Capítulo 11

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En el tren a Hogwarts
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Harriet despertó a la mañana siguiente, había en el ambiente una definida tristeza de fin de vacaciones. La lluvia seguía salpicando contra la ventana mientras ella se peinaba después de ponerse una sudadera. Se vestirían con las túnicas del colegio cuando estuvieran en el tren a Hogwarts.

Por fin ella, Ginny y Hermione bajaron a desayunar. Acababan de llegar al rellano del primer piso, cuando la señora Weasley apareció al pie de la escalera, con expresión preocupada.

—¡Arthur! —llamó mirando hacia arriba—. ¡Arthur! ¡Mensaje urgente del Ministerio!

Harriet se echó contra la pared cuando el señor Weasley pasó corriendo, con la túnica puesta del revés, y desapareció de la vista a toda prisa. Cuando Harriet y los demás entraron en la cocina, vieron a la señora Weasley buscando nerviosa por los cajones del aparador («¡Tengo una pluma en algún lugar!», murmuraba) y al señor Weasley inclinado sobre el fuego, hablando con…

Para asegurarse de que los ojos no lo habían engañado, Harriet los cerró con fuerza y volvió a abrirlos. Semejante a un enorme huevo con barba, la cabeza de Amos Diggory se encontraba en medio de las llamas. Hablaba muy deprisa, completamente indiferente a las chispas que saltaban en torno a él y a las llamas que le lamían las orejas.

—… Los vecinos muggles oyeron explosiones y gritos, y por eso llamaron a esos… ¿cómo los llaman…?, «pocresías». Arthur, tienes que ir para allá.

—¡Aquí está! —dijo sin aliento la señora Weasley, poniendo en las manos de su marido un pedazo de pergamino, un tarro de tinta y una pluma estrujada.

—… Ha sido una suerte que yo me enterara —continuó la cabeza del señor Diggory—. Tenía que ir temprano a la oficina para enviar un par de lechuzas, y encontré a todos los del Uso Indebido de la Magia que salían pitando. ¡Si Rita Skeeter se entera de esto, Arthur…!

—¿Qué dice Ojoloco que sucedió? —preguntó el señor Weasley, que abrió el tarro de tinta, mojó la pluma y se dispuso a tomar notas.

La cabeza del señor Diggory puso cara de resignación.

—Dice que oyó a un intruso en el patio de su casa. Dice que se acercaba sigilosamente a la casa, pero que los contenedores de basura lo tomaron por sorpresa.

—¿Qué hicieron los contenedores de basura? —inquirió el señor Weasley, escribiendo como loco.

—Por lo que sé, hicieron un ruido espantoso y prendieron fuego a la basura por todas partes —explicó el señor Diggory—. Parece ser que uno de los contenedores todavía andaba por allí cuando llegaron los «pocresías».

El señor Weasley emitió un gruñido.

—¿Y el intruso?

—Ya conoces a Ojoloco, Arthur —dijo la cabeza del señor Diggory, volviendo a poner cara de resignación—. ¿Que alguien se acercó al patio de su casa en medio de la noche? Me parece más probable que fuera un gato asustado que anduviera por allí cubierto de mondas de patata. Pero, si los del Uso Indebido de la Magia le echan las manos encima a Ojoloco, se la ha cargado. Piensa en su expediente. Tenemos que librarlo acusándolo de alguna cosa de poca monta, algo relacionado con tu departamento. ¿Qué tal lo de los contenedores que han explotado?

—Sería una buena precaución —repuso el señor Weasley, con el entrecejo fruncido y sin dejar de escribir a toda velocidad—. ¿Ojoloco no usó la varita? ¿No atacó realmente a nadie?

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora