Capítulo 2

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La cicatriz
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Harriet se acaba de despertar de un brinco de la cama, se quedó sentada intentando procesar en dónde estaba. La oscuridad del cuarto no fue de mucha ayuda, pero cuando su vista se adaptó, pudo calmarse al saber que estaba en su cuarto, no había peligro. Su corazón poco a poco dejaba de latir con rapidez, estaba empapada en sudor.

Harriet de repente sintió las piernas mojadas, pensó en lo peor, en qué por el miedo se había hecho encima. Miro la mesita de noche, en ella había una pequeña botella de color morado, junto a un calendario con ese día del mes marcado. Dándose prisa, tomó la botella y corrió por el corredor hasta el baño.

Harriet había comprado esa poción el año pasado, se suponía que al llegar su periodo debía tomarla una vez y su cuerpo desecharía todo, era solo quedarse unos minutos en el inodoro mientras la poción hacía lo suyo.

Harriet no sabía que le dolía más, el vientre o la cicatriz, era tanto que el dolor que la comenzaba a marear. Tomó la poción y esperó a que hiciera lo suyo.

Harriet había tenido uno de esos sueños en los que dudas estar soñando, le estaba ocurriendo con frecuencia. Simplemente estaba ahí, era alguien, pero no ella, a veces una simple expectadora, a veces ella tenía que correr del peligro y otras veces... Moría. Pero Harriet no sabía porque estaban pasado, solo despertaba hasta que moría en sus sueños o hasta que le pasaba algo malo. Era solo cuestión de minutos para que ella olvidara la mayor parte del sueño y solo se quedaba con las peores escenas.

Vislumbró la oscura imagen de una estancia en penumbra. Había una serpiente sobre una alfombra… un hombre pequeño llamado Peter y apodado Colagusano… y una voz fría y aguda… la voz de Voldemort.

Sólo con pensarlo, Harriet sintió como si un cubito de hielo se la hubiera deslizado por la garganta hasta el estómago.

Recuerda haber soñado que era alguien más, o tal vez la misma persona, pero recuerda que de repente caía al suelo y a su lado había personas con caras blancas y frías como la nieve, con una expresión de miedo, de dolor, de terror. Estaban muertos.

Harriet quiso dejar de pensar en eso. Se lavó la cara, pensaba en contarle a Draco lo que había soñado, pero prefería no darle tantas vueltas a esos sueños, a demás de que sabía que a Draco no le gustaba hablar de Voldemort.

Apretó los ojos con fuerza e intentó recordar qué aspecto tenía Voldemort, pero no pudo, porque en el momento en que la butaca giró y ella, Harriet, lo vio sentado en ella, el espasmo de horror la había despertado… ¿o había sido el dolor de la cicatriz? ¿Y quién era aquel anciano? Porque ya tenía claro que en el sueño aparecía un hombre viejo: Harriet lo había visto caer al suelo. Las imágenes le llegaban de manera confusa.

Voldemort y Colagusano habían hablado sobre alguien a quien habían matado, aunque no podía recordar su nombre… y habían estado planeando un nuevo asesinato: el suyo.

Harriet apartó las manos de su cara, abrió los ojos y se miró al espejo, 14 años, que rápido estaba pasando el tiempo. Si cabello estaba mucho más largo, había decidido no cortarlo y su tía Petunia, extrañamente, respetó esa decisión. Sus ojos verdes resultaban al igual que las pecas que decoraban su cara.

Volvió a su dormitorioEn realidad, había una cantidad extraordinaria de cosas inusitadas en él: a los pies de la cama había un baúl grande de madera, abierto, y dentro de él un caldero, una escoba, una túnica negra y diversos libros de embrujos; los rollos de pergamino cubrían la parte de la mesa que dejaba libre la jaula grande y vacía en la que normalmente descansaba Hedwig, su lechuza blanca; en el suelo, junto a la cama, había un libro abierto. Lo había estado leyendo por la noche antes de dormirse. Todas las fotos del libro se movían.

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora