Capítulo 6

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El traslador
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Cuando, en la habitación de Ginny, la señora Weasley las despertó, a Harriet le pareció que acababa de acostarse.

-Es la hora de irse, Harriet, cielo -le susurró, dejándola para ir a despertar a Hermione.

Harriet se intentó acomodar el gran cabello sin mucho éxito, y se sentó en la cama. Miró a Hermione, parecía que mantener el hábito de despertar muy temprano. A Harriet se le hizo gracioso que Hermione fuera la única que no fuera pelirroja ahí, incluso su gato parecía serlo.

Fuera todavía estaba oscuro. A los pies del colchón vio dos formas grandes y despeinadas que surgían de sendos líos de mantas.

-¿Ya es la hora? -preguntó Ginny, más dormida que despierta.

Se vistieron en silencio, demasiado adormecidas para hablar, y luego, bostezando y desperezándose, las tres bajaron la escalera camino de la cocina.

La señora Weasley removía el contenido de una olla puesta sobre el luego, y el señor Weasley, sentado a la mesa, comprobaba un manojo de grandes entradas de pergamino. Levantó la vista cuando los chicos entraron y extendió los brazos para que pudieran verle mejor la ropa. Llevaba lo que parecía un jersey de golf y unos vaqueros muy viejos que le venían algo grandes y que sujetaba a la cintura con un grueso cinturón de cuero.

-¿Qué les parece? -preguntó-. Se supone que vamos de incógnito... ¿Parezco un muggle, Harriet?

-Sí -respondió Harriet, sonriendo-. Está muy bien.

-¿Dónde están Bill y Charlie y Pe... Pe... Percy? -preguntó George, sin lograr reprimir un descomunal bostezo.

-Bueno, van a aparecerse, ¿no? -dijo la señora Weasley, cargando con la olla hasta la mesa y comenzando a servir las gachas de avena en los cuencos con un cazo-, así que pueden dormir un poco más.

Harriet sabía que aparecerse era algo muy difícil; había que desaparecer de un lugar y reaparecer en otro casi al mismo tiempo.

-O sea, que siguen en la cama... -dijo Fred de malhumor, acercándose su cuenco de gachas-. ¿Y por qué no podemos aparecernos nosotros también?

-Porque no tienen edad y no han pasado el examen -contestó bruscamente la señora Weasley-. ¿Y dónde se han metido ese niño?

Salió de la cocina y la oyeron subir la escalera.

-¿Hay que pasar un examen para poder aparecerse? -preguntó Harriet.

-Desde luego -respondió el señor Weasley, poniendo a buen recaudo las entradas en el bolsillo trasero del pantalón-. El Departamento de Transportes Mágicos tuvo que multar el otro día a un par de personas por aparecerse sin tener el carné. La aparición no es fácil, y cuando no se hace como se debe puede traer complicaciones muy desagradables. Esos dos que les digo se escindieron.

Todos hicieron gestos de desagrado menos Harriet.

-¿Se escindieron? -repitió Harriet, desorientada.

-La mitad del cuerpo quedó atrás -explicó el señor Weasley, echándose con la cuchara un montón de melaza en su cuenco de gachas-. Y, por supuesto, estaban inmovilizados. No tenían ningún modo de moverse. Tuvieron que esperar a que llegara el Equipo de Reversión de Accidentes Mágicos y los recompusiera. Hubo que hacer un montón de papeleo, se lo puedo asegurar, con tantos muggles que vieron los trozos que habían dejado atrás...

Harriet se imaginó en ese instante un par de piernas y un ojo tirados en la acera de Privet Drive.

-¿Quedaron bien? -preguntó Harriet, asustada.

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora