Capítulo 2

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La advertencia de Dobby
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Harriet no gritó solo porque su mano tapando su boca la evitó. La cosa que yacía en la cama tenía unas grandes orejas, parecidas a las alas de un murciélago, y unos ojos verdes y saltones del tamaño de pelotas de tenis. En aquel mismo instante, Harriet tuvo la certeza de que aquella cosa era lo que la había estado vigilando por la mañana desde el seto del jardín.

La criatura y ella se quedaron mirando una a la otra, y Harriet oyó la voz de Dudley proveniente del recibidor.

-¿Me permiten sus abrigos, señor y señora Mason?

Aquel pequeño ser se levantó de la cama e hizo una reverencia tan profunda que sus orejas arrastraron por la alfombra. Harriet gritó.

Se dio cuenta de que iba vestido con lo que parecía un almohadón viejo con agujeros para sacar los brazos y las piernas.

-Mmm..., hola -saludó Harriet, con miedo, estaba congelada y con la boca recta intentando disimular una sonrisa, pero incómoda.

-Harriet Potter -dijo la criatura con una voz tan aguda que Harriet estaba segura de que se había oído en el piso de abajo-, hace mucho tiempo que Dobby quería conocerla, señorita... Es un gran honor...

-Graaa...cias -respondió Harriet incómoda, avanzaba pegada a la pared alcanzó la silla del escritorio y se sentó. A su lado estaba Hedwig, dormida en su gran jaula. Quiso preguntarle «¿Qué es usted?», pero pensó que sonaría demasiado grosera, así que dijo:

-¿Quién es...?

-Dobby, señorita. Dobby a secas. Dobby, el elfo doméstico -contestó la criatura.

-¿Oh, en serio? -dijo Harriet-. Bueno, no quisiera ser descortés, pero... no puedo recibir visit en mi dormitorio a un elfo doméstico hoy.

De la sala de estar llegaban las risitas falsas de tía Petunia. El elfo bajó la cabeza.

-Estoy encantada de conocerlo -se apresuró a añadir Harriet-. Pero, en fin, ¿ha venido por algún motivo en especial?

-Sí, señorita -contestó Dobby con franqueza-. Dobby ha venido a decirle, señorita..., no es fácil, señorita... Dobby se pregunta por dónde empezar...

-Siéntese -dijo Harriet educadamente, señalando la cama.

Para consternación suya, el elfo rompió a llorar, y además, ruidosamente.

-¡Sen-sentarme! -gimió-. Nunca, nunca en mi vida...

A Harriet le pareció oír que en el piso de abajo hablaban entrecortadamente.

-Lo siento -murmuró-, no quise ofenderle.

-¡Ofender a Dobby! -repuso el elfo con voz disgustada-. A Dobby ningún mago le había pedido nunca que se sentara..., como si fuera un igual.

Harriet, procurando hacer «¡Shhh!» sin dejar de parecer hospitalaria, indicó a Dobby un lugar en la cama, y el elfo se sentó hipando. Parecía un muñeco grande y muy feo. Por fin consiguió reprimirse y se quedó con los ojos fijos en Harriet, mirándola con devoción.

-Se ve que no ha conocido a muchos magos educados -dijo Harriet, intentando animarle.

Dobby negó con la cabeza. A continuación, sin previo aviso, se levantó y se puso a darse golpes con la cabeza contra la ventana, gritando: «¡Dobby malo! ¡Dobby malo!»

-No..., ¿qué está haciendo? -Harriet dio un bufido, se acercó al elfo de un salto y tiró de él hasta devolverlo a la cama. Hedwig se acababa de despertar dando un fortísimo chillido y se puso a batir las alas furiosamente contra las barras de la jaula.

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora