Capítulo 12

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El patronus
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Harriet sabía que la intención de Hermione había sido buena, pero no era justo, simplemente no lo era, tampoco era envidia, tampoco tenía razones para hacerlo. "Cuidarla" y dónde estaba las veces que en verdad su vida corría peligro, aunque no le gustaba admitirlo, ella la ayudaba a meterse más en peligro. ¿Por qué le dijo que había recibido una escoba nueva y no que planeaban enfrentar al perro de tres cabezas? ¿Por qué Black le enviaría una escoba tan cara? ¿Para matarla a pleno vuelo? Eso ya lo habían intentado los Dementores.

Ron también estaba enfadado con Hermione. En su opinión, desmontar una Saeta de Fuego completamente nueva era un crimen. Hermione, que seguía convencida de que había hecho lo que debía, comenzó a evitar la sala común.

—La que sufre es ella.— dijo con ironía Ron una vez que Hermione evitó completamente compartir la sala común.

Harriet y Ron supusieron que se había refugiado en la biblioteca y no intentaron persuadirla de que saliera de allí. Se alegraron de que el resto del colegio regresara poco después de Año Nuevo y la torre de Gryffindor volviera a estar abarrotada de gente y de bullicio.
Wood buscó a Harriet la noche anterior al comienzo de las clases.

—¿Qué tal las Navidades? —preguntó. Y luego, sin esperar respuesta, se sentó, bajó la voz y dijo—: He estado meditando durante las vacaciones, Harriet. Después del partido, ¿sabes? Si los dementores acuden al siguiente… no nos podemos permitir que tú… bueno…

Wood se quedó callado, con cara de sentirse incómodo.

—Estoy trabajando en ello —dijo Harriet rápidamente—. El profesor Lupin dijo que me enseñaría a combatirlos. Dijo que después de Navidades estaría menos atareado.

—Ya —dijo Wood. Su rostro se animó—. Bueno, en ese caso… Realmente no quería perderte como buscadora, Harriet. ¿Has comprado ya otra escoba?

—Nop —contestó Harriet.

—¿Cómo? Pues será mejor que te des prisa. No puedes montar en esa Estrella Fugaz en el partido contra Ravenclaw.

—Le regalaron una Saeta de Fuego en Navidad —dijo Ron.

—¿Una Saeta de Fuego? ¡No! ¿En serio? ¿Una Saeta de Fuego de verdad?

—No te emociones, Oliver —dijo Ron con tristeza—. Ya no la tiene. Se la confiscaron. —Y explicó que estaban revisando la Saeta de Fuego en aquellos instantes.

—¿Hechizada? ¿Por qué podría estar hechizada?

—Sirius Black —explicó Harriet sin entusiasmo—. Parece que va detrás de mí. Así que McGonagall piensa que él me la podría haber enviado.

Desechando la idea de que un famoso asesino estuviera interesado por la vida de su buscador, Wood dijo:

—¡Pero Black no podría haber comprado una Saeta de Fuego! Es un fugitivo. Todo el país lo está buscando. ¿Cómo podría entrar en la tienda de Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch y comprar una escoba?

—Ya lo sé. Pero aun así, McGonagall quiere desmontarla.

Wood se puso pálido.

—Iré a hablar con ella, Harriet —le prometió—. La haré entrar en razón… Una Saeta de Fuego… ¡una auténtica Saeta de Fuego en nuestro equipo! Ella tiene tantos deseos como nosotros de que gane Gryffindor… La haré entrar en razón… ¡Una Saeta de Fuego…!

Las clases comenzaron al día siguiente. Lo último que deseaba nadie una mañana de enero era pasar dos horas en una fila en el patio, pero Hagrid había encendido una hoguera de salamandras, para su propio disfrute, y pasaron una clase inusualmente agradable recogiendo leña seca y hojarasca para mantener vivo el fuego, mientras las salamandras, a las que les gustaban las llamas, correteaban de un lado para otro de los troncos incandescentes que se iban desmoronando. La primera clase de Adivinación del nuevo trimestre fue mucho menos divertida. La profesora Trelawney les enseñaba ahora quiromancia y se apresuró a informar a Harriet de que tenía la línea de la vida más corta que había visto nunca.

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora