Capítulo 11

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El club de duelo
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Al despertar en la mañana del domingo, el dormitorio estaba resplandeciente con la luz del sol de invierno, y su brazo otra vez articulado, aunque muy rígido. Se sentó enseguida y miró hacia la cama de Colin, pero estaba oculto tras las largas cortinas que ella había corrido el día anterior. Al ver que se había despertado, la señora Pomfrey se acercó afanosamente con la bandeja del desayuno, y se puso a flexionarle y estirarle a Harriet el brazo y los dedos. Le dió ejercicios para volver a recuperar la movilidad del brazo.

-Todo va bien -le dijo, mientras ella apuraba torpemente con su mano derecha las gachas de avena-. Cuando termines de comer, puedes irte.

Harriet se vistió lo más deprisa que pudo y salió precipitadamente hacia la torre de Gryffindor, quería hablar con Ron y Hermione sobre Colin y Dobby, pero no los encontró allí. Harriet dejó de buscarlos, preguntándose adónde podían haber ido y algo molesta de que no parecieran interesados en saber si ella había recuperado o no sus huesos. Total, solo los perdía y ya.

Cuando pasó por delante de la biblioteca, Percy Weasley precisamente salía de ella, y parecía estar de mucho mejor humor que la última vez que lo habían encontrado.

-¡Ah, hola, Harriet! -dijo-. Excelente jugada la de ayer, realmente excelente. Gryffindor acaba de ponerse a la cabeza de la copa de las casas: ¡ganaste cincuenta puntos!

-¿No has visto a Ron ni a Hermione? -preguntó Harriet.

-No, no los he visto -contestó Percy, dejando de sonreír-. Espero que Ron no esté otra vez en el baño de las chicas...

Harriet forzó una sonrisa, siguió a Percy con la vista hasta que desapareció, y se fue derecho al baño de Myrtle la Llorona. No encontraba ningún motivo para que Ron y Hermione estuvieran allí, pero después de asegurarse de que no merodeaban por el lugar Filch ni ningún prefecto, abrió la puerta y oyó sus voces provenientes de un retrete cerrado.

-Soy yo -dijo, entrando en los lavabos y cerrando la puerta. Oyó un golpe metálico, luego otro como de salpicadura y un grito ahogado, y vio a Hermione mirando por el agujero de la cerradura.

-¡Harriet! -dijo ella-. Vaya susto que nos has dado. Entra. ¿Cómo está tu brazo?

-Ya tengo brazo -dijo Harriet, metiéndose en un cubículo. Habían puesto un caldero sobre la taza del inodoro, y un crepitar que provenía de dentro le indicó que habían prendido un fuego bajo el caldero. Prender fuegos transportables y sumergibles era la especialidad de Hermione.

-Pensamos ir a verte, pero decidimos comenzar a preparar la poción multijugos -le explicó Ron, después de que Harriet cerrara de nuevo la puerta del retrete.- Hemos pensado que éste es el lugar más seguro para guardarla.

Harriet empezó a contarles lo de Colin, pero Hermione la interrumpió.

-Lo sabemos, oímos a la profesora McGonagall hablar con el profesor Flitwick esta mañana. Por eso pensamos que era mejor darnos prisa.

-Y pensaba que yo era chismosa.

-Cuanto antes le saquemos a Malfoy una declaración, mejor -gruñó Ron ignorandola-. ¿No piensas igual? Se ve que después del partido de quidditch estaba tan sulfurado que la tomó con Colin.

-Hay algo más -dijo Harriet, contemplando a Hermione, que partía manojos de centinodia y los echaba a la poción-. Dobby vino en mitad de la noche a hacerme una visita.

Ron y Hermione levantaron la mirada, sorprendidos. Harriet les contó todo lo que Dobby le había dicho... y lo que no le había querido decir. Ron y Hermione la escucharon con la boca abierta.

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora