cuando estuvo lista salió al recibidor y entró en la cocina. La mesa estaba casi cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que por fin había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y la bicicleta de carreras. La razón exacta por la que Dudley podía querer una bicicleta era un misterio para Harriet, ya que Dudley estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio, excepto si conllevaba pegar a alguien, por supuesto.

El saco de boxeo favorito de Dudley era Harriet, pero no podía atraparla muy a seguido. Aunque no lo parecía, Harriet era muy rápida y ágil, solía su irse a bardas y árboles, para tomar atajos, algo que Dudley no podía hacer, algo que Harriet disfrutaba.

Tal vez tenía algo que ver con eso de vivir en una oscura alacena, pero Harriet había sido siempre delgada y alta para su edad, lo cual era molesto porque cada vez dejaba de caber dentro de su alacena. Además, pero parecía pequeña y robusta porque usaba ropa muy ajustada y chica que era de Tía Petunia cuando era joven o ropa vieja de Dudley, y su primo era cuatro veces más grande que ella.

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora