Capítulo 17

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Los cuatro campeones
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Ella permaneció sentada, consciente de que todos los que estaban en el Gran Comedor la miraban. Se sentía aturdida, atontada. Debía de estar soñando. O no había oído bien.

De repente, un nudo en su estómago se apretó con fuerza, su respiración se volvió entrecortada y sintió que le faltaba el aire. Era como si un peso enorme la aplastara desde todos lados. Sus manos temblaban y su corazón latía con fuerza en su pecho, como si quisiera escapar. Las voces a su alrededor se convirtieron en un murmullo confuso, apenas podía distinguir lo que decían. Los ojos se le llenaron de lágrimas y una sensación de terror la invadió por completo. No sabía qué hacer, solo quería escapar de allí, lejos de todas esas miradas que la perforaban.

Nadie aplaudía. Algunos alumnos se levantaban para ver mejor a Harriet, que seguía inmóvil, sentada en su sitio.

En la mesa de los profesores, la profesora McGonagall se tapaba la boca, se levantó y se acercó a Dumbledore, con la que cuchicheó impetuosamente. El profesor Dumbledore inclinaba hacia ella la cabeza, frunciendo un poco el entrecejo.

Ella se volvió hacia Ron y Hermione. Más allá de ellos, vio que todas los demás ocupantes de la larga mesa de Gryffindor la miraban con la boca abierta.

-Yo no puse mi nombre -dijo a penas Harriet con la voz quebrada.

Oyó detrás un ruido de pasos apresurados. Era Ludo, que entraba en la sala. Tomó del brazo a Harry y la llevó hacia delante.

-¡Extraordinario! -susurró, apretándole el brazo-. ¡Absolutamente extraordinario! Caballeros... señorita -añadió, acercándose al fuego y dirigiéndose a los otros tres-. ¿Puedo presentarles, por increíble que parezca, al cuarto campeón del Torneo de los tres magos?

Viktor Krum se enderezó. Su hosca cara se ensombreció al examinar a Harriet. Cedric parecía desconcertado: pasó la vista de Bagman a Harriet y de Harriet a Bagman como si estuviera convencido de que había oído mal. Fleur Delacour, sin embargo, se sacudió el pelo y dijo con una sonrisa:

-¡Oh, un chiste muy «divegtido», «señog» Bagman!

-¿Un chiste? -repitió Bagman, desconcertado-. ¡No, no, en absoluto! ¡El nombre de Harriet acaba de salir del cáliz de fuego!

Krum contrajo levemente sus espesas cejas negras. Cedric seguía teniendo el mismo aspecto de cortés desconcierto. Fleur frunció el entrecejo.

-«Pego» es evidente que ha habido un «egog» -le dijo a Bagman con desdén-. Ella no puede «competig». Es muy joven.

-Bueno... esto ha sido muy extraño -reconoció Bagman, frotándose la barbilla impecablemente afeitada y mirando sonriente a Harriet-. Pero, como saben, la restricción es una novedad de este año, impuesta sólo como medida extra de seguridad. Y como su nombre ha salido del cáliz de fuego... Quiero decir que no creo que ahora haya ninguna posibilidad de hacer algo para impedirlo. Son las reglas, Harriet, y no tienes más remedio que concursar. Tendrás que hacerlo lo mejor que puedas...

Entendido, aquí está el párrafo con Snape llegando y llevándose bruscamente a Harriet.

Snape llegó y la agarró bruscamente del brazo, haciendo que su cabello se moviera con el repentino movimiento. Con una expresión de furia en su rostro, Snape la arrastró detrás del Gran Comedor sin decir una palabra, su agarre firme y su paso rápido. Harriet se sintió como si estuviera siendo arrastrada por una corriente implacable, incapaz de resistirse. El miedo se apoderó aún más de ella, preguntándose qué haría Snape con ella.

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora